Encuentros con el 50. La vos poética de una generación
Miguel Munárriz (ed.)
Ámbito Cultural de El
Corte Inglés. Madrid, 2016.
Hace casi treinta años, en 1987, se celebraron en el
ovetense teatro Campoamor unos encuentros con los poetas del 50 que supusieron
su consagración generacional. A partir de entonces, esos poetas alcanzaron la
consideración de clásicos. Dos de ellos –Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma,
que no estuvo presente, pero participó a través de una entrevista grabada–
desaparecerían pronto; otros dos –Caballero Bonald y Francisco Brines– siguen
todavía en activo. Hoy en día todos ellos –falta por citar a Ángel González,
José Agustín Goytisolo y Carlos Sahagún– forman parte de la historia de la
literatura.
Con motivo
de esos encuentros, se editó un libro que recogía los debates y algún material
complementario: poemas, estudios, una amplia nómina de la generación. Se
reedita ahora y la sorpresa es que sigue conservando la misma vigencia que
entonces, a pesar del carácter oral, y a menudo improvisado, de muchas de las
intervenciones.
Una de las
cuestiones que más se debatió fue la existencia o no de una generación. José
Ángel Valente, que estaba invitado y no quiso participar, lo niega
rotundamente. Antonio Gamoneda, que no estaba invitado pero que aparece en la
bibliografía final, sigue siendo el máximo detractor de lo que para él, más que
una generación, constituye un mero invento promocional.
Siempre se
ha discutido la existencia de generaciones literarias, pero lo cierto es que ni
los manuales ni las antologías han sabido prescindir de ellas. Y siempre ha
habido damnificados a la hora de establecer la nómina correspondiente. En el
caso de los poetas del 50, quien más sintió esa postergación, que aún no ha
perdonado, fue Antonio Gamoneda. Pero no se debió a oscuros contubernios, como
acostumbran a insinuar él y sus escoliastas. Tras un primer libro publicado en
1960, Sublevación inmóvil, permaneció
silencioso hasta 1977 en que apareció Descripción
de la mentira, inicio de su obra más personal, una obra que descree del
realismo y bucea en la irracionalidad del lenguaje.
En la conformación
de la generación, tuvo gran protagonismo el grupo de Barcelona, al que se
incorporaron pronto poetas como Ángel González y Caballero Bonald. La mayoría
son poetas de una gran lucidez crítica y autocrítica, como confirman estas
conversaciones. La excepción la constituye Claudio Rodríguez, para muchos el
más brillante poeta del conjunto, que da la impresión de no enterarse de nada
de lo que se debate.
Claudio
Rodríguez lee un poema, “La mañana del búho”, que luego aparecería incluido en
su último libro, Casi una leyenda.
Entre una versión y otra hay importantes modificaciones que nos permiten
conocer la manera de trabajar del poeta. Los cuatro versos finales dicen así en
la versión previa: “¿Viviré el movimiento, las imágenes / nunca en reposo, como
esas olas sin nido; / ya sin mañana y sin ocaso siempre? / ¿Y si la primavera
es verdadera?”. La versión de Casi una
leyenda sintetiza muy acertadamente: “¿Viviré el movimiento, las imágenes /
nunca en reposo / de esta mañana sin otoño siempre?”
No señala
estas diferencias, que añaden interés al volumen, Miguel Munárriz, editor de
esta segunda edición como lo fue de la primera, aunque sí añade un minucioso
prólogo y abundantes notas informativas. No explica tampoco la razón de algunas
supresiones –poemas de Ángel Crespo y Fernando Quiñones, estudios de José Doval
y Juan Lamillar– ni subraya un detalle muy significativo de la foto
generacional que aparece en la cubierta: José Agustín Goytisolo sostiene,
claramente visible, el libro de la colección Los Poetas, de ediciones Júcar,
que Jaime Ferrán dedicó a Alfonso Costafreda, como tratando de compensar su no
inclusión en Veinte años de poesía
española, la pionera antología de Castellet.
Entre los
críticos que acompañan a estos poetas, hay tres destacados nombres asturianos:
Emilio Alarcos, Víctor de la Concha y José María Martínez Cachero. Cada uno en
su estilo, hacen muy atinadas observaciones, que no han perdido nada de su
vigencia, sobre poesía e historia, sobre los textos y el contexto de la
posguerra en que se escribieron. Excelente resulta también la conferencia de
Luis García Montero, uno de los principales valedores de los poetas del
cincuenta y ya entonces el nombre más destacado de la generación que siguió a
la de los novísimos.
Las actas
de los congresos no suelen tener interés para el lector común. Este volumen es
una excepción. Sin él, no puede entenderse del todo la historia de la poesía
del pasado siglo.