domingo, 14 de agosto de 2016

Dostoievski y los abismos del corazón


Diario de un escritor
Fiódor M. Dostoievski
Traducción, selección y prólogo de
Víctor Gallegos Ballestero
Alba. Barcelona, 2016.

Hay obras de título engañoso. El Diario de un escritor, de Fiódor Dostoievski, no es un diario, sino una revista mensual que se publicó, con intermitencias, entre 1873 y 1881, y que redactaba él solo. No se trata de un caso único, ni mucho menos. Dentro de la literatura española, y por las mismas fechas, podemos citar el Nuevo teatro crítico, de Emilia Pardo Bazán, o los Folletos literarios, de Clarín.
            No es tampoco una obra literaria en sentido estricto, sino el contenedor de muchas obras literarias, como suelen ser las publicaciones periodísticas, aunque en este caso de un solo autor.
            En el Diario de un escritor se publicaron por primera vez algunos de los relatos más celebrados de Dostoievski: “Bobok”, “La mansa”, “El sueño de un hombre ridículo”, “El murik Marei”. Pero lo que caracteriza a la publicación son sus componentes autobiográficos y propiamente periodísticos (a veces se disculpa cuando publica “un simple relato”). También lo que tiene de taller literario. El prólogo a “La mansa” (en otras traducciones “La sumisa”) resulta, en este aspecto, muy significativo. Lo subtitula “relato fantástico”, a pesar de que lo considera “realista en grado sumo”. Dostoievski siempre fue un defensor del realismo. Su consejo a una joven escritora, que le solicitó alguna orientación, fue el siguiente: “No invente nunca ni la fábula ni las intrigas. Tome lo que la vida misma le ofrece. ¡La vida es infinitamente más rica que nuestras invenciones!”
            Lo que “La mansa” tendría de fantástico sería la forma misma del relato, su carácter de “monólogo interior”, técnica que Dostoievski es uno de los primeros en utilizar. Por eso nos explica que no se trata propiamente “de un relato ni de unas anotaciones”, sino de los incoherentes pensamientos de un hombre que trata de ordenar sus ideas ante el cadáver de su mujer, que acaba de suicidarse. “Si un taquígrafo hubiera podido oírlo y anotarlo habría resultado una narración más caótica e informe que la que yo ofrezco, pero el fondo psicológico habría sido el mismo”. La existencia de ese imposible taquígrafo que lo anota todo (el escritor se habría limitado a pulir sus notas) es el elemento que Dostoievski denomina “fantástico”. Cuando Miguel Delibes, en Cinco horas con Mario, utiliza la misma técnica ya no necesita justificarla.
            El Diario de un escritor, aunque se ha publicado completo (e incluso hay una traducción española firmada por Cansinos Assens), es una obra que solo se mantiene vigente en selecciones. La que ha preparado Víctor Gallego Ballestero no deja de lado los relatos a los que nos hemos referido (y que también se han publicado al margen del Diario), pero se centra en los pasajes autobiográficos y en lo que podríamos llamar crónica judicial. Nada refleja mejor el estado de una sociedad que sus hechos criminales. “El misterio de un crimen –escribió Emilia Pardo Bazán– es su psicología, los abismos del corazón que descubre, la luz que arroja sobre el alma humana, sobre el estado social de una nación, sobre una clase, sobre algo que rebase los límites de la caja de caudales, la cómoda o el armario forzados, el baúl destripado, la cartera sustraída”.
            A Dostoievski le interesan sobre todo los crímenes que tienen lugar en el seno de la familia, lo que hoy denominaríamos violencia doméstica. Los casos de maltrato infantil le afectan especialmente, como a nosotros los lectores. El desarrollo uno de esos procesos, el de la joven Kornilova, acusada de arrojar a su hijastra por la ventana, lo podemos seguir a lo largo de varios capítulos y constituye –como indica el prologuista– uno de los hilos narrativos que unifican estas páginas aparentemente tan caóticas.
            Abundan también las polémicas literarias, políticas, directamente personales. Dosteivski, desde el punto de vista ideológico, parece tener las cosas claras: es un nacionalista y un regeneracionista, quiere la grandeza de Rusia sin interferencias extranjeras, pero siempre encuentra una réplica a cualquier rotunda observación, es un escritor en continua discusión consigo mismo; su dogmatismo está lleno de grietas por las que se vislumbran los enigmáticos claroscuros de la realidad.
            No faltan los apuntes costumbristas, los aguafuertes de la vida de Rusia trazados con mano maestra. Tampoco, aunque Víctor Gallego Ballestero, ha tratado de reducirlos al mínimo, las divagaciones sin interés, las alusiones a olvidados personajes que no se salvan con una nota a pie de página.
            Dostoievski era un escritor profesional que cobraba a tanto la página, por lo que a veces daba la impresión de extenderse sin necesidad y de que no tenía tiempo (al contrario que su rival Turgueniev) para entretenerse en primores de estilo; además se contradecía con frecuencia. A sus detractores no les resultaba difícil encontrar argumentos para combatirle. Pero sin esos defectos le habría resultado imposible llegar a ser el escritor que aún nos asombra.
            El nervioso lector actual se impacientará a veces con este volumen misceláneo, como con cualquiera de sus afamadas novelas, pero si sabe resistir la tentación de abandonar recibirá su recompensa: nadie como Dostoievski supo ver los abismos de la condición humana.  

1 comentario:

  1. Felicidades por la impecable tipografía. Muy bien utilizadas esas comillas redondas y también la cursiva. Solo corregir un doble espacio antes de “Cinco horas con Mario”.

    ResponderEliminar