Imágenes
iluminadas (Antología poética 1916-1941)
Ernesto
López-Parra
Editorial
Ulises. Sevilla, 2020.
No cabe duda de que Pablo Rojas, que ha dedicado un volumen a la figura de Ernesto López-Parra y editado a Guillermo de Torre, conoce bien la literatura de los años veinte, pero tampoco a mi entender caben muchas dudas de que Imágenes iluminadas no contribuirá como debiera al rescate del desconocido poeta.
Escritores olvidados hay muchos, que merezcan salir de ese olvido bastantes menos. Ernesto López-Parra lo merece: ha escrito un puñado de poemas memorables. Pero Pablo Rojas nos los ofrece entremezclados con versos de adolescencia o de ocasión, con apolillada retórica modernista o con imitaciones del Romancero gitano.
¿Quién fue Ernesto López-Parra? Fue un coetáneo de la generación del 27 (nació en 1895) que participó en el ultraísmo, aunque sin tomársela demasiado en serio. En La novela de un literato cuenta Cansinos Assens que, en la velada ultraísta celebrada en la Parisiana en 1920, leyó unos versos de corte rubeniano que fueron los que más gustaron y que serían ovacionados al grito de “¡Esto es otra cosa…, esos son versos…, fuera los ultraístas!”
A Ernesto López-Parra, a pesar de que colaboró en todas las revistas del movimiento, acabaron expulsándole del mismo. Póstumamente, sin embargo, sus versos solo han aparecido en alguna antología del ultraísmo.
Ernesto López-Parra era un republicano que se fue radicalizando durante los años treinta. En las memorias de Cansinos Assens, muestra su desengaño: “¡Esta es una República de monárquicos y cavernícolas! --grita en el café Ernesto López-Parra, el poeta toledano, tránsfuga del Ultra, hijo de un padre republicano y masón, al que los neos le hacen la vida imposible en su ciudad--. ¿Querrán ustedes creer que la otra noche, en Toledo, los guardias nos mandaron callar a mí y a unos amigos míos porque estábamos cantando La Marsellesa?”
Su apoyo a la
revolución del 34 le llevó a la cárcel. Tras la guerra civil sería condenado a
muerte. En 1941 murió, enfermo de tuberculosis, en el penal de Ocaña. Había
publicado tres libros: Poemas del Bien y del Mal (1920), La imagen
iluminada (1929) y Auroras rojas (1936).
En su antología,
Pablo Rojas entremezcla poemas de esos tres libros con otros aparecidos solo en
revistas y los divide en cuatro partes. Les añade otras dos secciones de textos
inéditos: “Friso español” y “Carcelera”.
Comienza la
antología con un poema inédito que el padre del poeta, amigo de Galdós, le
envío al novelista en 1916 para que le dijera si su hijo tenía o no talento. Se
trata de un ejemplo de manida retórica modernista (“Diabólico mundano Don Carnal piruetea… / Pierrot y
Colombina lloran junto a Arlequín…), que no anima mucho a seguir leyendo y que
quizá podría incluirse como curiosidad en un apéndice.
No es el único
caso de desafortunado rescate. En “Poesía iluminada”, la segunda parte de la
antología, tras una selección muy desigual del libro Imágenes iluminadas,
se incluyen dos sonetos de ocasión escritos para la reina de las fiestas de
Talavera de la Reina en 1929 y publicados en un periódico local.Una de las secciones inéditas, “Friso español”, se dedica a cantar –muy tópicamente-- las regiones españolas y parece escrito en la cárcel para participar en algún concurso –quizá propiciado por la revista Redención-- o para congraciarse con las nuevas autoridades (puede compararse el poema dedicado a Asturias en esta serie con los que se le dedican en Auroras rojas, donde por cierto se habla del puerto gijonés “del Museo”, en lugar de “del Musel”).
En la sección última, “Carcelera”, se encuentran algunos de los más conmovedores poemas del volumen, los que nos demuestran que López-Parra era algo más que un epígono del modernismo o un tránsfuga ultraísta: algunos sonetos (“¡No le llores mujer!”, “Odio a la plebe de carroña inmunda”, “Ese alerta”); algún romance “El reloj cuenta en la cárcel…”); la repulsa de “El nuevo Cristo”, el Cristo de los vencedores: “Este Dios, lleva oculto en las espinas / de la corona cruel de su martirio / los dos cuernos del Diablo, y en sus ojos, / de Luzbel el dramático estrabismo”. Destaca también “No puedo más”, donde el poeta sueña con el suicidio.
Pero estos
poemas confesionales e inolvidables, Pablo Rojas ha tenido a bien
entremezclarlos con otros, como “El alarife del rey” que no pasan de ejercicios
de trasnochada retórica (quizá se conservaran en las mismas carpetas y fueran
escritos también en la cárcel, pero el antólogo debería haber sabido
discriminar).
Aunque haya en
ella un puñado de poemas verdaderos, están tan entremezclados con otros sin
interés, que dudosamente este antología rescatará del olvido a Ernesto
López-Parra, un poeta sin duda menor, pero también verdadero en sus varios
tonos: el de la machadiana denuncia de la Castilla tradicional, “tedio, pereza
y fanatismo”; el posmodernista a lo
Fernando Fortún o Andrés González-Blanco ( “Yo adoro a esos humildes poetas que
soñaron, / tal vez, con los inciertos laureles de la gloria”); el que jugó con
la nueva estética vanguardista (“Nocturno de la ciudad”, “Casa vacía”), incluso
el de la ingeniosa “Novela en los ojos”, que algo tiene de renovada dolora campoamoriana, para terminar con la
media docena de poemas carcelarios que le dan un lugar de honor en cualquier selección
sobre el tema.
Aunque discrepo de algunas de sus afirmaciones, respeto lógicamente sus opiniones como crítico literario de larga trayectoria que es. Sin embargo, sí me parece importante aportar al lector que pase por estas páginas alguna información relevante sobre la figura de Ernesto López-Parra referida a la insinuación de que este poeta pudo escribir en Redención o congraciarse con el régimen franquista. Funda dicha teoría en los versos del apartado "Friso español". En primer lugar desconocemos cuándo escribió López-Parra dichos versos que figuran entre los manuscritos que guarda su familia. Por otra parte, si vamos al contenido, aunque, como apunta, resuenan muchos tópicos sobre las distintas regiones españolas, por ninguna parte asoma la retórica imperial franquista típica de la época en ellos. Por otra parte, en el poema dedicado a Navarra aparecen menciones al "Guernikako arbola" que resultarían del todo inaceptables para los jerarcas franquistas.
ResponderEliminarErnesto López-Parra no escribió nunca en Redención, ni se plegó a las tesis de los vencedores. Basta leer sus poemas "La dama y el jayán" u "Odio a la plebe de carroña" para corroborarlo. De lo que no queda duda es de que murió víctima de la tuberculosis en el penal de Ocaña en donde estuvo preso a causa de su militancia republicana.
Aunque veo que ha echado un ojo al libro de Cansinos en el que aparece alguna breve mención al poeta talaverano de la época del ultraísmo y la segunda república, quien quiera saber algo más de su tránsito por la cárcel debe recurrir a las memorias de Florentino Hernández Girbal y a la novela de Ángel María de Lera La noche sin riberas en donde aparece convertido en personaje de ficción bajo el nombre de Ernesto Lopérez. Coincidió con los dos en la cárcel de Ocaña.
Cuando yo era díscolo me matricularon, para acabar el bachiller, en el Seminario.Alli tuve el mejor profesor de toda mi vida, José Manuel Gutierrez Inclan.Especialista en la Republica nos hablaba de la teoría de que todos los males venían de la Ilustracion.
ResponderEliminarMe acuerdo de el perfectamente.
Público unos artículos en "Historia y Vida". Más que interesantes, habla de la imposibilidad de seguir con la monarquía, de la relación Iglesia_Estado, de Manuel Azaña. Era cura, pero murió joven.
ResponderEliminarEl periodista Fernando Canellada, que estudió conmigo, quizá se acuerde.
"Era cura, pero murió joven". Frase para la Historia.
ResponderEliminarO sea, que no se curó (perdón, ya sé que es malo. El confinamiento)
EliminarPues si, ya lo había pensado
ResponderEliminarBenito, hay gente que se lo tienes que explicar todo, no deducen. Analicemos la frase, "Era cura, pero murió joven".
ResponderEliminarEstaremos de acuerdo en que la mayoría del clero se cuida (habrá excepciones). No hablo de ningún accidente, luego se supone que murió de muerte natural(de un infarto)
Cambiemos la frase, "se cuidaba mas murió joven",¿se entiende ahora?