Los dones del otoño
José Cereijo
Pre-Textos. Valencia,
2015.
Como Eloy Sánchez Rosillo, con quien tanto tiene en común, José Cereijo es poeta que no le teme a la reiteración ni a la insistencia, que
gusta de darles vuelta a unos pocos temas, mostrando todos sus perfiles,
ahondando cada vez más en ellos. Su técnica es la de las variaciones musicales,
un ir y venir sobre unas pocas y siempre bien reconocibles melodías a las que,
sin embargo, nunca nos cansamos de escuchar.
Una elegía
en la muerte de un ser querido, una meditación sobre las postrimerías, una
celebración de la vida que pasa casi de puntillas y una reflexión sobre la
escritura son los principales temas que se entrelazan en Los dones del otoño.
El tono es
a menudo sapiencial y en algunas ocasiones se inclina incluso a lo didáctico.
Es el caso del poema “Poesía de la experiencia”, que quizá podría haberse
desarrollado mejor en un texto ensayístico, pero que no sobra porque ayuda a
distender el tono del libro con su toque de ironía: “Lo demás es asunto de la
crítica, / a la que no hay que hacer demasiado caso; salvo que uno prefiera /
escuchar no a las sirenas, sino al guía del museo, que va explicándonos / lo
que son las sirenas, según las últimas y más acreditadas teorías”.
Antonio
Machado, otro poeta muy afín a Cereijo (especialmente el Machado de Soledades) definió la poesía como “unas
pocas palabras verdaderas”. Del mismo modo Cereijo habla de “unas pocas
palabras / en la frontera misma del silencio / como las que se retiran,
discretas, cuando es hora / de que los cuerpos hablen”.
De frente
le miran estos poemas de otoño a la muerte, no le tienen miedo, en la mejor
tradición estoica: “Así, / lo mismo que la hoja se desprende del árbol, / tan
desnuda, tan leve, / como quien cumple un íntimo destino. / Así, sencillamente,
a la hora justa, / sin miedo ni esperanza”. Y en otro poema, el que cierra el
libro, los primeros versos formulan un deseo: “Que la muerte te sea /
persuasiva, no hostil, / como una compañía largo tiempo esperada”.
Y junto a
la serena meditación sobre las postrimerías, la continua celebración de la vida,
de la “pura perfección” de la realidad cotidiana, de las cosas “lentas y
fieles”, que vuelven a su sitio con cada amanecer.
El momento
de la escritura forma a veces parte del poema: “Lector, estas palabras / que
ahora miran tus ojos / fueron escritas en una mañana / de agosto, ligeramente
fresca”. Otros poemas, la mayoría, están escritos por la tarde, escuchando
música, frente a la ventana, y alguno de ellos se limita a dejarnos constancia
de lo que en ese momento ve. Es el caso del que comienza con una interrogación
(“¿Habrá en verdad quien tenga / en cuenta cada una de las cosas / que muestra
tu ventana?”) y que continúa con una serie de interrogaciones que nos
recuerdan, sin ningún mimetismo formal, a alguna de las odas de Fray Luis. Los
versos finales formulan la poética, una de las poéticas, del libro: “Así vas
anotando cada una de las cosas / que muestra tu ventana, / no vaya a ser que
Dios, finalmente, no exista, / o por si se distrae”.
Quien
busque novedades, rupturas, disonancias, no debe acercarse a la poesía de José
Cereijo. Él se sabe parte de una tradición, no duda en mostrar sus maestros.
Uno de los poemas menciona a Pessoa. Y un doble magisterio pessoano, el de
Alberto Caeiro y el de Ricardo Reis, está muy presente en estos versos. De
Caeiro ha aprendido que el misterio de la realidad es no tener misterio
ninguno. Preguntarse que hay detrás de lo que vemos es “una pregunta inútil: lo
real / –así lo quiso un dios, o su vacío–, / no conoce reversos; / tampoco le
hacen falta”.
Del
horaciano Ricardo Reis toma Cereijo el tono de consejo sapiencial que a veces
adoptan sus poemas: “Sé paciente. La vida / no entrega su secreto / a los que
la tratan con brutalidad, a los que se jactan, / a los que no saben escucharla,
/ demasiado ocupados de sí mismos”. Un tono que corre el riesgo de aproximarse
al de los libros de autoayuda.
Los dones del otoño es un libro que solo
podía haberse escrito a cierta altura de la vida, cuando lo leído y lo vivido
forman un todo inextricable, lo mismo que la claridad y el misterio, la elegía
y la celebración.
¡Estupendo libro y estupenda crítica! ¡Mil gracias!
ResponderEliminarApuntadísimo!!
ResponderEliminarGracias por la reseña José Luis.
Sandra.
buen libro, esperado, de un gran poeta. Lo sereno en la contemplación interesada de las cosas, de los días.
ResponderEliminarEste cerezo
Eliminarda frutos otoñales.
Exótico don.
Si se riega con silencio
Eliminarcualquier árbol da cerezas
hasta en enero o febrero.