Pedro Corral
¡Detengan Paracuellos!
Héroes humanitarios en el Madrid de
1936
La Esfera de los Libros. Madrid,
2024.
¿Cuántos
años tienen que pasar –pronto hará un siglo-- para que la barbarie de la guerra
civil se nos cuente sin sesgos partidistas? La represión fue feroz en ambos
bandos, pero según quien la cuente siempre será menos disculpable la infamia de
unos que la de otros.
Pedro
Corral vuelve a los primeros meses de la guerra en Madrid, los más caóticos,
cuando a la sublevación militar se unió una revolución proletaria, con
documentación inédita o poco tenida en cuenta. Se centra principalmente en la
intervención de la Cruz Roja Internacional para atenuar los daños del
conflicto. Toma como protagonista a un olvidado, el doctor Georges Henny, un
joven suizo que solo estuvo tres meses en España, pero que participó muy
activamente en hechos como la devolución a sus familias de los niños de
vacaciones en colonias escolares que quedaron en la otra zona, en el
intercambio de rehenes o en la protección de los presos. Georges Henny fue uno
de los primeros en enterarse de las matanzas de Paracuellos e hizo todo lo
posible por detenerlas. Junto a Henny, Pedro Corral nos habla de otros “héroes
humanitarios” –así los denomina en el subtítulo del libro-- que tuvieron un
importante papel en el heroico y sanguinario Madrid de entonces, unos bien
conocidos, como el anarquista Melchor Rodríguez, el llamado “ángel rojo”, y
otros poco tenidos en cuenta, como el abogado ovetense Luis Zubillaga,
discípulo del rector Leopoldo Alas, obsesionado –como tantos otros
republicanos-- por detener los traslados de presos que acababan en ejecución
clandestina.
En ¡Detengan Paracuellos! hay
mucha información novedosa, muchos pequeños detalles exactos y escalofriantes
sobre esa barbarie, pero el autor no resulta demasiado convincente en su
intento hacer responsable de ella al gobierno republicano y muy especialmente a
Largo Caballero, entonces jefe del Gobierno. En el epílogo, contrapone su
figura a la del delegado de la Cruz Roja Internacional: “Nadie reconoció nunca
al doctor Henny su decisión de vivir peligrosamente en España en el otoño de
1936 para intentar salvar las vidas de indefensas personas desconocidas y
atenuar su sufrimiento en el peor de los conflictos bélicos como es una guerra
civil. Por el contrario, Francisco Largo Caballero disfruta del homenaje
público en forma de gran escultura situada en una avenida principal de la
capital española, a pesar de que desoyó en noviembre de 1936, tres días antes
de que comenzaran las matanzas el llamamiento de Cruz Roja Internacional para
proteger la vida de los prisioneros bajo su responsabilidad como jefe del
Gobierno republicano”.
Sin embargo, el propio Pedro Corral
recoge testimonios que van en contra de esa tesis, como un informe del
embajador de Chile en el que se lee: “El gobierno no tiene autoridad alguna
sobre las masas armadas y, lo que es igualmente anárquico, cada partido entre
los ultrarrevolucionarios opera por su cuenta sin hacer el menor caso de las
órdenes del Gobierno”. Son numerosas las referencias al respecto: “A mediados
de octubre, el Gobierno aprueba nuevas medidas para intentar controlar la
violencia desatada contra los considerados desafectos, sobre todo en las horas
nocturnas”.
Una de las justificaciones de la
matanza de presos fue la necesidad de acabar con la “quinta columna”. Pedro
Corral duda de que Mola le diera nombre –piensa que fue un invento de la
Pasionaria-- y niega que existiera antes de los primeros meses de 1937, como si
solo entonces los partidarios de los golpistas descubrieron que podían
ayudarlos desde dentro. Pero hubo quinta columna, y muy activa, y sus
integrantes así lo proclamaron al terminar la guerra para conseguir los honores
correspondientes. Participaron en ella también algunos de los diplomáticos que
ofrecieron asilo a miles de contrarios al gobierno republicano: “A la labor
humanitaria del representante noruego se le suele contraponer, para
desacreditarla, sus vinculaciones con la ‘quinta columna’, que él mismo
reconoció, al admitir que llegó a advertir a los franquistas de un ataque por
las fuerzas gubernamentales al Cerro Garabitas en abril de 1937 a través de una
radio clandestina de Falange”.
Insiste Pedro Corral en culpabilizar
a Largo Caballero --más que a Manuel Muñoz Martínez, responsable de la
Dirección General de Seguridad, a Santiago Carrillo, delegado de Orden Público
en la Junta de Defensa, o a Serrano Poncela, que firmó la mayor parte de las
falsas órdenes de traslado o libertad, de los asesinatos de Paracuellos,
considerándolo el principal responsable, pero él mismo se desmiente al afirmar
que Melchor Rodríguez pone en marcha, “bajo el amparo del Gobierno de Largo
Caballero, las medidas a favor de los presos”. Y entre esas medidas, según
señala el responsable de la cárcel de Ventas y cita Pedro Corral, estaba el
nombramiento de jefes políticos “que eran por su significación sindical y de
partido quienes podían oponerse a los desmanes que la chusma intentase realizar
en las Prisiones, quedando los directores funcionarios en calidad de técnicos
administrativos”.
No puede evitar Pedro Corral la
tentación revisionista de utilizar la represión republicana para atenuar la del
otro bando. Se basa para ello en un estudio de Miguel Platón que reduce “a
menos de quince mil personas” el número de ejecutados durante la posguerra, con
lo que resulta que “las víctimas de la represión en el Madrid republicano en
apenas cuatro meses representaron el 76 por ciento de las víctimas de la
represión de los vencedores en toda España durante seis años de posguerra”. No
vamos a entrar en la fiabilidad de las cifras, pero sí subrayar lo inadecuado
de la comparación. ¿Cuántas ejecuciones con o sin formación de causa hubo en la
zona en que triunfó la sublevación durante los primeros meses de la guerra
civil? ¿Fue mayor o menor el tanto por ciento de asesinados en Granada, donde
no había ninguna embajada en que refugiarse, que en Madrid? Esas son las
comparaciones que podrían ser de alguna utilidad si se quiere hacer
comparaciones sin hacer trampa.
Afortunadamente, Pedro Corral no
insiste demasiado en el sesgo ideológico y nos ofrece, por lo general, un
relato bastante fiel de aquel tiempo sombrío y una memorable colección de
vidas. En cuanto a la documentación, resulta incomprensible que ignore una de
las obras fundamentales para entender ese periodo. Se trata del segundo tomo
del diario de Carlos Morla Lynch, España sufre, donde incluso se alude
al polémico incidente con el avión en que regresaba a Ginebra el delegado de la
Cruz Roja, minuciosamente analizado por Pedro Corral en los últimos capítulos de
su libro: “Los periódicos publican que el avión de Air France que volvía a
Francia con la valija diplomática de ese país –que, por cierto, llevaba un
sobre con cartas mías-- ha sido atacado por los facciosos y se ha venido al
suelo. Pero dicen que no hay muertos y eso me parece imposible. Después, en la
Embajada, parece cierto que el avión ha sido derribado por los de aquí, en
vista de que iba en él el Dr. Henny –jefe de la Cruz Roja Internacional-- que
llevaba consigo los detalles y pormenores de los fusilamientos ocurridos en
Alcalá de Henares”.
¿Este Pedro Corral es el mismo Pedro Corral del PP que vendió vivienda pública al fondo buitre del hijo de la alcaldesa?
ResponderEliminarSí
EliminarPues no sé. Me imagino que no.
ResponderEliminarCreo que si.
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Mar%C3%ADa_Corral_Corral
Bueno, eso no dice nada ni en contra ni a favor del libro.
ResponderEliminarPero indica una postura ideológica previa. Y citar como fuente de autoridad el revisionista libro de M Platón, el Urdaci de EFE... En fin
EliminarConviene leer con atención los estudios de quienes no piensan como nosotros. A lo mejor han encontrado documentos que se nos han pasado por alto. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
ResponderEliminarPedro Corral me envía el siguiente comentario para que lo añada al blog, ya que él no ha podido hacerlo:
ResponderEliminarMe ha resultado muy interesante, entre otras muchas de sus apreciaciones, su juicio acerca del papel que asigno a Largo Caballero a cuento de su respuesta evasiva a la carta que le envía Henny el 2 de noviembre pidiendo que proteja la vida de los prisioneros. No es que yo mismo me desmienta, según usted por dos veces, respecto al papel de Largo Caballero: lo que hago es constatar que, pese a esa injustificable evasiva a la petición de Cruz Roja Internacional tres días antes del comienzo de las sacas, fue el propio gobierno de Largo Caballero el que hizo suyas más tarde las reclamaciones de Cruz Roja y el Cuerpo Diplomático para parar las matanzas, así como su intento de control de la represión en Madrid.
Respecto a comentarios aparecidos en su blog sobre mi implicación en una causa por la venta de promociones públicas de vivienda en mi etapa de concejal de Las Artes por aquello de la responsabilidad solidaria de los miembros de la junta de gobierno, la propia alcaldesa Manuela Carmena, la demandante, con quien tuve buena relación pese a todo, me reconoció que sabía que no había caso y que el asunto iba a terminar en nada, como así fue, ya que fuimos absueltos por el propio Tribunal de Cuentas y después el Supremo confirmó nuestra inocencia. Son las cosas de la política, y como bien dice usted en nada interfiere mi labor de investigación sobre la Guerra Civil.
A propósito de esta, y para concluir, me tomo la confianza de sugerirle la lectura de alguno de mis otros libros sobre la Guerra Civil con la esperanza de que entienda que mi labor investigadora no es partidista, aunque por el hecho de abordar temas de uno y otro bando pueda correr el riesgo de que unos y otros me sitúen en ese partidismo. Le cito el caso de mi libro “Desertores”, sobre esta figura en ambos bandos.
Pedro Corral