Miseria y compañía
Andrés Trapiello
Pre-Textos. Valencia, 2013
Familiar, en el doble sentido de la palabra, resulta la nueva entrega de los diarios que Andrés Trapiello viene publicando, primero cada año, después cada dos años, desde 1990, Tras tantos miles de páginas, familiar nos resulta su manera de entender el género del diario, que él quiere aproximar a una dilatada novela por entregas; estamos más que acostumbrados a sus X que velan los nombres propios, a sus paseos por el Rastro, a su retiro extremeño de Las Viñas, a sus bromas y veras sobre la vida literaria.
Pero también son estos diarios, y muy especialmente Miseria y compañía, una crónica familiar en el más estricto sentido de la palabra. Su mujer, a la que denomina M., y sus hijos, R. y G., resultan protagonistas. Unos hijos ejemplares, una mujer modélica (a ratos nos recuerda a la Paola de las novelas de Donna Leon protagonizadas por el comisario Brunetti). Juntos hacen un viaje a Italia, visitando las villas de Palladio a la orilla del Brenta, y esas páginas viajeras constituyen uno de los capítulos más representativos del libro.
Miseria y compañía es, entre otras muchas cosas, un libro de viajes, la mayor parte de ellos profesionales, debidos a una conferencia o la promoción de alguna novela del autor. El lector habitual sabe que en la crónica de estos viajes –a Munich, a Bruselas, a Milán– no suele faltar la burla de los anfitriones ni tampoco impresionistas evocaciones que, a menudo, van más allá de la consabida postal turística.
La guerra de guerrillas literarias se encuentra, como siempre bien representada, para malicioso regocijo de determinados lectores (quizá los mismos a los que aburre el exceso de rosadas intimidades familiares) y para irritación de otros. Reprocha Trapiello al autor de “cierto libro sobre el mundo de los editores del que forma parte” que elogie sus diarios sobre todo por sus “malvados retratos”.
Esos “malvados retratos”, esas vengativas semblanzas, abundan en este tomo tanto como en los otros, pero su extensión se reduce. Aparte de Jorge Herralde (que no quiso publicar la primera entrega de los diarios), aparecen los habituales Gimferrer y Gil de Biedma, Carlos Castilla del Pino, Javier Marías (a través de La fiera literaria), Víctor de la Concha , Luis María Anson… En unos casos con sus iniciales, otras veces tras una X o sin indicar el nombre, pero siempre con los suficientes datos como para que puedan ser identificados (se habla, por ejemplo, del “cura relapso que ahora dirige la Academia ”).
Tiene razón Trapiello cuando se queja de que se reduzcan su diarios a esas llamativas, y con frecuencia injustas, “maldades”; abundan también las semblanzas de amigos y maestros (ejemplares resultan las páginas que este tomo dedica a Ramón Gaya, Muñoz Rojas, Rosa Chacel). Pero no la tiene cuando afirma que las personas a las que censura o caricaturiza aparecen “siempre como parte de una ficción, veladas por su X”. El nombre de los personajes de una novela no suele ocultarse; el que se oculta a veces en crónicas o reportajes, para evitar problemas, es el de las personas reales.
Las incómodas y caprichosas X no convierten a estos diarios en ficción. Demuestran por ello más conocimiento de los géneros literarios los vecinos de Trujillo, cuando se quejan de ciertas alusiones malévolas, que el propio autor al defenderse con la peregrina razón de que lo que escribe es una “novela” (una novela de no ficción, en todo caso, aunque no falten las fantasiosas imaginaciones).
“El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona” afirmó Hölderlin. El Andrés Trapiello que teoriza –sobre los diarios o sobre cualquier otro asunto– resulta inferior al que se limita a hacer literatura, con frecuencia espléndida literatura, como ocurre con los intermedios líricos o aforísticos que separan los fragmentos más narrativos de sus diarios.
Al lector de Miseria y compañía le sorprende encontrarse con una curiosa innovación tipográfica: “Tendría que estar prohibido ponerle a las calles el nombre de militares, de alcaldes, de aristócratas, de polític*s, de reyes y reinas, de obispos y de escritor*s”. En la solapa del volumen el autor la explica así: “L*s lectores de este libro hallarán también aquí esta estrella o asterisco manipulado, que hemos dado en considerar nueva vocal o vocal doble, tras haber descartado por diferentes razones el empleo de sucedáneos y equívocos, como la arroba o la xuá. El autor, tipógrafo aficionado, considera que el uso de un lenguaje inclusivo, no es ocioso ni mucho menos nocivo para la literatura escrita ni para la literatura en general. El hecho de que esta * sirva para lo escrito y no para lo hablado, no quiere decir sino que se contenta con ser leída, lo que no es poco trecho, en un camino tan largo aún”.
¿Y cómo puede “ser leída” esa “estrella o asterisco manipulado”?, le preguntaríamos al autor de pronto converso al feminismo linüístico. ¿”Ele”, “estrella”, “ese” lectores de este libro? ¿De “politic”, “estrella”, “ese”?
El asterisco que propone Trapiello no es una “nueva vocal” o “vocal doble” sino una manera gráfica de representar a la vez a dos vocales, la “o” y la “a”, o la “e” y la “a”, cuando sirven para diferenciar masculino y femenino, pero la pronunciación no puede ser simultánea, por lo que de poco vale esa pintoresca abreviatura. Si rechazamos utilizar el masculino como género no marcado (que incluya al masculino y al femenino), podemos hacer lo que siempre se ha hecho cuando nos dirigimos a un auditorio mixto: decir “señoras y señores” (y no solo “señores”, que gramaticalmente –pero no socialmente– sería igualmente correcto).
Recuento del año 2004, con su brutal atentado y sus elecciones y su boda principesca, crónica familiar y cuaderno de ejercicios de un escritor capaz de los más hondos lirismos, pero que no desdeña las trapacerías de la literatura comercial ni los enredos de los premios literarios, Miseria y compañía no defraudará ni a los partidarios ni a los detractores de Andrés Trapiello, cada vez más numerosos los primeros y no enteramente inmerecidos los segundos.