Manuel Alberca
El pacto ambiguo
El Toro Celeste. Madrid, 2024.
Manuel Alberca es uno de los
principales estudiosos de la literatura biográfica y autobiográfica. Y no solo
eso, es también autor de una de las mejores biografías que se han dedicado a un
escritor español, La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán.
En
2007 resultó pionero en el estudio de un género o subgénero que se puso de moda
entre dos siglos, la autoficción, donde el autor dejaba de hablar de sí mismo
en primera persona, como en la autobiografía y en las memorias, para hacerlo en
tercera como si fuera un personaje más de la narración. Lo títuló, muy
acertadamente, El pacto ambiguo, porque ponía en cuestión el pacto
autobiográfico que garantizaba la verdad, o la intención de verdad, de lo que
se contaba en primera persona cuando coincidían el narrador y el autor.
El término “autoficción” fue al parecer empleado por
primera vez en 1977 por un escritor francés, Serge Doubrovsky, aunque su
sentido no fuera exactamente el mismo que adquiriría después: se refería a una
autobiografía que no se limitara al relato lineal de los hechos de una vida,
sino que utilizara todos los recursos estilísticos y estructurales propios de
la ficción, incluidas las aportaciones de la vanguardia: juegos de palabras,
historias alternadas, fragmentarismo.
La
autobiografía –como el diario íntimo-- es un género mixto, tiene que ver con la
historia, con el documento, y con la literatura. Doubrovsky quería alejarse del
simple documento notarial para acercarse a la gran literatura. Escribir En
busca del tiempo perdido, para entendernos, sin recurrir al procedimiento
habitual de la novela autobiográfica. Algo semejante quiso hacer por entonces,
o unos años antes, el llamado nuevo periodismo: contar la realidad con las
herramientas de la ficción. En la misma línea iba la novela de no ficción, con
las iniciales obras maestras Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, y A
sangre fría, de Truman Capote.
La autoficción sería otra cosa: el autor habla de sí
mismo, en primera o tercera persona (el Vilas o el gran Vilas de los versos y
las prosas de Manuel Vilas) entremezclando verdad y ficción, lo vivido y lo
soñado.
A las cerca de quinientas páginas de la primera edición
de El pacto ambiguo, se le añaden ahora doscientas más que, junto a
algunas reiteraciones, comentan nuevos ejemplos de autoficción o practican un
género, el diario personal, no frecuente en los estudios críticos. En el
prólogo, sin incurrir en la falsa modestia habitual, se enorgullece el autor
del éxito de su investigación en los trabajos académicos: es una de las obras
más citadas en su especialidad.
Pero sin negar el mérito a este inmenso trabajo y a la
capacidad de Alberca para alternar teoría (o lo que en los estudios literarios
se entiende por tal, con frecuencia vagas generalidades) y crítica literaria, ni
su buen estilo ensayístico o la precisa atención a la literatura actual, quizá se
le podrían poner algunos reparos. El primero, que el libro habría ganado si además
de añadir algunas páginas para ponerlo al día se eliminaran algunas otras. Y no
se trata solo, ni fundamentalmente, de prescindir de repeticiones (a veces
conviene insistir en los conceptos fundamentales), sino de evitar confusiones
entre aquellas materias que se trata de diferenciar de la autoficción: la
biografía, la novela autobiográfica y la novela en clave.
El
inventario de autoficciones españolas e hispanoamericanas que se ofrece como
apéndice nos lleva a pensar que el propio autor, el mayor experto en la
materia, a fuerza de distingos ha acabado por no tener las cosas claras. ¿Una
autoficción el tomo de las memorias de Baroja titulado Familia, infancia y
juventud, Anatomía de un instante de Cercas, Paradiso de
Lezama, Troteras y danzaderas de Pérez de Ayala? Autobiografía en el
primer caso y en los demás crónica de un acontecimiento histórico (el 23-F),
novela autobiográfica, novela en clave. De poco sirve el concepto de
autoficción si toda ficción en que podamos encontrar algún elemento
autobiográfico se incluye en él.
Sobrarían en El pacto ambiguo las no escasas páginas
en que el autor habla por extenso de obras que no tienen que ver con la
autoficción, sino con la novela autobiográfica, como ocurre con La
sensualidad pervertida de Baroja. Sorprenden un poco, por imprecisas, las
referencias a la relación entre Galdós y Emilia Pardo Bazán. ¿Es La
incógnita una transposición del dolor que le produjo a Galdós una
infidelidad de Pardo Bazán? No lo
parece, o no parece que sea eso lo fundamental (también se habló como inspiración
de un crimen ocurrido por esas fechas), y no es cierto, como afirma, que “unos
años después” volviera a utilizar el mismo asunto en Realidad, ya que
se escribió a continuación de La incógnita y cuenta los mismos
hechos desde el interior de los personajes. Tampoco parece que “Doña Emilia”
diera “cumplida respuesta a “don Benito” en Insolación publicada el
mismo año.
Si menos es más, como afirma el minimalismo, también es
cierto que más es menos. A propósito de
Rafael Sánchez Ferlosio señala que, en El Jarama, “de manera explícita
el autor dejó su huella nominal entre las objetivistas razones del discurso
narrativo neorrealista”. La huella consistiría en el nombre de un personaje secundario,
Rafael Soriano Fernández, cuyas iniciales consistirían con las del autor. Sea
casual o sea deliberada esta coincidencia, ¿qué tiene que ver semejante minucia
con el estudio de la autoficción?
Pero estos reparos no disminuyen el valor del libro como
pionero en el análisis de un género, que si no nuevo del todo (entre sus
antecedentes se encuentra alguno tan prestigioso como la Comedia de
Dante), sí alcanza un desarrollo inusitado en las últimas décadas
convirtiéndose en algo más que una moda, en símbolo y síntoma de los cambios
producidos en la sociedad contemporánea.
"el libro habría ganado si además de añadir algunas páginas para ponerlo al día se eliminaran algunas otras."
ResponderEliminarel libro habría ganado si, además de añadir algunas páginas para ponerlo al día, se hubieran eliminado otras.
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"el diario personal"... ¿pleonasmo?
Ese "diario personal" sería diferente del "diario íntimo"? ¿Y no falta en la categoría "el diario íntimo novelado" de Trapiello, puesto que su título entero es "El Salón de pasos perdidos. Una novela en marcha"?