Eloy Sánchez Rosillo
Antes del nombre
Barcelona. Tusquets,
2013
Pocos poetas tan fieles a sí mismos como Eloy Sánchez
Rosillo, pocos menos dados a experimentar, a jugar con el lenguaje, a buscar
inéditos caminos, a dar trabajo a los especialistas. Abrimos un nuevo libro
suyo y sabemos lo que nos vamos a encontrar.
Para
ciertos lectores, eso será un reproche. Para mí es el mayor elogio. Porque lo
que nos vamos a encontrar en cada nuevo libro suyo es un puñado de poemas
memorables, de los que nos emocionan y nos iluminan de la manera más directa,
sin necesidad de intermediaciones críticas.
Cierto que
a veces la misma fórmula, idéntico vocabulario, deja de funcionar, y entonces
el poema se convierte en una anécdota, en una fábula con moraleja o en una
banalidad sapiencial de libro de autoayuda.
Doy tres
ejemplos de esos fracasos que, sin embargo, cumplen una función en el libro:
mostrarnos que la poesía no es cuestión de fórmulas ni de habilidades
retóricas, que nunca está garantizada, que más de cuarenta años de escritura
poética –Sánchez Rosillo publicó su primer libro en 1978– no aseguran que el
resultado final funcione.
“La
crecida” describe lo que indica su título: “Tres días sucesivos de diluvio. /
En el cauce del río la corriente / iba creciendo poderosa, anchísima”. Abundan
en el poema las frases banales (Rosillo no las teme): “caía el agua a
cántaros”, “la gran crecida estaba ya llegando / a la altura del puente”, “era
lo nunca visto”. El lector paciente espera hasta el final, que es donde muchas
veces ocurre el milagro que lo ilumina todo y le da un nuevo sentido. Pero no.
Había un intenso olor “a tierra removida, a barro, a cieno. / Para mí, aquel
olor es lo que más hacía / que mi ciudad de pronto fuese otra”. Termina el
poema y no aparece el poema.
“La pesca
milagrosa”, escrito en esa silva arromanzada tan grata a Antonio (y a Manuel,
recordemos “Castilla”) Machado, recrea un pasaje evangélico y termina con una
moraleja más propia de sermón rural que de poema.
Ejemplo de
poemas breves próximos al aforismo un tanto manido: “Solo has vivido de verdad
si tuvo / mucho que ver con el amor tu vida”.
Son los
menos, aunque quizá los más ilustrativos para el análisis, estos poemas en que
la fórmula no funciona y Sánchez Rosillo parece un aplicado imitador de sí
mismo. Y a cada uno de ellos se le puede contraponer otro en que ese “no sé
qué” del que hablaba Feijoo y que caracteriza a la verdadera poesía aparece.
“La crecida” contrasta así con “La tormenta y Patroclo”, “La pesca milagrosa”
con “Viejas historias”, “Única luz que alumbra” casi con cualquiera de los
otros poemas de cuatro versos del libro.
“Viejas
historias” comienza con ese tono prosaico, coloquial, tan habitual en Rosillo:
“Aquellos episodios de la Historia Sagrada
/ que de pequeño oía en el colegio / y que, en casa, más tarde, repasaba
despacio / me fascinaban siempre”. Todo ese lento preludio sirve para acentuar
la emoción de los versos finales, con su superposición temporal tan
característica del poeta: “Por los viejos caminos pedregosos / de Judea y
Samaria, bajo un sol de leyenda, / o en la ribera azul del mar de Tiberíades, /
los ojos de aquel niño que yo fui / se cruzan con los ojos de Jesús cuando
pasa”.
Sánchez
Rosillo gusta de reiterar unos pocos recursos. “Junto al mar” recrea el
conocido poema de Juan Ramón Jiménez “El viaje definitivo” (“Y yo me iré. Y se
quedarán los pájaros cantando…”). Cuando el poeta no vuelva al lugar al que
vuelve todos los veranos, los jóvenes se seguirán amando “bajo la luna llena”.
Pero serán –y ahí está la sorpresa del poema–
“los jóvenes de entonces”. El fantasmal regreso del poeta a la casa en
que habitaba se narra en “Mucho después de mí”.
El poema
“La pared” tiene una nueva versión en “Cuando miras despacio”. Mirar, mirar
lentamente cualquier cosa, basta para que se llene de historias y se convierta
en el centro del mundo. En uno de los poemas el autor camina distraído y, al
pasar “ante una frutería cochambrosa y oscura”, le sorprende un cesto de
manzanas: “Estaban allí juntas, apretadas, conformes, / y todas sonreían”.
La luz, los
colores, el milagro de la mirada (“Por estos ojos salgo yo a la vida”) son
protagonistas Antes del nombre: “Une
entre sí la luz todas las cosas / con un hilo de oro”. También el sucederse de
las estaciones, el amanecer, el silencio y el canto de los pájaros. “Para
escuchar el canto del jilguero / vine yo al mundo”, comienza un poema que
termina con estos versos: “No hay misterio más hondo que aquel pájaro / y su
canto que vibra en el árbol del tiempo”.
Abundan los
poemas memorables en este nuevo y viejo libro de Sánchez Rosillo. El epitafio
significativamente titulado con un hipocorístico, “Luci”, con su “verdad que no
muere / y que eterna refulge” contra todas las evidencias. O “Como el viento en
la noche”, en el que el poeta vuelve fantasmagóricamente a la acacia de su
infancia, “perdida en el silencio de los campos”, para abrazarla y darle
compañía “hasta que empiece a despuntar el alba”. O tantos poemas que nos dejan
entrever otra realidad tras la realidad, un tiempo sin tiempo, “la rosa
infinita de alegría y asombro” que se abre –eso sueña el poeta y eso nos hace
creer mientras duran los versos– tras la
muerte.
Un libro
para todos los lectores, un libro que no busca el asombro ni la admiración de
los entendidos, pero que nos seguirá emocionando, asombrando y admirando en
cada lectura.
Me gusta en esta ocasión, ser la primera en opinar.
ResponderEliminarSin sentir ser la indicada para hacerlo, porque de reglas no sé nada. Cuando un pensamiento sale del alma, no hay verso completo, no es para concurso, es eso, un pensamiento. Aunque claro, habrá quien piense diferente. saludos.
No entiendo bien lo que quieres decir, María. Pero gracias por opinar.
ResponderEliminarJLGM
Decía Juan Ramón que el poeta que no canta su verdad no tiene razón de ser. Creo que aquí en este libro hay una verdad grandísima y, por tanto, un verdadero poeta.
ResponderEliminarExcelente reseña, como siempre, con tono sincero. Algún día me gustaría escribir algo parecido.
ResponderEliminarSupongo que algo parecido a los poemas, no a la reseña.
ResponderEliminarJLGM
Eso es coquetería. Eres, y estoy convencido de que lo sabes, un reseñista admirable.
ResponderEliminarCada uno en lo suyo.Son campos distintos. Y se nace para una cosa u otra.
ResponderEliminarAhora debería yo decir "Pero Sr. García Martín, pónganos un poema, que lo catemos/calemos para degustarlo como jamón o queso del hipermercado". Y el invocado replicaría "No es función de este blog, váyase Vd a una librería y hojee/ojee, etc" (olvidando que algunos tienen precinto de celofán). Pero como todo eso ya lo sabemos, aquí va un poema de Sánchez Rosillo, que no procede del libro reseñado sino de otro anterior, y que en su día publicamos en zUmO dE pOeSíA. Para que los lectores caten/calen y se hagan una idea (pues también de eso se trata).
ResponderEliminarHay en este ir dejando que transcurra
la vida sin dar fruto, en esta voluntaria
renuncia a hacer en la que tantas veces
me mantengo y que no tiene, en mi caso,
ninguna relación con la pereza,
ni con el yermo escepticismo, ni
con esa sequedad del corazón que a muchos,
a mi edad, para siempre les niega la palabra,
hay en este abstenerse deliberado, acaso,
no sé, como un extraño amor por el peligro,
como un oscuro afán irreprimible
de tentar a la suerte andando por el borde
de un abismo espantoso. En ocasiones, pasan
largos meses enteros en los que nada escribo,
en que me opongo inexplicablemente
a cumplir el deber que justifica
mi existir. Y me digo: “Hace ya muchos años
que dejé de ser joven; va acortándose el tiempo
del que tal vez disponga para llevar a cabo
la labor pendiente: los poemas
que porfían y aspiran al aire y a la luz
y que sin forma habitan en las sombras
de mi silencio. No hay mayor tristeza
que la de aquello que queriendo alzarse
no crece y se transforma en flor, en vida
que se afirma y que canta”. Sin embargo, persisto
en la inactividad, mirando, absorto,
lleno de culpa y de desasosiego,
al fondo del abismo: la nada que desdice
mis viejas ilusiones, la fe que me sostuvo,
mi voluntad de ser frente a la muerte.
ZuMo de pOeSia debería llamarse ERRe que ErrE.
ResponderEliminarEl libro de Rosillo, "Antes del nombre", no va envuelto en celofán. Y además en cualquier librería te dejan abrir uno de los ejemplares para hojearlo.
Pero yo (que soy un poco mal pensado) empiezo a sospechar que zUmO le tiene alergia a las librerías.
JLGM
Que no, don José Luis, que lo que pasa es que nos gusta debatir con Vd y llevarle la contraria para que replique y duplique, debata y rebata. Y así (pacá, pallá, como en el ping-pong) darle vidilla al blog. ¿O no es verdad que desde que participamos hay muchos más comentarios? Y entre bromas y veras aprendemos de sus réplicas, contra- y recontra-rréplicas (que es de lo que se trata, jopeta). ¿Todavía no lo pilló?
ResponderEliminarA mí nada me gusta más que discutir (en eso soy muy español). Pero lo de no frecuentar las librerías (ni gastarse un euro en cultura) es muy de los frecuentadores habituales de Internet.
ResponderEliminarJLGM
Pues sepa que el otro día estuve en una librería y compré "Idilios", con bastantes poemas inéditos (o sea, no publicados anteriormente e inencontrables en la Red) de JRJ (ed. La Isla de Sitlotá -Sevilla 2013-). Y por pura chiripa me encontré "Erasmo de Rótterdam. Triunfo y tragedia de un humanista", en una edición antigua y descatalogada de Paidós. Así que lo metí en la cesta. (Esta obra de Zweig no está en Acantilado, no sé por qué). Y a propósito de Zweig: si se entera de algo nuevo sobre la poesía de Zweig y su traducción al español (en libro o virtual) por favor háganoslo saber. Saludos.
ResponderEliminarMe equivoqué al teclear. La editorial es "La Isla de SILTOLÁ". I am sorry.
ResponderEliminarUna excelente edición la de ese libro de Juan Ramón Jiménez, no como las de la editorial Visor que yo comentaba el otro día.
ResponderEliminarMe alegra mucho equivocarme. Gracias a que hay gente que sigue comprando libros se siguen publicando libros.
JLGM
La fijación suya con Zweig empieza a preocuparme, Miss Bronte; parece que para usted el tal es la cima resplandeciente del pensamiento humano y que, herida la pupila por tal deslumbramiento, apenas restan sino recortes de espacio cortical (que ahí va todo) para asiento de otros estajanivistas de las letras, hayan sido estos paridos en Stratford, en Alcalá o a la mismísima sombra de los añosos arcos del Ponte Vecchio fiorentino.
ResponderEliminarMesura, justicia, equilibrio, repártase el naipe con soltura pero con equidad: Stefan Zweig es grande..., pero no insuperable.
Una novia que tuve era preciosa, pero nunca (a no ser delante de ella) sostuve que fuese las más beautiful of the wordl. Aún en plena exaltación de los sentidos, extenuada la mente de pensarla, ahíta la carne y exprimido el cerebelo de tanto amarla..., no dejé por ello de fijarme en la superior belleza de Charito, la hija de la estanquera. Por cierto que la tal Charito, en un curioso paralelo con la joven que Stefan Zweig coloca detrás de los cristales de una cabina de porteros, me dirigió una encendida carta en la que me confesaba su -hasta entonces- secreta devoción por mí. Soy un tipo legal y no hubo secuela. Y seguí siendo fiel a Obdulia, que así se llamaba mi amor de cabeza y cabecera. Pero, a partir de entonces, no dejé de considerar que había otras bellezas superiores fuera del nidito de amor que había construido -palito a palito- a mi amada Duli que, la verdad sea dicha, estaba para comérsela.
A sus pies, señora.
Bien, es verdad. Puede que lo de Zweig sea cosa de un momento, de una fase vital, y después venga otro deslumbramiento. Es cierto que cuando estuve liada con los siete volúmenes de "À la recherche...", Proust me parecía la pera limonera. Y luego, cuando terminé aquella lectura (que me tuvo varios meses atrapada) y transcurrió un tiempo, empecé a verlo de distinta forma. Con eso no quiero decir que Proust no me parezca un grande entre los grandes, pero leí otras obras suyas (como "Los placeres y los días" y diversos poemas) y no me parecieron a la altura del Tiempo Perdido. Con lo cual mi valoración global no es ya tan elevada y aprecio más aquella obra-cumbre que al escritor en su conjunto. (Con Pessoa me pasó algo parecido.)
ResponderEliminarPero es que con Zweig pasa que, leas lo que leas, todo es subyugante. Sus relatos y novelas son magníficos, pero los ensayos no le van a la zaga. Leí "Castellio contra Calvino" y me entusiasmó. Y ahora el estudio sobre Erasmo (que -por cierto- podría haber titulado "Erasmo contra Lutero") es también un prodigio. Además, combina maravillosamente el rigor con la amenidad. Con él, una se da cuenta de hasta qué punto es cierta esa máxima de que "Lo que puede decirse, puede decirse claramente". Y amenamente. Y bellamente.
Pero sí, supongo que, antes o después, descubriré otro escritor que le bajará los humos, ante mí, a don Stefan.
Releo y veo que he escrito no "le" van a la zaga, y debí escribir "les". Ay, la dichosa concordancia...
ResponderEliminarErrores en la escritura los cometemos todos, Miss B. Por mi parte, me acuso de haber escrito "wordl" en vez de world; "estajanivistas" por estajanovistas. Y lo que no es errata de escritura sino pecado de ingratitud, olvido imperdonable: no era Obdulia el nombre de la novia incandescente (por la luz que de ella irradiaba lo digo), sino Marta. Obdulia vino después, cuando en la línea de bajamar comenzaban a apuntar los pecios de naufragios casi olvidados.
ResponderEliminar¿Lo ve, Miss Bronte, cómo existen en el alma compartimentos estancos, y que cada uno de ellos atesora un bien distinto, sin que se pueda asegurar cuál de ellos es más valioso?
Y sí, "Castellio contra Calvino" es una gran obra, un ejemplo de la integridad de espíritu y de cómo se han de defender las convicciones propias, escrito con delicada virilidad. Así era Zweig.
Qué le voy a contar de mi admiración por Stefan Zweig que usted no sepa...
Soy el único al que Rosillo recuerda a Leopardi?
ResponderEliminarSi debo pedir perdón por la comparación...estoy dispuesto a hacerlo.
Por cierto, la crítica de García Martín me ha parecido muy buena.
A mí también me recuerda a Leopardi.
ResponderEliminarGracias por el elogio.
JLGM