sábado, 31 de diciembre de 2016

José Mateos, poesía y nada más


Otras canciones
José Mateos
Pre-Textos. Valencia, 2016.

Un título anodino y un prólogo poco afortunado, encubren uno de los libros de poesía más memorables que se hayan publicado en los últimos años. El prólogo parece darnos a entender no son más que un apéndice a Un año en la otra vida, especie de dietario espiritual, incluso “el lector de estos poemas se encontrará con no pocas anécdotas que aparecían en aquel libro”. Afortunadamente los lectores de poesía suelen saltarse el prólogo, casi siempre prescindible “captatio benevolentiae” (en este caso, ni eso) y entrar directamente en los poemas.
            Las canciones de José Mateo parten en su mayoría de una mínima anécdota, pero en seguida dan el salto a otra realidad, o a otras dimensiones inéditas de esta misma realidad.
            “Las cosas” se titula muy guillenianamente –aunque José Mateos resulte poco guilleniano– el primer poema: “Como si tuvieran alma / habitar entre las cosas / –la silla, el lápiz, el vaso…– / y que las cosas no estorben, / como cuando / cae la nieve / y, entrando más en sí mismo, / el mundo desaparece”.
            “De prodigio y de nada” están hechos estos poemas de la primera sección del libro, “Tanta verdad”. Uno de ellos, el titulado “Para Luisa”, puede considerarse un microrrelato de fantasmas: “Estuviste conmigo / paseando la tarde / por el camino  blanco. / Después, / Volví a enterrarte”.
            “Lecturas” –glosas, homenajes– se titula la segunda sección del libro. Nietzsche, Vladimir Holan, Emily Dickinson, el romance del prisionero que no dice su canción “sino a quien conmigo va”, la Odisea, los Evangelios y un poema que parece reducirse al mínimo, como tantos otros del libro, y que quizá resulta el más inolvidable, “Tarde de verano leyendo a Chéjov”: “Si yo estuviera muerto, / hoy no podría / saborear mi infancia en estas uvas / y leerme en tu libro. / Todo es así de simple. / Y lo olvidamos”.
            “Apuntes del natural” nos hablan del hinojo, del girasol, del crisantemo, también de los estorninos, del jilguero, de la luciérnaga… Poemas hechos de un trazo, que nunca incurren en la obviedad, que nos permiten ver el mundo de otra manera, fijarnos en lo que nos pasa inadvertido.
            A la parnasiana y modernista écfrasis –recordemos a Manuel Machado– remiten los poemas de “Paseo por el museo del Prado”, que nada tienen sin embargo de la frialdad parnasiana o del sonsonete modernista. El gozo de vivir de Rubens: “Sabes que la alegría / no puede estarse quieta: / frunce las ropas, / contorsiona los cuerpos / y levanta / los brazos / como señal de asombro. / Otros miran el cieno y los gusanos, / y tú la exuberancia / de la vida que brota en cualquier parte”. El expresionismo de Goya: “Pintaré los murciélagos del odio / y los perros que tiñen de oscuridad y sangre / las páginas de Historia. / Pintaré mamarrachos y discordias. / Porque el mal que hace uno / es de un color que nos acusa a todos”.
            En la sección última, “Aquí y más allá”, junto a apuntes paisajísticos, se disimulan dos o tres espléndidos poemas de amor. Termina el libro con una “Canción de lo que está por decir”: “Palabra / aún por decir / que dice / y no dice, que sabe / lo que nunca se sabe”.
            En el prólogo, parafraseando a Bécquer, se refiere José Mateos a dos tipos de escritores: los que creen “en la palabra, en los nombres, en el lenguaje”, los que “hacen literatura y nunca salen de ella”, y los otros “para los que el lenguaje nunca es suficiente, que sienten que lo que tienen dentro, lo que tienen que decir, nunca podrá ser dicho con palabras, y van dando palos de ciego en los muros del idioma y abriendo a veces agujeritos por donde entra un hilo de claridad, un filillo de una luz que no parece de este mundo”.
            Esa luz “que no parece de este mundo” es la que ilumina la mayoría de sus canciones.  

2 comentarios:

  1. La infancia. Me ha recordado esos versos de mi adorado Cereijo:

    Paseas, esta tarde de verano,
    por la grata alameda de tu infancia,
    buscando unas imágenes perdidas
    para jugar con ellas, simplemente.
    Pero otra imagen terca se interpone
    un acecho insidioso...

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