miércoles, 9 de agosto de 2023

Auge y caída

 

Hasta aquí hemos llegado
Rodrigo de Rato
Con la colaboración de Alicia González Vicente
Península. Barcelona, 2023.

Hacer leña del árbol caído es uno de los deportes favoritos, no ya de los españoles, sino como el fútbol, de la entera humanidad. Rodrigo de Rato –conocido, más eufónicamente, como Rodrigo Rato-- constituye un buen ejemplo de ello. Empresario de éxito, economista brillante, vicepresidente del gobierno de España, en el 2010 llega a la cumbre de toda su fortuna: tras enconados enfrentamientos políticos entre dos sectores del Partido Popular, es nombrado Presidente de Caja Madrid, la principal de las Cajas de Ahorro españolas  Luego, como en una tragedia griega, los dioses se pondrían en un contra y sería arrojado al abismo: un largo calvario judicial, un ajusticiamiento mediático, y finalmente la entrada en la cárcel. Allí coincide con los políticos catalanes, que a pesar de ser “políticos presos” y no “presos políticos –según machaconamente se nos repite-- gozaban de ciertos privilegios, algunos de los cuales se trasladaron al resto de los detenidos, como tener las puertas de las celdas abiertas, y otras no, como disponer de ordenares personales. A Rodrigo Rato y a otros interesados, Oriol Junqueras les dio clases de física cuántica; a otros presos, de matemáticas; también escribía relatos para sus hijos: así pasaba el tiempo aquel peligroso enemigo del Estado.

            Hasta aquí hemos llegado es un libro escrito en defensa propia, sus argumentos tenemos por lo tanto que tomarlos con cautela. Y algunos son ciertamente enrevesados. ¿Hubo delito o no hubo delito en la salida a bolsa de Bankia? La sentencia final decidió que no. Lo que sí hubo en la gestión de la crisis bancaria y en la fusión de las cajas fueron múltiples torpezas y abundantes indicios de delito, no todos, ni mucho menos, responsabilidad de Rato. “Las cajas de ahorros eran un mosaico maquiavélico de todos los enfrentamientos posibles, regionales y nacionales”, escribe. Los políticos de los diversos partidos –y no solo: en Caja Madrid, Comisiones Obreras--hacían buen uso de las mismas para sus intereses públicos y privados. A él le tocó estar al frente de la una de ellas en el peor momento: cuando la crisis económica les iba a permitir a sus competidores darles la puntilla con el aplauso general.

            ¿Hubo delito o no hubo delito en la utilización de las famosas tarjetas black? En este caso, el tribunal decidió que sí, pero con argumentos tan discutibles como en el otro caso en que se decidió que no. Distinto es el juicio ético que nos merezca la retribución de los directivos de la banca en crisis o en quiebra, no solo española, por supuesto. Como director del Fondo Monetario Internacional –lo fue entre 2004 y 2007--, Rodrigo Rato recibía, según nos indica, “un sueldo casi diez veces el de vicepresidente español, ya que estaba libre de impuestos”. Sería legal, pero resulta inexplicable.

            La realidad económica y política es más compleja de lo que piensa el ciudadano común. Hacienda no es el Robin Hood que persigue a los ricos defraudadores para repartir su dinero entre los pobres. Hay una zona gris que permite perseguir a unos y salvar a otros según los intereses del momento. Las historias que cuenta Rato sobre Luis de Guindos –primero su subordinado en el Ministerio de Hacienda y luego su principal Iscariote-- resultan muy ilustrativas al respecto, aunque algunas poco novedosas: todos fuimos testigos de cómo utilizaba los datos fiscales –que deberían ser secretos-- para amenazar a sus enemigos políticos en el Congreso.

            Viñetas ilustrativas de la situación de la justicia española, de la zona gris en que se mueve, hay muchas en este libro. Me limitaré a referir una. Mónica Balibrea –no figura en el índice onomástico-- es abogada experta en derecho penal y penitenciario. Rodrigo Rato, ya a punto de entrar en prisión, la visita tres veces. “En la última de esas entrevistas me llevó a visitar a José Luis de Castro, magistrado del Juzgado de Menores y de Vigilancia Penitenciaria, con quien presumía de tener buenas relaciones y de quien iba a depender mi cambio de situación penitenciaria”, escribe. Pero al final no la contrataría porque no puede abonarle los sesenta mil euros que le pedía por anticipado y al contado. El juez José Luis de Castro, aunque Rato cumplía todos los requisitos y el resto de los condenados en la misma causa ya lo había obtenido, retrasaría casi un año concederle el Tercer Grado. ¿Tuvo eso algo que ver con la no contratación de la abogada de los sesenta mil euros? Que cada uno piense lo que quiera.

            No sale muy bien parado el Partido Popular, que era su partido, en este Hasta aquí hemos llegado: “Al fin y al cabo, Aznar me había colocado en el punto de mira al afirmar en su libro que había elegido a Rajoy como su sucesor porque yo no había aceptado sus condiciones para ser designado candidato. Lo que no debió sentar muy bien a un personaje tan sinuoso como resultó ser Rajoy. A eso se unían los tejemanejes de las conocidas entre los miembros del partido como las ‘niñas asesinas’ para intentar hacer ver que la parte buena de la historia del PP empezaba con ellas, que dejaban así atrás la etapa corrupta e inaceptable de José María Aznar”.

            Sorprenden algunos inexplicables errores de fecha al repasar los hechos históricos de su época de juventud: “En 1973 se produjo la Revolución de los Claveles en Portugal y la caída de Allende en Chile y ni una ni otra tuvieron consecuencias para nuestra nación”. La revolución portuguesa tuvo lugar en 1974 y puso muy nervioso al franquismo epigonal. Poco después escribe: “Yo volví a España a finales de 1974, justo cuando ETA asesinó al presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco” (lo había asesinado un año antes).

            Algunos secretos siguen siendo secretos, como la razón del imprevisto abandono, “para sorpresa e incomprensión de todos”, incluida parte de su familia, de la dirección del Fondo Monetario Internacional. “La primera de al menos tres decisiones que muchos consideraron caprichosas entre 2007 y 2012 y que acabaron con una carrera profesional que aparentemente iba muy bien”. ¿Solo aparentemente?

            A la práctica de la meditación y a la relación con el budismo se alude repetidas veces y se le dedica el epílogo. El libro, lleno de claroscuros, muy ilustrativo de la historia reciente de España, termina así con una moraleja y una obviedad sapiencial: “Cada instante de hoy es el mejor sitio donde puedes estar en ese momento. La vida es un misterio y nunca sabes lo que de deparará”.

           

5 comentarios:

  1. Creo que sólo en España se podía dar esa carrera apoteósica, desde una libreta azul de Aznar hasta donde llegó. Tuvo mucha suerte, la verdad.

    Un abrazo

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  2. Mucha suerte hasta que tuvo la peor suerte del mundo, como en una tragedia griega.

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  3. Sorprenden, ciertamente, esos errores de bulto en fechas tan relevantes de la historia reciente. Demuestra, como mínimo, muy poco cuidado por parte del redactor (si es que se trata del propio Rato) y, definitivamente, una labor de edición nefasta por parte del editor. ¿Tanto cuesta contratar un corrector decente que compruebe los datos?

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  4. Uf! Qué falta nos hace la inteligencia artificial porque la inteligencia natural parece que da para poco... ¿Qué es eso de que si las obras de su casa, según me ha contado mi cuñado, no las pagó Rato sino su mujer? ¿Y lo de que los ministros meten mano en las arcas del Estado? Ni siquiera se ha enterado el bueno de Joaquín que los problemas de Rato con la justicia se debieron a su actividad como banquero. Ni de sus separaciones matrimoniales.

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  5. Bla, bla, bla. La inteligencia artificial escribe comentarios más rigurosos.

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