Isla de mí. Prosa escogida.
Lêdo Ivo
Edición de Martín
López-Vega
Saltadera. Oviedo,
2016.
En sus últimos años, el poeta brasileño Lêdo Ivo (1918-2012)
estuvo muy ligado a España, hasta el punto de que algunos de sus libros se
publicaron en nuestro país antes que en el suyo. La traducción de esos libros –Calima, Aurora y Relámpago, este último ya póstumo– estuvo a cargo del también poeta
Martín López-Vega, quien ahora nos ofrece una selección de la prosa autobiográfica
y crítica del escritor.
Isla de mí –el título se debe al
traductor y editor– es uno de esas obras misceláneas, desiguales y llenas de
encanto. Comienza con una pequeña obra maestra, “Álbum de familia”, memorias de
infancia y adolescencia que ponen en pie un mundo mítico que nos recuerda a los
grandes narradores del realismo mágico. Es el texto más extenso y solo por sí
mismo justificaría el volumen.
Pero no
todos los textos de la primera parte, “Raíz”, están a la misma altura. Algunos
parecen solo prescindibles apuntes costumbristas, como el titulado “Lágrima y
adulterio”, que comienza con una de esas afirmaciones rotundas y falsas que
tanto abundan en los memorialistas cuando contraponen el hoy al ayer de su
juventud: “La vida actual ha matado a la muerte. Ya nadie llora en los
entierros”. La segunda frase solo es cierta si se refiere al llanto venal de
las plañideras; la primera es una falsedad, salvo que se interprete muy
metafóricamente.
Lêdo Ivo no
es un pensador y sería erróneo por eso leer como análisis del mundo
contemporáneo el capítulo “Poesía y globalización”, que cierra el volumen. Habla
en él de sí mismo, no de una realidad que ha dejado de entender: “Siento que,
en el inesperado e indeseado rito de paso de la galaxia Gutemberg a la edición
electrónica e Internet, mi identidad se deshace o se deshoja. Dejo de ser yo
mismo. Es como si tuviera que ser por fuerza fragmentado o incluso
descuartizado para alcanzar el otro lado del río”.
Martín
López-Vega, que conoció al escritor en los últimos años y le acompañó a menudo
en sus paseos por Madrid, indica en el prólogo que este libro constituye un
fiel reflejo de lo que era la conversación del anciano poeta, caracterizada por
“su curiosidad ilimitada, su gusto por la historia bien contada que no
desprecia los géneros menores como el chiste o el cotilleo”.
Los
recuerdos de la iniciación literaria, de las primeras lecturas absorbentes, de
los escritores que admiró y trató en su adolescencia, se encuentran no solo en
la primera parte del libro, sino también dispersos por las otras dos.
“Archipiélago”
reúne los textos breves que oscilan entre el aforismo y la ocurrencia, el
apunte autobiográfico y el mínimo poema en prosa. Algunos ejemplos: “Verano. El
mar canta como una cigarra”, “Inteligencia, disfraz del instinto”, “Dios no es
teólogo”, “Quien muere mata a la muerte”, “Los hombres son perros que lamen los
huesos del día”, “Soy lo que el lenguaje me permite ser”.
La tercera
parte, “Constelación”, reúne textos relacionados con la crítica literaria. Pero
Lêdo Ivo no es un profesor, ni un aséptico estudioso. Nos habla siempre desde
su perspectiva de lector. Se ocupe de Kafka o de Dostoyevski, a los que
obviamente no pudo haber conocido, de Ungaretti o de Clarice Lispector, con los
que tuvo trato personal, acierta siempre a darnos un punto de vista inédito en
el que no faltan las referencia autobiográficas.
Con la obra
miscelánea y aparentemente menor de uno de los poetas mayores de nuestro tiempo
–Confesiones de un poeta, El último de la
clase, Poesía observada, El ayudante del mentiroso--, ha construido Martín
López-Vega un libro nuevo, un “autorretrato en teselas”, que se lee como quien
escucha la fascinante conversación de un anciano en la que no importan mucho ni
algunas repeticiones (que son como los ritornelos de la música) ni las
diatribas contra una realidad, la del mundo contemporáneo, que no acaba de
entender del todo. Importan más la experiencia leída, la sabiduría vivida, el
inagotable encanto.
Cobraba por recorrer 2 km cada tres meses. Afortunadamente, ningún fanático del Opus podía impedírselo.
ResponderEliminarSuena la lluvia
Eliminarlejana, para todos.
Es un regalo.
*
Lleva la lluvia
en su paraguas.
La lluvia llama
Eliminara la puerta del paraguas.
Llama y llama y llama.
Agrupadas me esperan las cartas que el tiempo ha traído hasta mí. ¿Seré capaz de atender a todos mis amigos?
ResponderEliminarDonde dice: "Seré capaz de" debe decir "Podré".
EliminarEra más de lo que su Amor podía soportar: una mujer católica.
ResponderEliminarAsombrados, los científicos de la dacha comprobaron que el conejillo emitía extraños sonidos: DIG-NI-DAD
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