Jorge Urrutia
De una edad tal vez nunca vivida
Edición de José María Fernández Vázquez
y Consuelo Triviño Anzola
Cátedra. Letras Hispánicas. Madrid, 2025.
¿Basta editar un libro en una
colección de clásicos para que se convierta en un clásico? ¿Conviene anotar una
obra contemporánea que se publica por primera vez completa como si se tratara
del Quijote o de La vida es sueño? Estas cuestiones nos plantea De
una edad nunca vivida, unas fragmentarias memorias de infancia (y algo más)
publicadas por Fernández Vázquez, profesor universitario, y Triviño Anzola,
narradora y profesora colombiana, ambos discípulos y amigos del autor, Jorge
Urrutia, quien ha colaborado activamente en la edición.
De las más de doscientas notas que interrumpen la lectura
de los breves capítulos, sobran unas doscientas. Baste un par de ejemplos. Se
enumera en el texto a “Cervantes, Manrique, Blas de Otero, Aleixandre”. Y los
anotadores nos aclaran a pie de página: “Manrique es el poeta medieval Jorge
Manrique; Blas de Otero, célebre poeta de posguerra; Aleixandre, se refiere al
premio nobel de la generación del 27”. Menos mal que tienen la deferencia de no
aclararnos quién es Cervantes. ¿A qué tipo de lectores pensarán que se dirigen?
¿A alumnos de primaria o a adultos de dentro de trescientos años?
En
el mismo párrafo, se menciona a Moliere y la nota correspondiente dice:
“Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), el célebre dramaturgo francés que firmaba
como Moliere”, que es como anotar el nombre de Azorín para informarnos que se
trata de José Martínez Ruiz, “el célebre escritor español que firmaba como
Azorín”. También se nos aclara que Marlon Brando “es un célebre actor
estadounidense”.
Otras
notas son más sustanciosas. Aparece la sopa de picadillo y los aplicados
anotadores no dudan en ofrecernos la receta: “La sopa de picadillo, típicamente
andaluza, lleva entre los fideos carne de pollo y huevo duro convenientemente
picados. También puede llevar un chorrito de vino de jerez”.
Un “chorrito de sentido común” no le vendría mal a quien
se dedica a editar y anotar textos ajenos, sobre todo si son profesores
universitarios de literatura, supuestamente especialistas en la materia.
De una edad tal vez nunca vivida se publicó por
primera vez en 2010, “en una colección dedicada exclusivamente a la poesía, lo
que sin duda limita el público”, según los editores. Ahora, completada con
cinco capítulos inéditos, lo hace en otra dedicada a los clásicos –también a
los clásicos contemporáneos y a alguno que sueña con serlo-- que me temo
limitará más el público.
La
mitad de las páginas del volumen la constituye la biografía del autor y un
análisis minucioso de su obra en prosa y verso. Jorque Urrutia, nacido en 1945,
es hijo de Leopoldo de Luis, represaliado del franquismo y uno de los poetas
destacados de los años de posguerra. Catedrático universitario, director del
Cervantes de Lisboa, estudioso de la literatura y de las relaciones entre cine
y literatura, en los años setenta, escribió una poesía influida por las teorías
lingüísticas y semióticas entonces de moda que ha envejecido mal. Luego, como
Carnero o Talens, cambio de rumbo, se acercó a campos más experienciales y
menos experimentales, pero nunca se le tuvo muy en cuenta en recuentos y
antologías. El poeta quedó un poco desdibujado detrás del investigador.
Estas memorias familiares están formadas por breves
capítulos que muy a menudo se aproximan al poema en prosa. El modelo inicial
está en Platero y yo (Jorge Urrutia es uno de los mayores especialistas
en la obra de Juan Ramón Jiménez), pero también dejan su huella otros autores,
de Cernuda al Blas de Otero de Historias fingidas y verdaderas. Muchas
de esas piezas breves tienen valor independiente, pueden leerse como poemas de
rara intensidad. “El ciego sol se estrella en las duras aristas de las almas”
comienza “Canción de gesta”, reescritura de uno de los más conocidos poemas de
Manuel Machado.
Jorge Urrutia nos habla de un tiempo sombrío, el de la
posguerra española, y de dos lugares, el Madrid de la familia paterna, y un
pueblo andaluz, Jimena de la Frontera, lugar de nacimiento de la madre y en el
que pasó los veranos de su infancia. Abundan los recuerdos de la guerra, oídos
contar a la madre (el padre, combatiente republicano luego encarcelado,
prefería no hablar de ella). Hay costumbrismo, protesta, lirismo y un
sorprendente entramado de citas literarias, de versos ajenos que sirven para explicar
la propia vida.
Del
abuelo paterno del escritor, Alejandro Urrutia, un personaje singular que
aparece en varios capítulos del libro, se habla mucho en el prólogo y en las
notas; también se menciona repetidas veces a Francisco Umbral, pero se calla la
relación entre ambos, descubierta y hecha pública por el propio Jorge Urrutia.
Umbral, que siempre fantaseó sobre su padre desconocido, era hermano de
Leopoldo de Luis. Esa historia, con toques de melodrama, quizá se cuente en uno
de esos textos inéditos que los editores quisieron incorporar a esta obra y que
el autor prefirió dejarlos para otra ocasión.
No importa que algunos capítulos parezcan necesitar
alguna reescritura, como el que teoriza sobre la lengua materna, o estarían
mejor en otra obra, como “Memorial de Santa Helena”. Importan más los aciertos
de sutileza, sabiduría y emoción. Hasta este libro se podía tener alguna duda
sobre si Jorge Urrutia, benemérito estudioso de la literatura española, formaba
parte de la literatura española o si podían aplicársele los versos que, con
falsa modestia, escribió Cervantes: “yo que tanto trabajo y me desvelo / por
parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo”. Cualquier
duda desaparece con De una edad tal vez nunca vivida, un libro que aún
espera una edición adecuada en la que el texto sea el protagonista y no un San
Sebastián acribillado de notas, un pretexto para que los editores luzcan su
erudición o simplemente hagan el ridículo.
No lo he leído mucho, casi nada ( a su padre sí, grandísimo poeta) pero me llama la atención que una antología suya se llame "Será presente lo que ya es pasado", y dos años después publique otra con el título de "Presente continuo". Veo su poesía simbolista, sí, pero un tanto irracional o al menos yo no la entiendo o no me llega. Con la crítica me he reído un montón ( lo de los "chorritos" no tiene desperdicio, jejeje)
ResponderEliminarYo también me he reído mucho con la crítica, es buenísima.
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