jueves, 17 de noviembre de 2022

Las cuentas claras

 

Un hogar en el libro
Antonio Rivero Taravillo
Newcastle Ediciones. Murcia, 2022.

Las librerías, como todas las especies en peligro de extinción, gozan de muy buena prensa. Abundan las novelas, las películas, que tienen por protagonista a un heroico librero o librera, alma de su barrio, consejero espiritual de sus clientes más que clientes amigos, que lucha contra feroces dragones: las inmobiliarias, las cadenas de estandarizadas librerías o de comida rápida.

            La realidad se parece poco a esa idealización romántica, que encandila sobre todo a quienes hace tiempo que han perdido la costumbre de frecuentar librerías.

            Antonio Rivero Taravillo, en Un hogar en el libro, deja constancia de su paso por una librería que, aunque formaba parte de un gran grupo, tenía un carácter singular: la Casa del Libro, de Sevilla, inaugurada con él al frente en 2001 y de la que fue despedido, con quizá no muy buenos modos, cinco años después. No ha pasado mucho tiempo, ni siquiera dos décadas, y ya el mundo es otro, ya no sería posible una experiencia semejante.

            Un hogar en el libro tiene algo de novela de no ficción con un toque de relato costumbrista que a veces se aproxima al género negro. No escasean los ajustes de cuentas, a los que tan propicia resulta esta clase de obras, pero sin exceso de nostalgia: aquel abrupto final supuso un principio. A partir de entonces. Antonio Rivero Taravillo se convirtió en un escritor profesional, cultivador de los más diversos géneros, de la poesía al relato de viajes y a la novela; también biógrafo (a él se deben las precisas biografía de Cernuda y Cirlot) e incansable traductor.

            La Casa del Libro original, fundada en los años veinte, fue la primera gran librería española y está ligada a la historia de nuestra cultura. Baste decir que en el edificio de la Gran Vía madrileña, que se construyó exprofeso para albergarla, estaba la redacción de Revista de Occidente y tenía su despacho Ortega. Cuando la compró el grupo Planeta, decidió convertirla en el centro de una cadena de librerías.

            Antonio Rivero Taravillo no solo nos cuenta los avatares de la inaugurada en Sevilla, en el mejor lugar, con una gran inversión que desde el principio comenzó a ser rentable, también ofrece capítulos de su autobiografía, centrándose especialmente en su iniciación lectora.

            Aunque experto en literatura de lengua inglesa (especialmente irlandesa), aunque reconocido traductor, aunque dirigió durante una década una librería inglesa de Sevilla, nos sorprende indicándonos que no terminó sus estudios universitarios. No es el único caso —ahí está, por ejemplo, Juan Manuel Bonet— de quien sin llegar a licenciarse ocupa los más destacados puestos de su especialidad. Algún día habrá que indagar en la relación entre el desarrollo de ciertos plurales talentos y la falta de ciertos requisitos administrativos que les evita presentarse a oposiciones muy a menudo castradoras.

            El negocio del libro puede no ser un negocio como los demás, pero es también un negocio que, como cualquier otro, necesita ser rentable para poder subsistir. El éxito de la Casa del Libro sevillana, en la etapa en la que la dirigió Rivero Taravillo, se debió a que no solo tenía los libros que se encuentran en cualquier otra librería, los libros de gran venta, sino también muchos que solo se encontraban en ella —ediciones minoritarias, incluso de autor, rarezas varias—, y a ello se añadía una buena selección de revistas literarias, que dejan poco margen de ganancia, pero que fidelizan a algunos de los mejores lectores. Además quiso convertirla en un centro cultural, donde no solo hubiera las habituales presentaciones, sino también talleres literarios y otras actividades.

            Pero no solo habla de la librería a la que logró impregnar de su personalidad Rivero Taravillo. También se ocupa de la competencia, especialmente de la cadena sevillana Beta, que descalifica con trazos gruesos, y de las nuevas editoriales que se fueron creando por entonces, Lo hace sin obviar pequeños detalles que otros habrían tenido el cuidado de evitar. De la editorial Periférica dice “que se benefició en su difusión, al menos en el suplemento Babelia, de que el recientemente fallecido Julián Rodríguez fuera hermano del redactor Javier Rodríguez Marcos”.

            Hay elementos de novela negra. Comenzaron a llegar correos falsos en los que supuestamente Rivero Taravillo denigraba a escritores y colegas, anónimos a su pareja denunciando líos de faldas, acusaciones de acoso sexual. Cuando lo denunció a la policía, el agente que le atendió le dijo: “En estos casos, el culpable suele ser quien la víctima cree que es”. Y el autor deja pistas para que sepamos quién fue. Como en cualquier historia, no faltan las amistades traicionadas: “No descubro nada si agrego que hay personas que llevan muy mal saber que deben algo a alguien”.

            La experiencia concluye con un giro de guion, “tan trágico como el nudo argumental de una tragedia de Shakespeare”. Pero finalmente todo fue para bien, según ya hemos indicado, y si el negocio editorial perdió a quien podía haber sido un importante ejecutivo, la literatura ganó a un autor estajanovista y polifacético.



           

2 comentarios:

  1. Convendría, en aras de la "verdad" -si esta algo es-, no idealizar. Si hubo alguna "edad de oro" de las librerías en Sevilla hay que enumerar algunas que ya no existen: "Al-Andalus", en Roldana, Montparnasse, en Don Remondo; Renacimiento, en Mateos Gago; Antonio Machado, en la esquina del Salvador (del hoy denostado o aplaudido, según tendencias, Alfonso Guerra) ... Otras, pocas, siguen con mayor o menor fortuna "luchando". Yerma, en Recuerda Rubio o Palas, en Asunción, no pueden obviarse. Caótica, en José Gestoso (antes Extravagante, en otra "Alameda") o La Fuga, en Conde de Torrejón, también merecen reconocimiento. Sin duda, olvido otras; las de "viejo", por supuesto. La Casa del Libro de Velázquez (hoy hay dos establecimientos más en la ciudad con la misma denominación), fue, no se le puede negar el pan y la sal, importante. Mucho, pero no tanto.
    Comentar, de paso, que conseguir en Sevilla algunas revistas literarias, si no se pertenece al "establishment" intelectual de la ciudad, puede resultar complicado. Pero ojo, algún libro editado en "Valencina" también puede resultar difícil de encontrar. ¡Ah!, Taravillo, aparte de los méritos enumerados por el reseñador, pertenece, para bien o para mal, al mencionado "establishment".

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  2. Supongo que tendrá una explicación más o menos prosaica y no tiene mucho interés la anécdota , pero lo cuento porque al leer esta entrada de la relación de Rivero Taravillo con la Casa del Libro , lo he relacionado con algo que me pasó en la Casa del Libro de Madrid hace unos meses al ir a comprar una edición bilingüe de poemas de Keats antologados y traducidos por Rivero Taravillo , la veleta 2005 Granada y que fueron premio andaluz de traducción el año 2005. El caso es que hubo revuelo y consultas entre los dependientes porque no aparecía en el ordenador , lo buscaron de varias formas sin éxito y me lo acabaron cobrando a un precio muy barato para una edicion no en tapa dura pero bonita, 10 euros creo. Supongo que a alguien se le despistaria.

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