sábado, 9 de noviembre de 2019

El mar y las ciudades





Las ciudades del mar
Josep Pla
Destino. Barcelona, 2019.

El Josep Pla de después de la guerra, como el Baroja de los años finales, siempre defrauda un poco. Muchos de sus libros están hechos con notas dispersas, juntadas sin ton ni son, en algún caso por mano ajena al autor, aunque no se trata de libros póstumos.
            Las ciudades del mar se publicó por primera vez en 1942, reuniendo artículos escritos a partir de los años veinte. No se había vuelto a reeditar desde entonces, aunque varios capítulos se incluyeran en otros libros, en catalán o en castellano.
            Xavier Pla, en la nota a la edición, nos cuenta las peripecias editoriales del volumen, con datos que sobran y otros curiosamente incompletos (como el relativo a la serie “Diario de un viaje a Mallorca”), pero todos ellos resultan impertinentes en el lugar en que aparecen: deberían ir después del prólogo de José Carlos Llop y en cuerpo menor, como invitando al lector a saltárselos, que es lo que conviene hacer.
            El título Las ciudades del mar “es quizá ligeramente impropio” señala el propio autor al comienzo del libro. Y ciertamente no siempre se habla de ciudades ni siempre esas ciudades –es el caso de Sofía, la última en aparecer– están junto al mar. Importa poco eso. En lo fundamental, como también indica, “es un libro de sensaciones del Mediterráneo”, aunque él hubiera preferido “un libro de ideas”.
            Pero en Pla, como en tantos otros escritores, son preferibles las sensaciones a las ideas. Sus “Recuerdos de Italia” abundan en divagaciones sobre pintura que nos aburren un poco. La prosa de Pla alza el vuelo cuando evoca, en pocas páginas, la magia de determinadas ciudades: Arezzo, Orvieto, Perugia, Siena. Destaca, entre la serie, Rávena, “taciturna y solitaria, lejana y desencajada”. La Italia que conoció Pla es la Italia del fascismo, aunque estas evocaciones prescindan de referentes políticos. No, afortunadamente, de fragmentos que las acercan al poema en prosa, un poco a la manera del cronista viajero más famoso en el comento en que comenzó a escribirlas, Gómez-Carrillo.
            Los viajes que Pla nos cuenta en este libro son viajes en barco, en destartalados barcos de vapor o en veleros, no en cruceros de lujo, y eso forma parte de su encanto. Se trata de viajes en el espacio que son también para nosotros viajes en el tiempo. Todavía ciertas escalas de levante tenían un aire medieval: “Las aguas del Adriático, como las de los mares de Grecia, son aún las más pobladas –aunque vayan disminuyendo– de barcos de vela, de velas latinas y de velas de cuadro, de foques y de trinquetes. Y estas formas gráciles son como ventanas abiertas sobre un pasado irreversible, remoto, lejano…”
            Con apresuramiento periodístico y continuos aciertos expresivos, sin excesiva preocupación por la corrección gramatical, escribe Pla. Unas veces se queda quizá en el apunte superficial, pero otras –“Fragmento sobre Estambul”, “En los Balcanes”– acierta a evocarnos en cuatro trazos ciudades que son y no son lo que entonces eran. Cuando visita Santa Sofía, todavía seguía convertida en mezquita y sus fascinantes mosaicos se encontraban cubiertos, pero el color y el bullicio de las calles del viejo Estambul siguen siendo los mismos.
            Bucarest le desilusiona, pero en Sofía encuentra la mejor calle de los Balcanes, la avenida del Zar Libertador, que tantos años y tantas revoluciones después continúa casi exactamente como él la describe, con sus seductores palacios, su iglesia rusa y su aire vienés.
            Viajes en el espacio y en el tiempo, ya dije, los que nos cuenta Pla. Qué lejos la Mallorca de hoy –lo sabe bien Llop, su mejor cronista contemporáneo– de la que se encontró Pla en su primer viaje, allá por 1921. O la Croacia que formaba parte de Yugoslavia de la Croacia actual. Pero algo, o mucho, se mantiene.
            Un libro para viajar soñando o para meter en la maleta e ir leyendo mientras nos acercamos a Cerdeña, tan bien descrita, o a la destartalada Atenas, sobre las que siguen brillando, entonces como ahora, los mármoles de la Acrópolis.


           

2 comentarios:

  1. Me imagino que los artículos del libro que acaba de reeditar Destino (no conozco la edicion de los años 40) están contenidos en la edición de las obras completas de Pla que publicó Destino. Yo tengo varios tomos de la edición de 1970 y por lo que dices en la reseña deben ser artículos recogidos en "Les illes", "Les escales de Llevant" y "En mar"

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