Poesía completa (1927-1987)
Basilio Fernández
Edición de Emiliano
Fernández
Impronta. Gijón,
2015.
Basilio Fernández (1909-1987) fue un poeta con suerte en sus
inicios, cuando todavía adolescente Gerardo Diego le puso en el centro mismo de
la renovación poética de los años veinte, y en la publicación póstuma de su
obra, que ha contado con un editor ejemplar, Emiliano Fernández.
Emiliano
Fernández dio a conocer en 1991 una obra poética escrita a lo largo de sesenta
años y completamente inédita, salvo tres o cuatro poemas juveniles. Gracias a
la eficaz intervención de Antonio Gamoneda ese libro obtuvo al año siguiente el
Premio Nacional de Literatura, lo que contribuyó a llamar la atención de todos
sobre un poeta secreto de elusiva biografía, casi de ficción heteronímica.
Un cuarto
de siglo después, y a cargo del mismo estudioso, aparece su Poesía completa, que no añade demasiados
poemas a los ya conocidos, pero que reorganiza el conjunto, incorpora las
adecuadas notas y un extenso prólogo biográfico y crítico que no disipa del
todo el misterio del poeta, pero que no los hace más cercano.
Acostumbrados
como estamos a disparatadas ediciones supuestamente críticas en las que el
texto queda ahogado por vacua erudición, esta Poesía completa debería ser utilizada en las universidades como
modelo para la edición de un autor contemporáneo.
No lo tenía
fácil el editor. La obra de Basilio Fernández estaba desordenada en cuadernos y
carpetas, con múltiples correcciones, con muchas dudas sobre qué versión podría
considerarse definitiva. Han hecho falta décadas para poner orden en ese caos.
El editor ha tenido que tomar continuas decisiones, pero todas nos las explica
adecuadamente y siempre ha optado por intervenir solo lo imprescindible.
Los poemas
aparecen limpios en la página, con clara tipografía, sin ser interrumpidos por
ninguna nota, pertinente o no (la mayoría de las ediciones académicas –se
exceptúan las que coordina Francisco Rico– están llenas de superfluas notas que nos informan, por ejemplo, de que en el borrador ponía “pero” donde ahora
pone “mas” o de que tal metáfora al editor le recuerda tal pasaje de otro
poeta). Todas las notas, y los poemas que quedaron en borrador, aparecen al
final de cada sección, en letra de un cuerpo menor, a disposición del estudioso
o del curioso.
Los poemas,
antes de ser analizados o comentados, deben ser simplemente leídos, escuchados
diríamos mejor (aunque solo hagamos de ellos una lectura mental), y para ese
elemental operación muchos estudiosos de la literatura parecen paradójicamente negados.
Un poema no admite interrupciones; su valor estético desaparece cuando se
entremezcla con él la voz del crítico. La intimidad de poema y lector, de obra
literaria y lector, debe ser respetada. Los intermediarios, una vez que han
conseguido que ese encuentro se produzca, han de quedar fuera.
Estas cosas
las sabe bien Emiliano Fernández y no estaría mal que diera lecciones de buen
hacer a los doctorandos de la universidad española (y a más de un doctor: quien
lo dude que hojee la reciente edición de Las
cosas del campo, de Muños Rojas, a cargo de Juan Luis Hernández Mirón y con
prólogo de Luis Landero).
Una edición
ejemplar, sin ninguna duda, la que han preparado Impronta y Emiliano
Fernández. ¿Pero es Basilio Fernández un
gran poeta o solo una figura menor? Una figura menor, sin duda alguna, si lo
comparamos con los grandes nombres del 27, de los que puede considerarse un
epígono, como en su momento lo fue Miguel Hernández.
Una figura
menor, pero un poeta verdadero. Renunció muy pronto a la carrera literaria, se
refugió en la dorada mediocridad provinciana, quiso renunciar también a la
poesía, pero no fue capaz: una y otra vez, aunque con grandes períodos de
silencio, volvía a los poemas. Emiliano Fernández no se engaña ni nos engaña.
Nunca pierde el sentido crítico y no disimula cuando el fuego de la poesía se
convierte en ceniza en las manos del poeta, cuando el poema pierde tensión al
final, cuando las correcciones emborronan los versos. Por eso debemos creerle
también cuando subraya los aciertos.
Es un buen
guía de lectura Emiliano Fernández. Sus notas críticas nunca condescienden con
la subjetiva divagación; solo relacionan los versos con los textos que le
consta que leyó el poeta (en la bibliografía final se enumeran los libros de su
biblioteca).
Lo más
característico de la poesía de Basilio Fernández está escrito en un verso libre
de raíz surrealista, pero comenzó tentado por la emulación gongorina (sus
primeros poemas son de 1927) y por el juguetero creacionista, no en vano su
mentor fue Gerardo Diego. Siempre prescindió de la anécdota, biográfica o no
(herencia de la poesía pura juanramoniana), y no se dejó contagiar por el
realismo crítico de los poetas del cincuenta. Emiliano Fernández destaca el
interés de sus poemas finales, los de los años ochenta, asordinadamente
reflexivos, sin renunciar a la imagen insólita..
El libro en
el que puso más empeño se titula Solitude,
opcional Abril y lo comenzó a escribir en Italia a finales de los años
veinte. Si ese libro se hubiera publicado en su momento, otra habría sido la
trayectoria literaria de Basilio Fernández.
Él mismo
llegó a pensar que escribía para nadie y que amarillear entre olvidados papeles
familiares sería el destino más probable de sus manuscritos, a los que no
parecía dar demasiada importancia. Pero tuvo la suerte de encontrar el más
inteligente y dedicado albacea. Gracias a él Basilio Fernández ha encontrado su
sitio en la literatura española y en el corazón de un puñado de fieles y
exigentes lectores.