Los extraños
Jon Bilbao
Impedimenta. Madrid,
2021.
Juega Jon Bilbao a la autoficción en esta novela corta que
algo nos hace pensar en Henry James, aunque su estilo preciso, y a ratos casi
telegráfico, sea tan distinto al del autor de Otra vuelta de tuerca, y
en Patricia Highsmith, especialista en terrores cotidianos.
Juega a la
autoficción: el protagonista se llama como el autor, nació como él en
Ribadesella y como él abandonó muy pronto el lugar, es ingeniero de minas,
realiza trabajos de encargo –redacta entradas para una enciclopedia-- mientras
trata de abrirse camino como escritor. Pero la historia no se cuenta en primera
persona, según esperaríamos en un relato de apariencia autobiográfica, sino que
adopta la técnica del punto de vista: una tercera persona que primero se pone
en el lugar de un personaje, Katharina, la pareja de Jon, y luego en el del
propio Jon. Lo que el narrador ve, lo que el narrador sabe, es lo que ellos ven
y saben.
El
escenario, una Ribadesella fuera de temporada, está descrito con minucia.
Podemos localizar en un plano do de residen los personajes, muy cerca de las cuevas de
Tito Bustillo, frente al prado de San Juan, y seguir sus paseos hasta la playa
o hasta la ermita de la Virgen de Guía. La acción transcurre en una de las
casonas que la burguesía enriquecida levantó a principios del siglo XX en la
villa asturiana. Su estructura laberíntica, tan propia para una historia de
fantasmas, queda ya patente en las primeras líneas: “Katherina lo oye teclear
en el salón. Ella está en la habitación que comparten, la más espaciosa de la
casa, donde él dormía cuando era niño. Si quisiera decirle algo cara a cara,
tendría que cruzar el amplio cuarto, recorrer ocho metros de pasillo, bajar
quince escalones, girar a la izquierda en el recibidor de la planta baja y
llamar a la puerta con cristales emplomados del salón”. Hay sótanos, varias terrazas,
una cueva en el jardín, una empleada de toda la vida, Lorena, que se concediera
guardiana y casi dueña del lugar.
Jon Bilbao
sabe contar, ir poco a poco creando una atmósfera inquietante. Nos presenta a
una pareja encerrada en casa por el mal tiempo –casi siempre llueve--, dedicada
a trabajos aburridos (traducción al alemán de un manual de odontología,
redactar textos por encargo), que cada vez hacen menos cosas juntos, que
incluso van perdiendo el interés sexual. Y entonces una noche aparecen sobre el
cielo misteriosas luces: “No parpadean, como las luces de posición de los
aviones. Corresponden a tres objetos; definen el contorno de cada uno:
triangular, ahusado y circular. Rojas, azules y verdes, respectivamente”.
A la mañana siguiente, tras los
objetos volantes no identificados, llegan los extraños –Markel y Virginia--que
dan título a la novela. Una pareja atractiva: “Están muy bronceados. Él viste
una cazadora de aviador y pantalones chinos. La brisa del nordeste le revuelve
el abundante pelo rubio; algunos mechones son tan claros que parecen blancos,
reflejan los tímidos rayos de sol. Basta verlo para saber que dedica mucho
tiempo a peinarse, y luego a despeinarse en la medida justa. Tiene una sonrisa
amplia que sostiene sin esfuerzo. Recuerda a un Robert Redford con nariz de
vasco”.
A más de un lector le recordará a
Tom Ripley, el atractivo y amoral protagonista de varias novelas de Patricia
Highsmith (en el cine lo interpretó Alain Delon). Quizá también se lo recuerde
al autor, que amaga y no da, que nos inquieta con esa extraña pareja que poco a
poco va apoderándose de la casa y de los pusilánimes propietarios y que de
pronto desaparece tan imprevistamente como había venido, de manera que se
quiere misteriosa, pero que solo resulta un tanto absurda. Coincide su
desaparición con la vuelta de los ovnis, que esta vez se detienen largamente
sobre el pueblo, hacen sus evoluciones y luego uno de ellos aterriza tras la
casa de los protagonistas, cerca de la aldea de Ardines, provocando una
revolución en el mundo animal: “Jilgueros, gorriones, tordos, zarzales,
cornejas, becadas, una pareja de águilas ratoneras, lechuzas, cárabos, vuelan
enloquecidos entre las ramas… A ellos se suman los murciélagos, por docenas,
por cientos”. Y no menor es el ajetreo en el suelo del bosquecillo: “Erizos,
zorros, hurones, comadrejas, jabalíes, ardillas, topillos, ratones de campo…
colisionan entre ellos, se revuelcan, siguen huyendo sin objetivo”.
Las
historias de fantasmas de Henry James, las mejores historias de fantasmas
juegan con la ambigüedad, pero estos ovnis de Jon Bilbao no tienen ninguna
ambigüedad: son reales –en la ficción-- y sin embargo no cumplen ningún papel
en la trama, no pasan de un pegote que quizá se quiera simbólico.
Prometen y
no cumplen esos ovnis que aparecen en las primeras páginas y que llenan de
ufólogos, a ratos amenazantes, el prado de San Juan; promete, y no cumple, esa
extraña pareja, que es y no es una pareja, y que de pronto se larga cada uno
por su lado; promete, y no cumple, ese intento de introducir en la peripecia un
enredo detectivesco con el soborno al dueño del hotel y el registro de la
habitación de un pobre hombre –al parecer padre de la enigmática Virginia--,
que no se sabe muy bien qué pinta allí.
Lo más difícil
del arte de narrar es el arte de terminar la narración, que el lector no se
sienta defraudado al doblar la última página, que no se pregunte: “ ¿Y todo
esto para qué?”
Que es, me temo, lo que terminarán
preguntándose la mayoría de los lectores al terminar de leer Los extraños,
esta historia de una pareja que se va distanciando en la monotonía de una
Ribadesella fuera de temporada, escrita con una reconfortante sobriedad
estilística. .
Alain Delon el primero; posteriormente, otros actores interpretaron a Tom Ripley (“atractivo y amoral”, tal y como lo describe JLGM), entre ellos John Malkovich y Matt Damon. Un saludo.
ResponderEliminarMuy interesante. Me parece que la buscaré. Gracias por compartir
ResponderEliminarUn abrazo
Puede estar bien que no haya un propósito claro, simplemente dejarse llevar por la atmósfera, completar cada lector la interpretación que quiera dar a los hechos, proyectar los personajes hacia donde quiera cada cual. A veces, la ambigüedad también es placentera. Has resumido muy bien la trama, pero el "aire" que logra atrapar y pintar J.B. en su cuadro de pequeño formato es, a mi parecer, uno de los grandes logros de Los extraños.
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