martes, 7 de enero de 2025

Académica palanca

 

El infinito en pie
8 poemas de Góngora comentados
Edición de Joaquín Roses
Renacimiento. Sevilla, 2024.

¿Los estudios literarios, tal como se practican en la universidad española, ayudan a acercar la literatura a los lectores o son solo una ocupación gremial, autosuficiente y de consumo interno? En El infinito en pie, ocho de los más destacados especialistas en la poesía de Góngora comentan otros tantos poemas suyos (el título, algo rebuscado, alude a la relación entre el número 8 y el símbolo del infinito). Se trata de poemas por lo general breves, algunos muy conocidos y apreciados, como el romance “En un pastoral albergue” (el único que no se reproduce en el libro) o los sonetos “La dulce boca que a gustar convida” o el dedicado a Córdoba. Junto a ellos, alguno que no pasa de prescindible curiosidad.

            Los diferentes estudios, aunque no todos igualmente, abundan en los defectos de la crítica académica, más interesada en la acumulación de datos eruditos y en la acumulación de referencias bibliográficas que en acercar el poema al lector.

            A veces, esa erudición no solo sobra, también engaña, como afirma el tan citado verso gongorino: “No es sordo el mar, la erudición engaña”. Nadine Ly Aguila, catedrática jubilada de la Universidad de Burdeos, antes de comentar un soneto en que aparece un “dulce arroyuelo de corriente plata”, nos habla de todos los ríos y arroyos que aparecen en los versos de Góngora (buen ejemplo de erudición no pertinente), para luego afirmar que a “la representación perfecta del arroyo ideal” que encontramos en los cuartetos contribuiría el homoioteleuton que acerca las rimas “por medio de la declinación masculina o femenina de la sílaba tolta”. Pasemos, como presunta errata, que “tolta” nos es una sílaba, sino dos y no aparece en el soneto. ¿Pero desde cuándo hay declinación masculina o femenina en español? ¿"Dilata", un verbo, se corresponde con la “declinación femenina” y “elemento” con la masculina? ¿Y, por otra parte, qué “homoioteleuton” –finales iguales que no incluyen la última vocal tónica y por eso se distinguen de la rima-- hay entre “elemento” y “plata”, “dilata” y “lento”?

No es el único disparate que encontramos en esta colaboración inicial. Comenta la puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del autor: “El cuarto verso se cierra con dos puntos que, después de la perfecta y placentera evocación inicial, anuncian que algo se ha de comentar o explicar”. Pero esos dos puntos, de acuerdo con el sentido y con el uso contemporáneo, deberían ser una coma.

Tampoco parece tener muy claro el organizador de este volumen, Joaquín Roses, el valor de las comas. Señala que el soneto que comenta plantea un problema en el recitado: “o se respetan las pausas o se respetan las sinalefas”. Las comas, en la grafía española, no siempre indican pausa: “me dijo que, ayer por la tarde, vino a visitarnos”. Tras el átono “que” no hay pausa, aunque la hagan tantos lectores supuestamente cultos.

            Las colaboraciones que se reúnen en este libro fueron en un principio intervenciones orales objeto de debate entre especialistas. Algunas de esas observaciones serían tenidas en cuenta y comentadas en nota, pero todas se refirieron a cuestiones menores, no a lo esencial. Nadie señaló, por ejemplo, que la corrección textual que Pedro Ruiz Pérez hace al texto de “La dulce boca que a gustar convida” respecto de las “ediciones más canónicas” no debería tenerse en cuenta, aunque mejore la eufonía del verso, puesto que solo aparece en una edición del siglo XIX y ni remotamente puede atribuirse al autor.

            La cortesía académica impide debatir lo esencial. No ocurre lo mismo cuando los investigadores son ajenos al grupo. Joaquín Roses afirma a propósito de R. P. Calcraft que “ningunea a sus antecesores” o bien porque “cucharea” de ellos o porque los “desconoce absolutamente”. En contraste con otros colaboradores –especialmente Pedro Ruiz Pérez--, Roses no escribe en rebuscada jerga académica, sino que pretende ser entendido por cualquier lector interesado en estas cuestiones. El riesgo de ser claro es que queden patentes la nimiedad de la aportación o ciertas ideas recibidas que no son de recibo, como la identificación de la situación descrita en el poema con la situación del autor en el momento de escribirlo. A nadie se le ocurriría pensar que el poema “Gorrión” de Claudio Rodríguez se escribió mientras veía a un gorrión picoteando a sus pies, pero todavía hay quien piensa que el soneto “Oh excelso muro, oh torres coronadas” tuvo que escribirse en el mismo momento en que regresa Góngora de un viaje a Granada y vuelve a contemplar las torres de Córdoba. Y seguramente habrá quien piense que detuvo el caballo para escribirlo antes de entrar en ella.

            No quiere esto decir que el paciente lector no pueda encontrar iluminadoras reflexiones sobre la poesía de Góngora en estas páginas. Muy ilustrativo resulta el capítulo que Martha Lilia Tenorio dedica a “En un pastoral albergue”, la recreación de uno de los pasajes más conmovedores –los amores de Angélica y Medoro-- del Orlando furioso.

            Hay contribuciones de mayor interés histórico que literario, como la de Amelia de Paz sobre una letrilla de Góngora cantada en la festividad del Corpus. Nos enteramos, gracias a ella, no solo del nombre del obispo de entonces, sino incluso de los del perrero y el pertiguero de la catedral, Miguel Martínez y Andrés Martínez, y de los ducados que ganaba uno y los maravedís que ganaba el otro. Entre tantas minucias eruditas, se olvida de decirnos si el peculiar lenguaje de esta “letrilla guinea” trata de reproducir el habla de los esclavos de la época o es solo una deformación caricaturesca para hacer gracia. El poema, que parece que se cantaba o se escenificaba, no pasa de ser una curiosidad.

            Como una curiosidad es la décima que se comenta en último lugar. A propósito de ella, David Huerta encuentra que Góngora es “un clásico futuro, no un poeta del pasado”. Pero si es un clásico (lo de “clásico futuro” no se entiende muy bien lo que quiere decir), no es por esa décima en elogio de la Fábula de Faetón que escribió el conde de Villamediana, que se lee con la curiosidad con que se descifra una adivinanza, sino por tantos poemas memorables, tres o cuatro de los cuales se comentan en El infinito en pie, un libro que ilustra bien los riesgos de la crítica académica, a veces solo académica palanca para el escalafón profesional.  

           

 

20 comentarios:

  1. Otra vuelta de tuerca a un clásico con el riesgo de pasarse de rosca. Cada vez me cae mejor Francisco Rico (aun fallecido), sobre todo desde que Trapiello se metió con él, por lo que fumaba creo.
    Salud.

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  2. Extraño que JLGM vea tan bien los errores y las erratas de los libros que comenta y en los textos en los que los denuncia no vea los suyos, siempre presentes (aunque no haya lectores que los denuncien - por ser demasiados o porque el lector sienta que al autor le molesta que lo haga sistemáticamente, a pesar de sus declaraciones en sentido contrario). Normalmente, los escritores perfeccionistas ven los defectos y las erratas en sus propios textos mejor que en los ajenos, por haberlos releído más. También en esto JLGM es un escritor atípico, por no decir ilógico.

    el romance “Es un pastoril albergue”... En un pastoral

    o el dedicado a Córdoba, Junto a ellos ... Córdoba. Junto

    alguno que no pasa de prescindible curiosidad... La frase o está coja o es incorrecta. ¿Qué es un poema que no pasa de prescindible curiosidad?

    más interesada en la acumulación de datos eruditos y en la acumulación de referencias bibliográficas...más interesada en la acumulación de datos eruditos y de referencias bibliográficas...

    erudición no pertinente... innecesaria

    y no parece en el soneto... aparece

    en esta colaboración inicial. Comenta la puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del autor: "El cuarto verso se cierra ... Su autora, a propósito del poema X [el lector quiere saber de qué poema se trata para ver quién tiene razón] comenta la puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del propio autor (o la de Góngora)

    o ser respetan... o se respetan

    intervenciones orales objeto de debate entre especialistas. Algunos de esas observaciones serían tenidas en cuenta y comentadas en nota... [...] Nadie señaló, por ejemplo,...Algunas... ¿Y qué observaciones? Habría que decir: algunas observaciones hechas durante esos debates son [...] Nadie señala, por ejemplo... (¿Por qué "serían" y "señaló"?)

    Entre tantas minucias eruditas, se olvida de decirnos... la autora se olvida

    la Fábula de Faetón que escribió el conde de Villamediana, que se lee... la Fábula de Faetón del conde de Villamediana (o escrita por el conde de Villamediana), que se lee

    quiere ilustra bien...ilustrar

    un libro que quiere ilustra bien los riesgos... que ilustra bien (¿el libro no quiere ilustrar sus defectos?)

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  3. Muchas gracias, como siempre. Algunas de esas erratas ya estaban corregidas y otras no acabo de verlas o son preferencias de estilo. Yo siempre agradezco que me lean con tanta atención como yo leo a los demás (no a mí mismo) y me ayuden a detectar errores.

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  4. Olvidé copiar una errata en el texto anterior:

    el sonero “Oh excelso muro

    *

    Sobre "el fondo" del texto:

    "(lo de “clásico futuro” no se entiende muy bien lo que quiere decir)..." Se entiende bien que Góngora seguirá siendo un clásico en el futuro, ¿no?

    "qué “homoioteleuton” –finales iguales que no incluyen la última vocal tónica y por eso se distinguen de la rima"

    En todos los ejemplos (en español y en francés) que veo en internet, el homoioteleutonno no se distingue de la rima. La wikipedia dice: "En retórica, el homoioteleuton es una de las figuras de repetición que consiste en la igualdad o semejanza de los sonidos finales de palabras que cierran enunciados consecutivos. Se trata, por decirlo de alguna manera, de la rima en la prosa. Ejemplo:"No es crimen fallado más grave que la fornicación, digna de traer al hombre a perdición." (arcipreste de Talavera, Corbacho)."

    La wikipedia francesa dice lo mismo y pone como ejemplos: "Et il frissonne, sans personne !... (Jules Laforgue) « ...un parler (...) non pédantesque, non fratesque, non plaideresque, mais plutôt soldatesque... » (Montaigne). O: « Un jour de canicule sur un véhicule où je circule, gesticule un funambule au bulbe minuscule » (Raymond Queneau, en Exercices de style (capítulo « Homéotéleutes »).

    "Las comas, en la grafía española, no siempre indican pausa: “me dijo que, ayer por la tarde, vino a visitarnos”. Tras el átono “que” no hay pausa, aunque la hagan tantos lectores supuestamente cultos." Yo veo una diferencia entre decir (no leer) “me dijo que, ayer por la tarde, vino a visitarnos” y decir “me dijo que vino a visitarnos ayer por la tarde”. La segunda frase es incontestablemente más rápida. Luego la coma, tras el átono "que", indica una pausa (imagino que la coma fue inventada para corresponder a una pausa en el habla y no para clarificar la escritura).

    "... ciertas ideas recibidas que no son de recibo, como la identificación de la situación descrita en el poema con la situación del autor en el momento de escribirlo. A nadie se le ocurriría pensar que el poema “Gorrión” de Claudio Rodríguez se escribió mientras veía a un gorrión picoteando a sus pies, pero todavía hay quien piensa que el soneto “Oh excelso muro, oh torres coronadas” tuvo que escribirse en el mismo momento en que regresa Góngora de un viaje a Granada y vuelve a contemplar las torres de Córdoba."

    El hecho de que en muchos poemas no se pueda identificar "la situación descrita en el poema con la situación del autor en el momento de escribirlo" no significa que en alguno de ellos no pueda hacerse. Yo imagino que si los eruditos gongorinos dicen que Góngora escribió ese soneto de regreso de un viaje a Granada es por algo, que no lo ha inventado alguno de ellos. Antes de reírme de esa afirmación, yo buscaría de dónde viene.

    Por cierto, algunas de las conferencias, presentadas por Joaquín Roses, de la Cátedra Góngora del Ciclo "Góngora Vivo: cómo leen a Góngora los creadores de hoy" que yo he escuchado en internet, son muy interesantes. Recuerdo una excelente de Antonio Carvajal, que se puede escuchar aquí:

    https://www.youtube.com/watch?v=nR8NEfJrGoM

    Otras eran mediocres y por ello aburridas, como las de Gimferrer o de Colinas.

    Acabo de ver que el sitio de la Cátedra Góngora han añadido otras, como las de algunos especialistas de los que hablamos hoy aquí.

    https://www.youtube.com/c/C%C3%A1tedraG%C3%B3ngora

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  5. Zapatero a tus erratas, estimado Pablo Morales (dicho sea con todo respeto).

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  6. "Algunas de esas erratas ya estaban corregidas y otras no acabo de verlas o son preferencias de estilo."

    como el romance “Es un pastoril albergue”... El romance se titula "En un pastoral albergue”.

    "alguno que no pasa de prescindible curiosidad." que no pasa de SER prescindible curiosidad.

    "la crítica académica, más interesada en la ACUMULACIÓN de datos eruditos y en la ACUMULACIÓN de referencias bibliográficas que en acercar el poema al lector."

    "AlgunOs de esas observaciones"...

    "la Fábula de Faetón QUE escribió el CONde de Villamediana, QUE se lee CON la curiosidad CON QUE..."

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  7. "Zapatero a tus erratas, estimado Pablo Morales"

    El problema (el suyo, no el mío), es que "mis zapatos" son la literatura (y la gramática, y la edición - incluida la corrección de textos, traduciones e incluso erratas).

    O dicho de otra manera: que usted es tan "zapatero" como yo.

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  8. Es más Zapatero que tú, Morales. (Es una broma).
    A saber que hará aquel iluminado de la Moncloa para tratar que Venezuela no se convierta en un baño de sangre.
    A lo mejor interviene Trump.
    El futuro promete, Martín, así que hay que animarse.

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  9. Lo de "iluminado de la Moncloa" proviene de Pío Moa. Disculpas.

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  10. (Y corto, que no va con Gongora, era una broma. Lo de la asociación subsconsciente Zapatero-Pio Moa ya es cosa de mi psicoanalista).

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  11. "...como el romance “Es un pastoral albergue” (el único que no se reproduce en el libro)..."

    Hay gente que ve bien las erratas y hay gente que no las ve ni cuando se le señalan dos veces:

    el romance “Es un pastoril albergue”... En un pastoral

    como el romance “Es un pastoril albergue”... El romance se titula "En un pastoral albergue”.

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  12. El buen lector es un mal corrector de erratas. Y viceversa, Pablo Morales.
    (Si no sabes por qué, y te interesa, me lo dices y con gusto te explico las razones.)

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  13. Se me ocurre que puede ser que al estar tan pendiente de los posibles errores (en poesía la métrica,por ejemplo) pierde el disfrute o el placer estético de la belleza en sí de la obra. O de lo quiere expresar. Digamos que tiene un sesgo de apreciación negativa que limita su emoción literaria. Un corrector de artículos no analiza el contenido, sólo la forma. Imagino que los tiros van por ahí.

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  14. Los tiros van un poco por ahí, pero no del todo. No leemos letra a letra, sílaba a sílaba. El buen lector adivina las palabras, lee de golpe, frase a frase. Las lee o las escucha en su cabeza, cuando se trata de versos, sin necesidad de fijarse en la grafía completa. El corrector de erratas puede ser un buen lector cuando no ejerce su trabajo, pero cuando lo hace ha de ir letra a letra, prescindiendo en lo posible del sentido, no dejándose llevar por lo que el texto dice.
    A veces, un amigo afirma orgulloso: "¡A mí, cuando leo, no se me escapa ninguna errata!". Yo le felicito (aunque, por supuesto, no es cierto: siempre se escapa alguna), pero pienso para mí: "¡Pobre! ¡Menudo lector estás tú hecho! Seguro que no te enteras de nada, o de nada importante, como un Pablo Morales cualquiera".
    La mayoría de las erratas son invisibles para el lector inteligente. Eso no quiere decir que el editor, el buen editor, no deba procurar que aparezcan las menos posibles.

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  15. Me extraña mucho que alguien tan inteligente y que conoce tan bien la literatura como usted ignore algo tan simple como la doble lectura. Por deformación profesional, yo leo un texto una primera vez para informarme de lo que dice, sin ver erratas (salvo las que hacen que el texto no se entienda) y luego lo releo mirando si las palabras están bien escritas, las frases bien construidas y si no hay repeticiones. La primera vez leo "el fondo" y la segunda "la forma". ¿Tan difícil es comprender una cosa tan simple? ¿Por qué "teorizar" la inatención, la incompetencia o la ausencia de trabajo propias intentando convertirlas en calidades, despreciando de paso la profesionalidad de quienes conocen el trabajo de edición visiblemente mucho mejor que usted y tienen además la paciencia (sólo de vez en cuando, vistas sus reacciones) de señalarle los abundantes errores que suele haber en sus textos (cada vez más, por cierto)?

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  16. Pablo Morales, el trabajo de edición no es propio del escritor, sino del editor. Si usted quiere hacer ese trabajo (en lo que se refiere a la corrección de erratas, no de estilo), pues muchas gracias. Y si desea una remuneración, quizá podemos llegar a un acuerdo (pero debe hacerlo bien, esto es, señalando párrafo y línea de la errata). Si no quiere hacerlo, pues muy bien (nadie se lo ha pedido). Pero, por favor, no le dé más vueltas al asunto. Se nota que tiene pocas cosas en qué ocuparse.

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  17. "el trabajo de edición no es propio del escritor, sino del editor."

    ¿Usted no exige corregir las pruebas de sus libros? Yo, dos veces. Y la segunda suele estar llena áun de erratas. Todo lo cual no evita que en el libro definitivo sigua habiéndolas.

    "debe hacerlo bien, esto es, señalando párrafo y línea de la errata".

    Con la función de "Búsqueda" de todos los navegadores, nada más fácil que localizar una errata señalada en un texto. Y a quien utiliza para escribir un buen procesador de textos (como Word, Writer de LibreOffice o Scrivener - el Rolls Royce de los tratamientos de textos ) el programa le señala y corrige las erratas y errores gramaticales "en directo".

    "por favor, no le dé más vueltas al asunto. Se nota que tiene pocas cosas en qué ocuparse."

    Escribe usted con frecuencia que le encanta que le señalen los errores. ¡¡ Qué sería si lo detestase !!

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  18. Con mi gratitud por los servicios prestados, estimado Pablo Morales, le rogaría que a partir de ahora se fuera a corregir erratas y a asesorar sobre los trabajos de edición a otra parte. Seguro que no le faltarán páginas de Internet que asesorar.

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