Abundan las teorías apocalípticas acerca de Internet. Y no solo, ni especialmente, entre la gente común. En El lectoespectador (Seix Barral), de Vicente Luis Mora, “premiado como bloguero, como investigador y como ensayista”, encontramos una “microdistopía” situada en un futuro cercano, el 2014. Un atentado terrorista destruye el superordenador de Google localizado junto al río Columbia; cientos de millones de personas en todo el mundo se quedan sin acceso al conocimiento: “Nadie quería aprender nada porque había desaparecido el índice, el diccionario, la referencia, el jerarquizador. Los escritores y periodistas no podían documentarse, y se negaban a escribir. Se perdió la confianza en las posibilidades del ser humano de conocer la realidad de las cosas, y los relativistas tomaron el poder”.
Esa aterradora fabulilla, al contrario de lo que piensa su autor, “no es más verosímil de lo que parece”, sino completamente inverosímil. Google, como nadie ignora, es un buscador, y ni siquiera el único, no un archivo del conocimiento universal. Si se destruyen sus servidores, se destruye lo almacenado en ellos, no las páginas web dispersas por el mundo a las que permite acceder. Aunque desaparezca Google podemos seguir comprando libros por Internet, consultando el diccionario de la Academia , los ficheros de la Biblioteca Nacional. Y no es Google un “jerarquizador” del conocimiento, sino más bien todo lo contrario. Hace falta algo más que la destrucción de un buscador para que se pierda la confianza en las posibilidades de conocer la realidad y para que el deseo de aprender desaparezca del mundo. No conviene confundir, como hace a menudo Vicente Luis Mora (apenas hay capítulo de su libro que no constituya un ejemplo de ellos), la teoría con la generalización abusiva y sin demasiado fundamento. Ni con la acumulación de no bien asimilada bibliografía.
Internet facilita las cosas. Ayuda en el trabajo, la diversión, la vida práctica. Es solo una herramienta, aunque a menudo parezca un inexplicable prodigio. No nos da nada que no hayamos puesto previamente en ella: las tonterías de unos, la inteligencia y el arte de otros.
Con Internet o sin Internet el sentido común sigue siendo el menos común de los sentidos. Y el más imprescindible.
Vicente Luis Mora es un experto en el trazo grueso disfrazado de erudición. Y en involuntarias tonterías.
ResponderEliminarJLP
Un ejemplo. "Me cago en Benet y en Faulkner como modelo único de hacer novelas", afirmó Mora. Me parece que no necesitamos de una grosería introductoria para ponernos a discutir luego si, en algún momento, la crítica española sacralizó a ambos autores. Estas salidas de tono las asocio con cierto afán de notoriedad de quien así se manifiesta.
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