La Habana en un espejo
Alma Guillermoprieto
Literatura Random
House. Barcelona, 2018.
¿Qué tienen que ver la revolución cubana y la danza moderna?
Alma Gillermoprieto ha sabido unir ambas en un libro que tiene toda la ajustada
precisión de sus crónicas latinoamericanas y es a la vez una espléndida novela
autobiográfica.
Más de
treinta años después, recrea la autora un episodio crucial en su vida: los
meses que pasó en La Habana como profesora de la Escuela Nacional de Danza. El
prólogo nos advierte que no llevó un diario en aquellos años, que las cartas
que incluye son reconstrucciones, lo mismo que los diálogos, que buena parte de
los personajes están inspirados en varios personas reales, no en una sola.
Ella
insiste, sin embargo, en que, aunque no constituye “un relato histórico y
fidedigno” de su vida durante seis meses de 1970, La Habana en un espejo “tampoco es una novela”. A pesar de sus
palabras, lo es: una novela sin ficción, como las que ha escrito y teorizado sobre
ellas a menudo Javier Cercas. La imaginación creadora se pone al servicio de la
reconstrucción de la realidad vivida, no de la creación de mundos ficticios y verosímiles,
como en la novela realista.
Pero esas
disquisiciones teóricas tienen muy relativa importancia. Desde la primera línea,
la sensación de verdad es grande. El primer capítulo nos lleva al Nueva York
apasionante, creativo y amenazador de finales de los sesenta. Manhattan era a la vez un imperio mágico
propicio a todas las aventuras estéticas y una isla sitiada: “Ya algún ladrón
había saqueado y medio destruido el apartamento que compartía con mi madre. Ya
habían asaltado el apartamento de Graciela y Sheila (más tarde se habrían de
encontrar con el ladrón en el ómnibus). Violaron a una conocida. Convivíamos
con los asaltos y la violencia como con la plaga de cucarachas, que era la
fauna nativa de las cocinas neoyorquinas”.
Tres
figuras centrales de la danza moderna –la alcoholizada Martha Graham, ya
entonces una torturada y torturadora estrella; el apolíneo y distante Merce
Cunningham; la siempre sorprendente Twyla Tharp– son evocadas con trazo maestro.
También sus compañeras bailarinas, capaces de todos los sacrificios por un
abstracto triunfo que no parecía traer consigo ninguna recompensa.
Tras el
espléndido primer capítulo –pocas veces se ha dicho más en menos páginas–, el
núcleo del libro, sin abandonar el mundo de la danza, se centra en otro tema no
menos apasionante: la revolución cubana, vivida en el momento de su máxima ambición
y su primer gran fracaso, la zafra de los diez millones.
La Alma
Guillermoprieto, aclamada periodista, que escribe, con mano maestra, La Habana en un espejo, no es la
insegura, tímida, atormentada adolescente que la protagoniza. Una no entiende
del todo lo que está pasando entonces en Cuba; la otra lo entiende demasiado
bien, pero no cae en el error de proyectar los venideros y crecientes desastres
sobre lo que era todavía para muchos un ilusionante presente.
No oculta
Alma Guillermoprieto las grietas de aquella Habana que se creía capital de un
mundo más justo; tampoco las acentúa. Fidel Castro aún conserva en este tiempo
su perfil de héroe clásico y la autora se cuida de subrayarlo.
No es La Habana en un espejo una fidedigna
crónica –cada dato adecuadamente chequeado– como las magistrales que Alma
Guillermoprieto dedicaría después, cuando abandonara el mundo de la danza, a
las matanzas y a los exilios de Latinoamérica, pero vale como la mejor crónica,
como el retrato más fidedigno de un escenario en el que, de algún modo, se
estaba decidiendo el destino del mundo.
Lo que
diferencia a este libro sobre la Cuba de Fidel Castro de los innumerables
libros que se han escrito sobre esa Cuba que iba de fracaso en fracaso hasta la
imposible victoria final, es el personaje de la protagonista, que coincide con
la narradora y es al vez alguien completamente ajeno a ella. Atormentada,
insegura, con tendencias suicidas, se trata de un gran personaje de novela
–inolvidable como Ana Ozores o el protagonista de El guardián entre el centeno–, aunque este libro no sea, como
quiere la autora, sin dejar por ello de serlo, como pienso yo, una novela.
Es una
espléndida novela de formación, o Bildungsroman, y además el mejor compendio
para entender la danza moderna –tan minoritaria, tan rupturista hoy como
entonces– y la carcoma de dogmatismo y voluntarismo que lastró desde sus
comienzos una de las más audaces aventuras políticas del siglo XX.
¿Seguirá siendo Cuba el lugar donde te aclimatas o te aclimueres?
ResponderEliminarOjalá se le pudiera preguntar por Martha Mahr
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