El alma desnuda
Antonia Pozzi
Edición de Herme G.
Donis
Impronta. Gijón,
2015.
Ninguna afirmación más discutible, o más necesitada de
precisiones, que aquella con que Octavio Paz inicia su estudio sobre Fernando
Pessoa: “Los poetas no tienen biografía”. La tienen, y a menudo se interpone
entre su obra y los lectores, hasta el punto de oscurecerla o de contribuir a
malinterpretarla.
Antonia
Pozzi se suicidó a los veintiséis años, no había publicado nada, la primera edición
de sus versos apareció en 1938, el
mismo año de su muerte, y estuvo a cargo del padre, que expurgó todo aquello
–como los versos que hablaban de la relación adolescente con uno de sus
profesores– que le pareció poco decoroso en una joven burguesa de la época
dorada –hacía poco que Mussolini había proclamado al rey emperador de Abisinia–
del fascismo italiano.
Muchos
lectores pudieron pensar que Parole.
Diario di poesia 1930-1938 era solo un filial homenaje, que la poesía y la
prosa diarística de Antonia Pozzi constituían únicamente el desahogo de un
corazón sensible, que tenían más valor como documento confidencial que como
estricta obra literaria.
Fue Eugenio
Montale quien, en un esclarecedor artículo de 1946 que luego se utilizaría como
prólogo a las sucesivas ediciones del libro de Pozzi, señaló que la lectura
biográfica distaba mucho de ser la única posible, que los versos de Parole debían ser considerados, antes
que nada, como literatura, espléndida literatura.
Antonia
Pozzi –como pone muy bien de relieve Herme G. Donis en su preciso prólogo– era
algo más que una joven sensible. Universitaria, viajera, buena conocedora de la
literatura en varias lenguas, amante del montañismo, representaba a una nueva
generación de mujeres que no se conformaba con el papel tradicional que hasta
entonces se les había asignado y que el paternalismo fascista se empeñaba en
seguirles asignando.
Insiste
Herme G. Donis en que nada tienen que ver los versos, aparentemente directos,
de Antonia Pozzi con el hermetismo que caracterizó a la poesía italiana de
aquella época. Pero el término “hermético”, aplicado a la poesía de Ungaretti o
Saba, resulta engañoso. Está más relacionado con su rechazo de los excesos
retóricos y el desbordamiento sentimental de cierta poesía anterior (la de
D’Annunzio, por ejemplo) que con deliberadas oscuridades. Antonia Pozzi, como
el mejor Ungaretti, como Saba, como Penna, busca una poesía esencial, sin una
palabra de más. Podemos ejemplificarlo con el poema “La vita”: “Alle soglie
d’autunno / in un tramonto / muto // scopri l’onda del tempo / e la tua resa / segreta
// como di ramo in ramo / leggero / un cadere d’uccelli / cui le ali nos
reggono più” (“En el umbral del otoño / en un ocaso / mudo / descubres la onda
del tiempo / y tu rendición / secreta / como de rama en rama / ligero / un caer
de pájaros / cuyas alas no les sostienen más”).
He
traducido literalmente, una opción distinta a la escogida por Herme G. Donis.
Ella prefiere reordenar la sintaxis, más abrupta en Pozzi, alterar el ritmo
juntando en uno varios versos breves, eliminar hipérbatos. Es una opción que
nos permite dos lecturas del volumen. En una de ellas, leemos solo la versión
española, desentendiéndonos del original. Nos parece escuchar las confidencias
de un corazón al desnudo; el drama humano lo que más nos conmueve.
La otra
lectura es la del texto original, fácilmente inteligible una vez que la versión
de Herme G. Donis nos aclara las dificultades léxicas. Lo que hay de artificio,
de falsa espontaneidad, en esta poesía queda así más patente. Comprendemos
entonces la admiración de Montale, y de tantos después, ante la habilidad
técnica de Pozzi para, sin una palabra de más, en voz baja, sin alarde ninguno,
con maestría invisible, convertir la queja por una vida que era incapaz de
vivir en una perdurable y trascendida obra de arte.
“A notte /
ombre di cancelli sulla neve / come ombre di grate / sopra un letto disfatto /
di hospedale” dice el poema “Deserto” (en español: “De noche / sombras de
verjas en la nieve / como sombras de barrotes / sobre un lecho deshecho / de
hospital”).
Aunque
Mariano Roldán la tradujo ya en 1973, la poesía de Antonia Pozzi –que ahora nos
llega de las manos diligentes de otra poeta, Herme G. Donis, que reniega de
hermetismos y gusta de ofrecernos “el alma desnuda” en sus versos– supondrá un
memorable descubrimiento para la mayoría de los lectores españoles.
Y luego, cuando me haya ido,
ResponderEliminaralgo quedará
de mí
en mi mundo.
Grazie
Algo de innoble hay
Eliminaren el orgullo de padre:
el hijo ha de estar al nivel
de anhelos abrasantes.
Críense mejor los hijos
sin esos condicionantes.
Todos somos necesarios
Cada cual con nuestro arte.