Los 154 poemes
K. P. Kavafis
Versión asturiana,
entamu y notes de Xosé Gago
Saltadera. Oviedo,
2013
Hay poetas que son solo de una literatura, de una lengua y
poetas que lo son de todas. Un ejemplo, por limitarnos al siglo XX, lo
constituye Kavafis; otro, Pessoa. Sin ellos, no se entendería la poesía española de los
años setenta y ochenta, la poesía actual, no sería lo que es.
En Grecia,
en Portugal. tardó en entenderse el carácter especial de ambos autores y quizá
nunca se ha entendido por completo; tampoco la comprenden los especialistas en
ambas literaturas, empeñados con frecuencia en ofrecernos otros nombres, en su
opinión de no menor calidad e incluso superiores, pero que raramente funcionan
fuera del ámbito académico, donde no suelen abundar, contra lo que pudiera
parecer, los lectores con sensibilidad literaria.
Kavafis y
Pessoa, contra lo que pudiera parecer, tienen mucho en común, aunque uno se
centrara en unos pocos poemas que fue reelaborando a lo largo de su vida y el
otro se dispersara en muchos nombres y en una obra de apariencia inabarcable.
La
educación de los dos era fundamentalmente inglesa, conocían esa lengua tan bien
como la propia, desempeñaron oscuros trabajos, resultaron desconocidos en vida,
salvo por unos pocos avisados. “Los poetas no tienen biografía; su propia obra
es su biografía”, escribió Octavio Paz a propósito de Pessoa, mientras que
Seferis llegó a afirmar que “fuera de su poesía, apenas tiene Kavafis interés”.
También
Kavafis, como Pessoa, a pesar de que dejó su obra lista para ser publicada, ha
sido víctima de la pasión de los eruditos por confundir la obra literaria, por
no distinguir entre borrador y poema, por el afán de considerar el texto
literario solo como un pretexto para sus notas y variantes. Así, Pedro Bádenas
de la Peña , en
una de las varias introducciones a la
Poesía completa de Kavafis, llega a afirmar
que su conocimiento e influencia dependieron demasiado tiempo “de los famosos
154 poemas” y que hoy “es ya un hecho la aceptación de que la producción ‘no
canónica’ de Cavafis tiene tanta o más importancia que la selección que en vida
hiciera el autor”.
Afortunadamente,
Xosé Gago opina de otra manera. Su edición de Kavafis lo proclama desde el
título: Los 154 poemes, exactamente
los mismos que aparecieron en la princeps
de 1935, póstuma pero realizada de acuerdo con las indicaciones del autor, muy
preocupado por dejar su obra en estado de revista para la posteridad.
No abundan
ni en español ni en las otras lenguas peninsulares las ediciones de la poesía
de Kavafis en edición bilingüe y de acuerdo con la voluntad autorial. Las
ediciones en castellano no suelen ser bilingües (Pedro Bádenas de la Peña llega a afirmar que “se
ha abandonado prácticamente esa modalidad editorial”) y raramente, como en el
caso de Ramón Irigoyen, se ajustan a los poemas canónicos.
El prólogo de
Xosé Gago no se limita a resumir lo consabido, está escrito con información de
primera mano, resume bien la vida de Kavafis, ofrece iluminadoras calas sobre
su poesía y sobre la dificultad que tuvo para hacerse camino entre los poetas
de su tiempo. Lo que él escribía no parecía poesía. Seferis llegó a afirmar que
“se sitúa en el límite en que la poesía se despoja a sí misma para convertirse
en prosa”. Era un poeta que conocía bien la tradición de su lengua, pero que
inauguraba otra tradición; se le vio como un poeta extranjero, un poeta inglés
que escribía en griego.
Kavafis
estuvo muy ligado a las polémicas lingüísticas de la Grecia moderna. Escribía en
una lengua milenaria, pero de alguna manera tuvo que inventar su lenguaje: una
mezcla del habla de la calle y de la lengua de los libros, que casi era una
lengua muerta. Ciertas polémicas en relación con el asturiano literario no le
habrían resultado extrañas.
Pero la
poesía de Kavafis está más allá de las concretas palabras en que fue escrita,
como la de todo verdadero poeta. La poesía se hace con palabras, pero si es
verdadera poesía puede pasar de las palabras de una lengua a la de otra sin
perder nada esencial.
Nada
esencial ha perdido Kavafis en esta precisa versión al asturiano a pesar de
que, como afirmó Auden, “el elemento más original de su estilo, la mezcla en el
vocabulario y en la sintaxis del griego demótico y el de los puristas, es intraducible”.
Xosé Gago
es poeta (aunque haya publicado poco) y a la vez un especialista en la lengua y
la literatura griegas. Como buen especialista, desprecia a los aficionados, a
los que se atreven a publicar versiones de Kavafis sin conocer adecuadamente la
lengua del original. Especialmente injusto se muestra con Marguerite Yourcenar,
a quien se debe la consagración definitiva del poeta en Francia, a pesar de que
“les traducciones de la
Yourcenar (que nun sabía griegu), en prosa –en prosa burocrática, podríemos decir– son
un crime de lesa poesía. Pero como yera mui famosa, después de la publicación
de les Memories d’Hadriano, eso
benefició la conocencia de la obra de Kavafis en Francia, con aquella
traducción y too”.
Cierto que
Marguerite Yourcenar no conocía adecuadamente el griego moderno, pero su
traducción estaba hecha en colaboración con Constantino Dimaras, que había
conocido personalmente al poeta. En la biografía de Josyane Savigneau sobre la
escritora cuenta cómo se llevó a cabo el trabajo: “Yo le hacía la traducción
palabra por palabra y ella la ‘arreglaba’. A veces, el tono se alteraba entre
nosotros ya que cada cual defendía su posición. Marguerite quería escribir con
un estilo perfecto en francés. Yo no tenía nada contra eso, naturalmente, pero
quería que la traducción fuera exacta. La traducción que ella y yo hicimos de
Kavafis no se aleja mucho de esos principios, salvo en algunos pasajes en que
ella insistió mucho y yo cedí”.
Nada de
“prosa burocrática” por lo tanto. Y olvida Gago que el título del libro es Présentation critique de Constantin Cavafy
1866-1933, suivie d’une traduction intégrale de ses Poèmes, olvida que se
trata no solo de una traducción sino también de un espléndido ensayo sobre su
vida y su obra.
Ni siquiera
menciona Xosé Gago a los primeros traductores de Kavafis al español, a los que
se debe buena parte de su prestigio entre nosotros, a José Ángel Valente, el
pionero, y a José María Álvarez, el más difundido. Valente, en colaboración con
Elena Vidal, publicó el primer poema de Kavafis en 1962, el mismo año en que
aparecieron las traducciones catalanas de Carles Riba, y sus Treinta poemas, de 1971, influyeron
decisivamente en la poesía novísima.
Reparos
menores a un libro que es en sí mismo un monumento “aere perennius”, más
duradero que el bronce, como quería Horacio, y que difícilmente encuentra par
en las ediciones de Kavafis en lengua española. Por eso sería de desear que,
como hizo Joan Ferraté con sus versiones al catalán, el propio Xosé Gago
preparara una edición de los 154 poemas canónicos en castellano. Muchos
lectores, incluso en Asturias, se lo agradecerían.