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Personal & político
Aurora Luque
Fundación José Manuel
Lara. Sevilla, 2015.
Desde hace más de veinte años, desde su libro Carpe noctem, Aurora Luque parece utilizar
la misma fórmula para escribir sus poemas, una formula que entremezcla referencias
al mundo clásico con otras rigurosamente contemporáneas, alusiones librescas
con anécdotas autobiográficas, lenguaje culto con coloquial, incluso jergal.
¿La misma fórmula? Quizá sí, pero nunca cansa porque siempre añade un
ingrediente secreto que convierte la rutinaria técnica en asombro y magia.
Personal & político reúne dos
cuadernos viajeros, uno dedicado a su tierra natal, el sureste de Andalucía, y
otro a lo que ella llama “vieja América”, la costa Este de Estados Unidos. En
ambos las referencias biográficas alternan –y de ahí el título– con las miradas
críticas sobre el mundo de hoy.
El primer
poema –“Carboneras, verano 2013”– incide en el clásico “carpe diem” a partir de
unos versos de Alceo y de una advertencia paterna repetida siempre en los
veranos de la infancia. El “empápate de vino” y el “empápate de yodo” se
transforma en los últimos versos: “Empápate de luz azul los ojos. / Esta mañana
de olas voluptuosas / arde el mundo de pura plenitud. / Arenas primordiales,
azul denso, sol claro. / Guárdalo en la memoria, protegido, / como licor que
abrigue / cuando llegue el glaciar de la vejez”.
A Aurora
Luque le gustan los juegos y las variaciones en sus versos. “Jugar con Ronsard”
y “Jugar con Yeats” se titulan dos de los poemas. En el famoso soneto a Helena
de Ronsard, como en la imitación de Yeats, se evoca a la amada, ya vieja, sentada junto
al fuego, leyendo los versos de amor que un tiempo le dedicó el poeta. Aurora
Luque adopta el punto de vista femenino y dice lo mismo con palabras de hoy,
con palabras de siempre: “Cuando seas ya viejo, sombrío y arrugado / y te
apartes hastiado de pantallas y nietos, / tomarás este libro de papel amarillo
/ y hallarás en mis versos tus ojos juveniles”. Otros textos seleccionan
definiciones de un crucigrama o ponen en verso (con ciertas libertades) la
descripción del bronce de Hércules que ofrece la audioguía del Museo
Arqueológico de Cádiz.
Uno de los
secretos del arte de Aurora Luque consiste en empezar el poema en voz baja, con
alguna referencia anecdótica, como si fueran una simple nota. Algunos ejemplos:
los primeros versos de “Paulonia” nos informan de que el poeta Manuel Moya está
plantando un huerto; la etimología de “catástrofe” se nos explica al inicio del
poema así titulado; “Alsinas” evoca los viejos autobuses de su infancia. Pero,
como en el famoso poema de Manuel Machado, Aurora Luque sabe hacer de la prosa
de la cotidianidad o de la erudición “otra cosa”. También de la prosa de la
publicidad, irónicamente utilizada en “Temporada de cruceros” y subrayando lo
cercana que está a menudo a la poesía colocando como lema de uno de sus poemas
un eslogan publicitario: “La infancia es el desayuno de la vida”.
“Cuaderno
vieja América”, la segunda parte del libro, comienza con poemas inspirados en
algunas series televisivas (Mad Man,
Breaking Bad…) e incluye un brillante “Rap para la romería de Steve Jobs”,
cuyas estrofas monorrimas están escritas a la vez de forma irónica y con mucha
seriedad: “Realizó sus milagros: justa es la idolatría. / La música del mundo
guardó en una cajita / que se guarda en la palma cual una monedita. / La
envidia de los dioses le ha quitado la vida”.
Otros
poemas están inspirados en lo que podríamos llamar excursiones literarias: a la
casa en la que vivió Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas, o a la de Emily Dickinson, en Amherst; “¿Dónde están
las iguanas?” evoca el Nueva York de Lorca (y el de Moreno Villa); “La estación
de Mount Holyoke” trae el recuerdo de un poeta que allí vivió los años más
oscuros de su exilio; Luis Cernuda; la “Tumba en el lago Seneca” del poema
final es la Paul Bowles.
Que a veces
el poema se quede en mera anécdota es uno de los riesgos de la poesía de Aurora
Luque, aunque por lo general acierta a evitarlo. “Viajaba un tipo raro en aquel
tren / que iba de Nueva York a Massachusetts” comienza “Con la muerte a la
cintura”. La anécdota que protagoniza “aquel colgado” que se pasea por los
pasillos con “una muñeca hinchable terrorífica” atada a su cintura no es más
que un símbolo de la condición humana: aquel tipo hacía lo que todos, “acarrear
la muerte / por los tambaleantes pasillos de la vida”.
Aurora
Luque no se deja tentar por pretenciosas vaguedades más o menos filosóficas, escribe
siempre con la sensualidad de la inteligencia, ama el detalle exacto, la
fórmula verbal precisa y memorable, “una gota de ámbar / para guardar un
élitro”.