jueves, 5 de octubre de 2023

El diario de los intelectuales

 

 

 

La vida por un periódico. 
Nicolás María de Urgoiti (1869-1951) y El Sol.
Sofía González Gómez
Visor. Madrid, 2023.

Entre 1917 y 1930, el diario El Sol (continuaría hasta 1939, pero ya en otras manos y con otra orientación) supuso un hito en el periodismo español y quizá en el periodismo a secas. Era un periódico donde la colaboración de los intelectuales suponía algo más que un complemento de la información periodística. Constituía la razón de ser de la publicación. Esa aventura prodigiosa tuvo dos pilotos: uno, bien conocido, Ortega y Gasset; el otro, el empresario Nicolás María de Urgoiti, que siempre quiso ser algo más que un empresario.

            A Urgoiti y a su principal creación, pero no la única (a él se le debe también la colección Universal, antecedente de la Austral), dedicó Sofía González Gómez su tesis doctoral, compendiada en La vida por un periódico. Manejando abundante documentación inédita, nos refiere no solo la trayectoria empresarial de Urgoiti, sino también su tragedia personal, la enfermedad mental que le llevó a pasar largas temporadas recluido en un sanatorio (años incluso) y finalmente al suicidio. Nos enteramos igualmente de la intrahistoria de El Sol, un diario que, fiel al elitismo orteguiano, distinguía entre el “olimpo”, el selecto equipo de colaboradores, y los redactores, mal pagados y poco valorados. La opinión de entonces –se afirma citando a Gómez Aparicio-- era que “al oficio de periodista se dedicaban las personas que no habían conseguido superar unas oposiciones, no querían estudiar o no habían logrado ingresar en alguna academia militar”. Esa distinta valoración entre quienes hacían el periódico y quienes lo orientaban ideológicamente tenía su correspondencia en el plano económico: por tres artículos publicados durante noviembre de 1922, Ortega cobraba 823 pesetas, mientras que el sueldo mensual de la mayoría de los redactores apenas superaba las 300. Uno de esos redactores fue el después conocido escritor Ramon J. Sender, quien traslada su paso por El Sol a la novela autobiográfica O. P. (Orden Público) y también se queja directamente al empresario en una carta inédita citada por Sofía González Gómez.

            Para conocer lo que fue El Sol contamos con un documento excepcional. Con motivo de la exposición internacional sobre periodismo celebrada en Colonia en 1928, se imprimió en formato libro el número de 12 páginas –había otros de 8 páginas-- correspondiente al 1 de julio de ese año. En libro, esas doce páginas ocupan más de trescientas y el tiempo transcurrido desde entonces no ha hecho más que acrecentar su interés, contra lo que pudiera pensarse. Ahí están los grandes de la literatura y el pensamiento de entonces –de Ortega a Gómez de la Serna, pasando por H. G. Wells--, pero lo que más nos interesa no es la plana de artículos o de reseñas de libros, sino las dedicadas a la información de provincia o los breves dispersos por las distintas páginas. Para conocer lo que era la vida de España entonces vale más esa múltiple crónica de un día que cualquier novela o monografía histórica. “Su aterradora soledad la lleva al suicidio” se titula una noticia procedente de Ronda. Qué nivola unamuniana compendian esas diez líneas sobre la “agraciada joven de veinte años Ana Luque Rodríguez” que se arrojó al Tajo “desde el balcón central de la Alameda”. Otra información breve, dedicada al Ateneo obrero de El Llano, comienza destacando “la labor humilde, callada, perseverante, de los Ateneos y centros de cultura asturianos”.

                Valdría la pena reeditar ese volumen, que permite una lectura muy distinta de la que puede hacerse del diario digitalizado o de los ejemplares físicos, de incómodo manejo. Se complementa con diverso material traducido al francés, al inglés y al alemán, dado el público al que se destinaba: “Breve semblanza de El Sol”, “El Sol, página por página” y “Los talleres de El Sol”, además de un listado de los redactores y colaboradores.

                Aunque lo cita, no parece haber leído con mucha atención ese libro Sofía González Gómez. De haberlo hecho, no podría afirmar que, a finales de 1927, El Sol mostraba su simpatía por el partido Unión Patriótica de Primo de Rivera. En la “breve semblanza” queda clara su postura sobre la dictadura: la apoyó en un principio en su labor regeneracionista, pero luego, cuando el nuevo régimen “creyó que debía prolongar su mando y mantener el colapso de la vida constitucional”, se colocó frente a él y “desde entonces es, y seguirá siendo, su más firme adversario”.

                No es el único lapsus que encontramos en esta monografía, a pesar de ser un trabajo académico, subvencionado y supervisado. En la página 20 nos dice que la tercera guerra carlista “tuvo lugar en 1877” (fue entre 1872 y 1876). En la página 95 afirma que Enrique Díez -Canedo pasó a ocuparse de la sección “Charlas al sol”. Pero esa famosa sección, que firmaba Heliófilo, estaba a cargo de Félix Lorenzo, director del diario durante largos años.  Una nota añade confusión, al remitir a un libro de “Luis Bello González Soriano” (en realidad José Miguel González Soriano) sobre la producción periodística de Luis Bello.

                Se ha hablado mucho de una obra de André Schiffrin, La edición sin editores, sobre la desaparición de la figura del director literario en los grandes conglomerados editoriales, atentos solo al rendimiento comercial. Se ha hablado menos, o no se ha hablado nada, de otro fenómeno quizá más preocupante: la desaparición del supervisor que garantice la fiabilidad de las publicaciones científicas, al menos en el ámbito humanístico. El libro de Sofía González Gómez viene avalado por la Universidad de Berna y aparece en una colección con un prestigioso comité asesor. Sería interesante que se hiciera constar qué miembros de ese comité han leído previamente el volumen  --¿Víctor García de la Concha?, ¿Luis García Montero?, ¿José-Carlos Mainer?, ¿Darío Villanueva?-- y se responsabilizan, por lo tanto, de la fiabilidad del contenido.

2 comentarios:

  1. "La edad de plata" de Mainer es un clásico. Un libro del que siempre se aprende.

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  2. "La edad de plata" es el libro del que tengo mejor (y más provechoso) recuerdo de mi Facultad

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