Luis Antonio de Villena,
La inteligencia y el hacha (Un panorama de la generación poética de 2000),
Visor, Madrid, 2010.
Si la fidelidad es un mérito, nadie más benemérito que Luis Antonio de Villena, pertinaz zahorí de la poesía más nueva desde hace ya casi tres décadas. Sus continuas antologías —desde la inicial Postnovísimos— nunca han querido limitarse a ser meras antologías. Descubrir, destacar, seleccionar a los poetas que valen la pena entre la innumerable legión de jóvenes versificadores siempre le ha parecido poca cosa. Él aspira a algo más: marcar tendencia, sentar doctrina, etiquetar, clasificar.
La inteligencia y el hacha pretende ser la partida de nacimiento de una nueva generación poética, aunque los nombres que la integran no sean mayoritariamente nuevos: la generación poética de 2000. Los nombres no son nuevos, la generación sí. Los antólogos anteriores habrían incluido a estos autores en la generación de los ochenta, como prolongación o apéndice. Pero en opinión de Villena “el tajo de un hacha” (de ahí una de las partes del título, la otra alude a que se trataría de “poetas intelectuales”) los ha escindido de sus hermanos mayores.
La hipótesis es sugestiva, pero viene empañada por tres reparos que afectan, creo, a toda la labor crítica y teórica de Luis Antonio de Villena.
En primer lugar, sus dificultades con la sintaxis, que se han ido acrecentando con los años. Copio una frase tomada al azar: “Todo el mundo sabe hoy que ‘los novísimos’ (utilizando el término como se ha usado hace mucho sin explicitar ‘in extenso’ y no reduciéndolo a la sola nómina castelletiana) digo que era sabido el poco interés inicial de aquellos poetas nuevos en sus inicios por la hoy —no entonces— consagradísima ‘generación del 50’”. ¿Una errata la falta de concordancia entre lo que va antes del paréntesis y lo que viene después? Es posible. ¿Una errata la concordancia ‘ad sensum’ de la frase siguiente: “en parte por ello la llamada ‘generación del 50’ […] acudieron al rescate”? Es posible, pero no parece probable. Da la impresión de que Luis Antonio de Villena escribe cada vez más con los anacolutos y las imprecisiones del lenguaje oral; quizá debería pensar en la utilidad de contratar un corrector de estilo.
El segundo reparo es de índole conceptual, afecta a la manera de razonar del antólogo, sin duda más relacionada con la novedosa lógica difusa que con la tradicional lógica aristotélica. Comienza señalando que uno de los caminos de la ‘generación de 2000’ es “un realismo de nuevo cuño, que eludiera el tono familiar del 80 y que apostara por una mayor radicalidad, en un mundo lleno de injusticias y dificultades”. Pero luego resulta que esa línea la inicia Jorge Riechmann, de la generación anterior, y que no parece que haya menos tono familiar en Balbina Prior, por citar un ejemplo, que en Luis García Montero; en Javier Rodríguez Marcos —“una cortina / partía en dos la casa (el horno de carbón / a este lado -sin funcionar- / y al otro, aquel televisor en blanco y negro)”— que en Felipe Benítez Reyes. Lo mismo podría decirse del otro rasgo que —según el antólogo— caracteriza a la “generación de 2000”: el ser “poetas pensadores”. ¿De verdad alguien puede creer que lo que diferencia a Isabel Pérez Montalbán de Julio Martínez Mesanza, a José Daniel García de Aurora Luque o a Ana Gorría de Carlos Marzal (por no citar a Miguel Casado) es el mayor componente intelectual de la poesía de los primeros?
Un último reparo pondría yo a este aplicado antólogo de indesmayable vocación teorizadora: las incomprensibles lagunas en la información, que a menudo parece ser meramente periodística o de oídas. Baste un ejemplo. Tras comparar las poéticas aparecidas en dos antologías sucesivas (Última poesía española, de Rafael Morales Barba, y Deshabitados, de Juan Carlos Abril) se sorprende de que las primeras sean no solo “mucho más breves sino enormemente más simples”. ¿Qué le ha pasado a Carlos Pardo –se pregunta- para pasar de una poética de apenas media página con solo dos citas a otras que es casi un tratado? Y el mismo se responde: “No es solo, en absoluto, un pequeño ataque de exhibicionismo, es una aparatosa toma de conciencia generacional, en esos dos años, en uno de los poetas a los que alguno de sus compañeros ven como representante notorio de una poesía de cuño básicamente hermético, pero siempre con referentes intelectuales, valga decir, filosóficos”.
Pero lo que le ha pasado a Carlos Pardo —y a los otros poetas seleccionados por ambos antólogos— es bastante más sencillo y bastante más prosaico. Deshabitados, de Juan Carlos Abril, reúne las intervenciones en un encuentro celebrado en Granada en marzo de 2007. A los participantes se les pidió expresamente, según se indica en el prólogo, “una redacción alrededor de las siete u ocho páginas, mínimo cuatro o cinco (aproximadamente veinte mil caracteres con espacio) en la que cuentes tu historia como poeta: tus inicios como poeta, tus lecturas e influencias (de artes, de música, etc.), la historia de tus libros o de tus escritos, tus evoluciones, tus propuestas como poeta actualmente, un análisis sobre lo que estás realizando ahora…”. Renuncio a seguir copiando: el largo párrafo de Juan Carlos Abril no podría mejorarlo ni Luis Antonio de Villena. Señalo solo que si los participantes quería cobrar no tenían más remedio que esforzarse en esa redacción —y cómo se nota el esfuerzo de algunos— que para Villena representa nada menos que el más claro ejemplo de toma de conciencia generacional.
Estos reparos disminuyen un tanto el valor de La inteligencia y el hacha, pero no lo eliminan por completo. Aquí están algunos de los más notables poetas recientes, unos ya bien conocidos —González Iglesias, José Luis Piquero, Luis Muñoz, Lorenzo Oliván— y otros pocos que constituirán una sorpresa. Cierto que sobran más nombres que faltan (y faltan bastantes), pero eso se debe a que el antólogo “ha procurado velar los estrictos juicios de valor”, preocupado más por ejemplificar sus difusas elucubraciones que por ofrecer a los lectores una muestra de los mejores poetas de los últimos años, algo que deja para otros antólogos sin ambición teórica.
martes, 27 de abril de 2010
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¿Y qué me dices de los nueve antologados cordobeses?
ResponderEliminarEstimado José Luis, parece que el espectro en la poesía joven se abre y es más amplio de lo que se supone. He descubierto, en el blog de Álvaro Valverde (http://mayora.blogspot.com/) la noticia de un ensayo sobre poesía contemporánea "Mejorando lo presente" (Caballo de Troya, 2010), que tiene otras coordenadas teóricas, y que circula ya bastante en la red.
ResponderEliminarhttp://www.elimparcial.es/libros/martn-rodrguez-gaona-mejorando-lo-presente-poesa-espaola-ltima-posmodernidad-humanismo-y-redes-62408.html
http://www.dvdediciones.com/noticias_mejorandolopresente.html
http://afterpost.wordpress.com/2010/04/20/mejorando-lo-presente-poesia-espanola-ultima-posmodernidad-humanismo-y-redes-de-martin-rodriguez-gaona/
http://minombre.es/rafasuarez/2010/04/20/mejorando-lo-presente-de-martin-rodriguez-gaona/
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