¿Hasta qué punto un poeta se encuentra capacitado para ser crítico de poesía? ¿No será siempre un crítico poco objetivo que se dedica solo a defender su propia concepción de la poesía?
Lo único que incapacita para ser crítico de poesía es no ser un buen lector de poesía. Y un buen lector, si es poeta, aprecia muchas más diversas maneras de la poesía que la que él es capaz de escribir.
¿A qué se debe su empeño en atacar a grandes poetas como Ganomeda y en defender a otros muy menores como Fernando Ortiz?
Procuro no hablar de la poesía de Gamoneda, un poeta más o menos grande que me interesa más bien poco, pero no puedo resistirme a glosar sus opiniones sobre literatura. Carece de sentido del humor y no parece muy dotado para el pensamiento abstracto, o mejor, para el pensamiento a secas. Resulta involuntariamente cómico escucharle afirmar por enésima vez, el mismo día en que recibe no sé cuántos premios oficiales, y junto al presidente del Gobierno y rodeado de ministros, abominar del realismo porque el “realismo es el lenguaje del poder”. A mí me hace más gracia él que su poesía. De Fernando Ortiz hace tiempo que no hablo. Y no pienso hablar ahora. He leído, sí, su más reciente libro, Miradas al último espejo, pero no pienso escribir sobre él, aunque humanamente tiene toda mi simpatía.
¿Cree verdaderamente que “el haiku es el soneto de los haraganes”, como ha declarado varias veces? ¿Cree que escriben haikus los que no son capaces de escribir otra cosa?
Pues sí, creo que escribir haikus está al alcance de cualquiera, por eso no hay mal poeta que no los perpetre a centenares. Malos haikus, quiero decir. Los buenos son un milagro que ocurre muy de tarde en tarde. El soneto requiere un aprendizaje y mayor esfuerzo, pero no por eso el resultado poético está garantizado. Yo aconsejaría a los jóvenes poetas que aprendan a escribir sonetos y que, en cuanto sepan, dejen de escribirlos. Y, por supuesto, rompan todos los que les sirvieron como aprendizaje.
“El realismo es el lenguaje del poder” afirma con frecuencia Antonio Gamoneda. Usted defiende la poesía realista, ¿quiere eso decir que está de lado de los poderosos?
Creo que sobre ese asunto ya he dicho algo en una respuesta anterior. No sé si los poderosos gustan del realismo; los bancos, por ejemplo, prefieren la pintura abstracta.
¿Ganaría la poesía española sin los manejos de Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes y Benjamín Prado?
Sin sus manejos no sé si ganaría o perdería; sin sus poemas, seguro que perdería.
¿Hay premios literarios honestos?
Los hay. Todos los premios que ganan los poetastros que abominan de los premios son, si hemos de hacer caso a sus declaraciones posteriores, honestos, los únicos honestos.
Usted ha escrito muchas veces en contra de los premios literarios. ¿No considera una contradicción formar parte del jurado de muchos de ellos?
De muchos de ellos, no. De tres o cuatro. Y no lo considero una contradicción. Yo me considero un profesional, como un fontanero al que si le llaman para arreglar un grifo no pregunta si está en un convento o en una casa de lenocinio. Él hace su trabajo de la mejor manera posible, cobra sus honorarios y asunto concluido. Otra cosa es lo que pueda pensar sobre el exceso de conventos o de clubs de alterne. Yo creo que hay demasiados premios literarios y que estorban más que ayudan.
Para muchos, entre los que me cuento, Borges es un poeta sobrevalorado, poco más que un ramplón versificador. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?
No.
¿Tiene sentido hoy escribir con rima? ¿No es un artificio más propio de tiempos decimonónicos?
Sí. No.
¿Por qué se lee cada vez menos poesía? ¿No será porque los poetas han dejado de hablar de lo que interesa a todos y se dedican a mirarse su propio ombligo?
Siempre ha habido más poetas que poesía. La poesía sigue interesando, y mucho. Lo que no interesan, y no seré yo quien lo lamente, son la mayoría de los poetas.
¿Qué opina del movimiento del 15-M? ¿No cree que además de una regeneración política pueden traernos también una nueva poesía que por fin interese a todos porque hable en el lenguaje de todos?
Prefiero no opinar nada. Yo respeto todas las ingenuidades, siempre me ha enternecido la bondadosa bobería.
Hace 75 años que asesinaron a Federico García Lorca. ¿No cree que su obra literaria lleva casi tantos años muerta a pesar de que se siga hablando de ella por motivos extraliterarios?
Pues no, no lo creo. Y es la primera vez que escucho semejante peregrina afirmación. ¡Y cuidado que he escuchado tonterías en mi vida!
¿Qué opina de la poesía de Miguel d’Ors? ¿Y de la de Enrique García-Máiquez? ¿No cree que se encuentran marginados por sus creencias religiosas?
Son dos espléndidos poetas llenos de verdad y gracia. Cuando hablan de la Verdad con mayúsculas es cuando me interesan menos. Se encuentran tan marginados como el jefe de la organización religiosa a la que pertenecen, capaz de llenar Madrid, o cualquier otra ciudad, con millones de seguidores. Ya quisiera yo estar tan marginado como ellos.
¿Siguen existiendo las generaciones literarias? ¿Cómo se llama la última?
Siguen existiendo. Pero yo ya no trabajo en ese negociado. Mejor preguntar a Luis Antonio de Villena, que ahí sigue con sus vetustos adolescentes órficos y lógicos, inasequible al desaliento.
¿Qué ha sido de la poesía no clónica y de poetas como Antonio Rodríguez Jiménez, Fernando de Villena, Pedro J. de la Peña y otros grandes marginados por el poder literario?
Eso quisiera yo saber, qué ha sido de ellos. Sin sus declaraciones y sus ferocidades el mundo es un poco más aburrido. También echo de menos a Isla Correyero y a un suplemento de Málaga que se llamaba “Papel literario”. Los jóvenes, que no han tenido ocasión de conocerlos, no saben lo que se pierden.
Y por último: ¿cree que Internet ha cambiado nuestra manera de entender la literatura? ¿Desaparecerán las bibliotecas y las librerías con la generalización del ebooks? ¿No cree que los libros tradicionales pronto serán una antigualla como los papiros egipcios?
Internet no ha cambiado nuestra manera de entender la literatura, ha cambiado la manera de difundirla. Y para mejor. Y en cuanto a la desaparición de las bibliotecas y de los libros de papel, no diré yo que no pueda ocurrir. Incluso algún día desaparecerá el hombre y el planeta Tierra y el entero sistema solar. Pero no parece que vaya a ser mañana. Tampoco nosotros ni nuestros nietos ni los nietos de nuestros nietos veremos la desaparición de los libros y las bibliotecas. Más allá de tres o cuatro siglos no me atrevo a profetizar. ¡Las cosas cambian tan deprisa!