El infinito en pie
8 poemas de Góngora comentados
Edición de Joaquín Roses
Renacimiento. Sevilla, 2024.
¿Los estudios literarios, tal
como se practican en la universidad española, ayudan a acercar la literatura a
los lectores o son solo una ocupación gremial, autosuficiente y de consumo
interno? En El infinito en pie, ocho de los más destacados especialistas
en la poesía de Góngora comentan otros tantos poemas suyos (el título, algo
rebuscado, alude a la relación entre el número 8 y el símbolo del infinito). Se
trata de poemas por lo general breves, algunos muy conocidos y apreciados, como
el romance “Es un pastoril albergue” (el único que no se reproduce en el libro)
o los sonetos “La dulce boca que a gustar convida” o el dedicado a Córdoba. Junto
a ellos, alguno que no pasa de prescindible curiosidad.
Los diferentes estudios, aunque no todos igualmente,
abundan en los defectos de la crítica académica, más interesada en la
acumulación de datos eruditos y en la acumulación de referencias bibliográficas
que en acercar el poema al lector.
A veces, esa erudición no solo sobra, también engaña,
como afirma el tan citado verso gongorino: “No es sordo el mar, la erudición
engaña”. Nadine Ly Aguila, catedrática jubilada de la Universidad de Burdeos,
antes de comentar un soneto en que aparece un “dulce arroyuelo de corriente
plata”, nos habla de todos los ríos y arroyos que aparecen en los versos de
Góngora (buen ejemplo de erudición no pertinente), para luego afirmar que a “la
representación perfecta del arroyo ideal” que encontramos en los cuartetos
contribuiría el homoioteleuton que acerca las rimas “por medio de la
declinación masculina o femenina de la sílaba tolta”. Pasemos, como presunta
errata, que “tolta” nos es una sílaba, sino dos y no aparece en el soneto. ¿Pero
desde cuándo hay declinación masculina o femenina en español? ¿"Dilata", un
verbo, se corresponde con la “declinación femenina” y “elemento” con la
masculina? ¿Y, por otra parte, qué “homoioteleuton” –finales iguales que no
incluyen la última vocal tónica y por eso se distinguen de la rima-- hay entre
“elemento” y “plata”, “dilata” y “lento”?
No
es el único disparate que encontramos en esta colaboración inicial. Comenta la
puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del autor: “El
cuarto verso se cierra con dos puntos que, después de la perfecta y placentera
evocación inicial, anuncian que algo se ha de comentar o explicar”. Pero esos
dos puntos, de acuerdo con el sentido y con el uso contemporáneo, deberían ser
una coma.
Tampoco
parece tener muy claro el organizador de este volumen, Joaquín Roses, el valor
de las comas. Señala que el soneto que comenta plantea un problema en el
recitado: “o se respetan las pausas o se respetan las sinalefas”. Las comas,
en la grafía española, no siempre indican pausa: “me dijo que, ayer por la
tarde, vino a visitarnos”. Tras el átono “que” no hay pausa, aunque la hagan
tantos lectores supuestamente cultos.
Las colaboraciones que se reúnen en este libro fueron en
un principio intervenciones orales objeto de debate entre especialistas.
Algunos de esas observaciones serían tenidas en cuenta y comentadas en nota,
pero todas se refirieron a cuestiones menores, no a lo esencial. Nadie señaló,
por ejemplo, que la corrección textual que Pedro Ruiz Pérez hace al texto de
“La dulce boca que a gustar convida” respecto de las “ediciones más canónicas”
no debería tenerse en cuenta, aunque mejore la eufonía del verso, puesto que
solo aparece en una edición del siglo XIX y ni remotamente puede atribuirse al
autor.
La cortesía académica impide debatir lo esencial. No
ocurre lo mismo cuando los investigadores son ajenos al grupo. Joaquín Roses afirma
a propósito de R. P. Calcraft que “ningunea a sus antecesores” o bien porque
“cucharea” de ellos o porque los “desconoce absolutamente”. En contraste con
otros colaboradores –especialmente Pedro Ruiz Pérez--, Roses no escribe en
rebuscada jerga académica, sino que pretende ser entendido por cualquier lector
interesado en estas cuestiones. El riesgo de ser claro es que queden patentes
la nimiedad de la aportación o ciertas ideas recibidas que no son de recibo,
como la identificación de la situación descrita en el poema con la situación
del autor en el momento de escribirlo. A nadie se le ocurriría pensar que el
poema “Gorrión” de Claudio Rodríguez se escribió mientras veía a un gorrión
picoteando a sus pies, pero todavía hay quien piensa que el soneto “Oh excelso
muro, oh torres coronadas” tuvo que escribirse en el mismo momento en que regresa
Góngora de un viaje a Granada y vuelve a contemplar las torres de Córdoba. Y
seguramente habrá quien piense que detuvo el caballo para escribirlo antes de
entrar en ella.
No quiere esto decir que el paciente lector no pueda encontrar
iluminadoras reflexiones sobre la poesía de Góngora en estas páginas. Muy
ilustrativo resulta el capítulo que Martha Lilia Tenorio dedica a “En un
pastoral albergue”, la recreación de uno de los pasajes más conmovedores –los
amores de Angélica y Medoro-- del Orlando furioso.
Hay contribuciones de mayor interés histórico que
literario, como la de Amelia de Paz sobre una letrilla de Góngora cantada en la
festividad del Corpus. Nos enteramos, gracias a ella, no solo del nombre del
obispo de entonces, sino incluso de los del perrero y el pertiguero de la
catedral, Miguel Martínez y Andrés Martínez, y de los ducados que ganaba uno y
los maravedís que ganaba el otro. Entre tantas minucias eruditas, se olvida de
decirnos si el peculiar lenguaje de esta “letrilla guinea” trata de reproducir
el habla de los esclavos de la época o es solo una deformación caricaturesca
para hacer gracia. El poema, que parece que se cantaba o se escenificaba, no
pasa de ser una curiosidad.
Como una curiosidad es la décima que se comenta en último
lugar. A propósito de ella, David Huerta encuentra que Góngora es “un clásico
futuro, no un poeta del pasado”. Pero si es un clásico (lo de “clásico futuro”
no se entiende muy bien lo que quiere decir), no es por esa décima en elogio de
la Fábula de Faetón que escribió el conde de Villamediana, que se lee
con la curiosidad con que se descifra una adivinanza, sino por tantos poemas
memorables, tres o cuatro de los cuales se comentan en El infinito en pie,
un libro que ilustra bien los riesgos de la crítica académica, a veces
solo académica palanca para el escalafón profesional.
Otra vuelta de tuerca a un clásico con el riesgo de pasarse de rosca. Cada vez me cae mejor Francisco Rico (aun fallecido), sobre todo desde que Trapiello se metió con él, por lo que fumaba creo.
ResponderEliminarSalud.
Extraño que JLGM vea tan bien los errores y las erratas de los libros que comenta y en los textos en los que los denuncia no vea los suyos, siempre presentes (aunque no haya lectores que los denuncien - por ser demasiados o porque el lector sienta que al autor le molesta que lo haga sistemáticamente, a pesar de sus declaraciones en sentido contrario). Normalmente, los escritores perfeccionistas ven los defectos y las erratas en sus propios textos mejor que en los ajenos, por haberlos releído más. También en esto JLGM es un escritor atípico, por no decir ilógico.
ResponderEliminarel romance “Es un pastoril albergue”... En un pastoral
o el dedicado a Córdoba, Junto a ellos ... Córdoba. Junto
alguno que no pasa de prescindible curiosidad... La frase o está coja o es incorrecta. ¿Qué es un poema que no pasa de prescindible curiosidad?
más interesada en la acumulación de datos eruditos y en la acumulación de referencias bibliográficas...más interesada en la acumulación de datos eruditos y de referencias bibliográficas...
erudición no pertinente... innecesaria
y no parece en el soneto... aparece
en esta colaboración inicial. Comenta la puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del autor: "El cuarto verso se cierra ... Su autora, a propósito del poema X [el lector quiere saber de qué poema se trata para ver quién tiene razón] comenta la puntuación, que se debe al editor contemporáneo, como si fuera del propio autor (o la de Góngora)
o ser respetan... o se respetan
intervenciones orales objeto de debate entre especialistas. Algunos de esas observaciones serían tenidas en cuenta y comentadas en nota... [...] Nadie señaló, por ejemplo,...Algunas... ¿Y qué observaciones? Habría que decir: algunas observaciones hechas durante esos debates son [...] Nadie señala, por ejemplo... (¿Por qué "serían" y "señaló"?)
Entre tantas minucias eruditas, se olvida de decirnos... la autora se olvida
la Fábula de Faetón que escribió el conde de Villamediana, que se lee... la Fábula de Faetón del conde de Villamediana (o escrita por el conde de Villamediana), que se lee
quiere ilustra bien...ilustrar
un libro que quiere ilustra bien los riesgos... que ilustra bien (¿el libro no quiere ilustrar sus defectos?)
Muchas gracias, como siempre. Algunas de esas erratas ya estaban corregidas y otras no acabo de verlas o son preferencias de estilo. Yo siempre agradezco que me lean con tanta atención como yo leo a los demás (no a mí mismo) y me ayuden a detectar errores.
ResponderEliminarOlvidé copiar una errata en el texto anterior:
ResponderEliminarel sonero “Oh excelso muro
*
Sobre "el fondo" del texto:
"(lo de “clásico futuro” no se entiende muy bien lo que quiere decir)..." Se entiende bien que Góngora seguirá siendo un clásico en el futuro, ¿no?
"qué “homoioteleuton” –finales iguales que no incluyen la última vocal tónica y por eso se distinguen de la rima"
En todos los ejemplos (en español y en francés) que veo en internet, el homoioteleutonno no se distingue de la rima. La wikipedia dice: "En retórica, el homoioteleuton es una de las figuras de repetición que consiste en la igualdad o semejanza de los sonidos finales de palabras que cierran enunciados consecutivos. Se trata, por decirlo de alguna manera, de la rima en la prosa. Ejemplo:"No es crimen fallado más grave que la fornicación, digna de traer al hombre a perdición." (arcipreste de Talavera, Corbacho)."
La wikipedia francesa dice lo mismo y pone como ejemplos: "Et il frissonne, sans personne !... (Jules Laforgue) « ...un parler (...) non pédantesque, non fratesque, non plaideresque, mais plutôt soldatesque... » (Montaigne). O: « Un jour de canicule sur un véhicule où je circule, gesticule un funambule au bulbe minuscule » (Raymond Queneau, en Exercices de style (capítulo « Homéotéleutes »).
"Las comas, en la grafía española, no siempre indican pausa: “me dijo que, ayer por la tarde, vino a visitarnos”. Tras el átono “que” no hay pausa, aunque la hagan tantos lectores supuestamente cultos." Yo veo una diferencia entre decir (no leer) “me dijo que, ayer por la tarde, vino a visitarnos” y decir “me dijo que vino a visitarnos ayer por la tarde”. La segunda frase es incontestablemente más rápida. Luego la coma, tras el átono "que", indica una pausa (imagino que la coma fue inventada para corresponder a una pausa en el habla y no para clarificar la escritura).
"... ciertas ideas recibidas que no son de recibo, como la identificación de la situación descrita en el poema con la situación del autor en el momento de escribirlo. A nadie se le ocurriría pensar que el poema “Gorrión” de Claudio Rodríguez se escribió mientras veía a un gorrión picoteando a sus pies, pero todavía hay quien piensa que el soneto “Oh excelso muro, oh torres coronadas” tuvo que escribirse en el mismo momento en que regresa Góngora de un viaje a Granada y vuelve a contemplar las torres de Córdoba."
El hecho de que en muchos poemas no se pueda identificar "la situación descrita en el poema con la situación del autor en el momento de escribirlo" no significa que en alguno de ellos no pueda hacerse. Yo imagino que si los eruditos gongorinos dicen que Góngora escribió ese soneto de regreso de un viaje a Granada es por algo, que no lo ha inventado alguno de ellos. Antes de reírme de esa afirmación, yo buscaría de dónde viene.
Por cierto, algunas de las conferencias, presentadas por Joaquín Roses, de la Cátedra Góngora del Ciclo "Góngora Vivo: cómo leen a Góngora los creadores de hoy" que yo he escuchado en internet, son muy interesantes. Recuerdo una excelente de Antonio Carvajal, que se puede escuchar aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=nR8NEfJrGoM
Otras eran mediocres y por ello aburridas, como las de Gimferrer o de Colinas.
Acabo de ver que el sitio de la Cátedra Góngora han añadido otras, como las de algunos especialistas de los que hablamos hoy aquí.
https://www.youtube.com/c/C%C3%A1tedraG%C3%B3ngora