Al pasar de los años
Artículos periodísticos (1930-1981)
Fundación José
Antonio de Castro. Madrid, 2020.
¿Cuántos artículos escribió Álvaro Cunqueiro en medio siglo
de vida periodística, o de vida literaria, que en su caso viene a ser lo mismo?
Hay quien calcula que unos cincuenta mil, Miguel Somovilla los reduce veinte
mil; en cualquier caso, los suficientes para que, por muchas recopilaciones de
ellos que hayamos leído, sigan apareciendo desconocidas maravillas.
En Al pasar de los años se reúnen
doscientos artículos, unos ya reunidos en libros, otros rescatados por primera
vez de las hemerotecas, todos ellos reproducidos de los diarios o revistas en
que se publicaron con rigor filológico y con las notas necesarias para ser
entendidos en su contexto. La selección puede ser discutible –¿qué selección no
lo es?--, así como la ordenación temática que prescinde de la cronología
incluso dentro de cada una de las secciones.
Miguel
Somovilla ha querido que estén presentes todos los intereses de Álvaro
Cunqueiro, no solo los que mejor han resistido el paso del tiempo. Por eso nos
encontramos con varias reseñas literarias, que quizá sobrarían, y con unos
pronósticos cartománticos sobre la liga de fútbol gallega que no pasan de una
curiosidad, aunque ciertamente divertida.
Pero nos
atrevemos a asegurar que el ochenta por ciento del volumen está formado por
obras maestras de dos o tres folios que no nos cansamos de leer y releer.
Cunqueiro sabía contar y sabía encantar. Hablara de lo que hablara no tardaba
en dejar a sus oyentes, a sus lectores, con la boca abierta.
Le gustaba
jugar con la erudición, como a su maestro fray Antonio de Guevara, que fue
obispo de Mondoñedo, o a Borges, pero su erudición no era inventada. Se trataba
de un hombre muy leído, de abundantes y pintorescos saberes, unos procedentes
de las bibliotecas y otros de la cultura oral. No podría haber fantaseado tanto
si no tuviera los ojos muy atentos a los más curiosos impresos y a lo que se
cantaba y contaba en las romerías, en las tabernas y en los figones.
“Un mapa de
Galicia” se titula una de las partes del volumen. Álvaro Cunqueiro, a quien
tanto le gustaba viajar por países que solo existían en su imaginación, por
ningún lugar viajó tanto como por Galicia, por una Galicia a la vez real y
producto solo de su fantasía. En docenas de artículos nos habló de las ferias
de San Lucas en Mondoñedo, de las capitales y de las más recónditas aldeas, de
la costa y del interior. Nunca teme repetirse porque, como la lluvia y el
amanecer, resulta siempre diferente.
El mapa de
Galicia se completa con los artículos de “Por la ruta jacobea” y “El mar que
nos rodea”, en el que se incluye “Un viaje a las Cíes” y también, como no podía
ser de otra manera tratándose de Cunqueiro, unas “Historias con sirena dentro”
y un “Diccionario manual de bestias marinas”. Se prolonga este último con
“Notas para un diccionario de ángeles”, que es el título de otra de las
secciones, en la que también se nos habla de ángeles caídos, esto es, de
espantables demonios o de pobres diablos.
“Retratos y
paisajes” alterna esplendidos relatos, como el dedicado a Quevedo en Venecia,
con trabajos más ocasionales, como las pocas líneas dedicadas a la muerte de
Unamuno. Miguel Somovilla, periodista, no filólogo ni profesor, como nos
recuerda en la introducción, parece que quiere que tengamos en cuenta que la
escritura de todos los días (Cunqueiro escribía dos o tres artículos al día) no
puede ser sublime sin interrupción, pero estos descensos acentúan las cimas,
que son la regla, no la excepción.
No falta la
sección dedicada a la cocina, “De re coquinaria”, en la que a menudo los
asuntos estrictamente culinarios no son más que un pretexto para hablar de otra
cosa, y es lo que más agradecemos muchos lectores.
Sorprenden
muchos de los capítulos de “Aprendiz de brujo”, en los que no suele saberse si
Cunqueiro habla en broma o en serio, aunque casi siempre habla a la vez de las
dos maneras, como es propio de todo humorista.
Cunqueiro
colaboró en docenas de diarios y revistas, y sabía adaptarse sin perder su
personalidad. No son lo mismo los artículos de la serie “El envés”, publicados
en Faro de Vigo día tras día durante
años, que las colaboraciones aparecidas en Tribuna
médica, que tratan de curanderos y de pintorescas medicinas alternativas
(casi todas ellas se reúnen en “Días de curación”). Igualmente contrasta el
estilo arcaizante de los publicados en la falangista Vértice con el desenfado de “Sal y pimienta”, una sección de la
revista Primera plana, ya en tiempos
del destape.
“Al pasar
de los años”, parte final de la antología y que le da título, trata del tiempo
cíclico de la naturaleza, de los inevitables artículos, en el periodismo de la
época, a la llegada del otoño o de la primavera, al solsticio de invierno o al
primer día del año. Cunqueiro se nos muestra, como Pla, un maestro en el arte
de darle una y mil vueltas de tuerca al tópico.
No es Al pasar de los años un libro para leer,
capítulo tras capítulo, de la primera a la última página, y por eso importa
poco que el antólogo no respete la cronología. Es un volumen para tener siempre
al lado, para abrirlo al azar, para escuchar algún sucedido que quizá nunca ha
sucedido, para viajar a islas remotas o a la eterna Compostela, para adentrarse
en un bosque o en un viejo infolio en busca de la fuente de la eterna maravilla.