Charlas de actualidad
Literatura española al filo de 1930 en 50 entrevistas de época
Prólogo y selección
de Juan Herrero Senés
En 1930, le preguntan a Rafael Alberti, por los autores de
la nueva generación que prefiere y en su respuesta menciona a Bergamín,
Salinas, Guillén y “a un muchacho que para mí tiene un gran valor, Juan
Larrea”. Por si había alguna duda, aclara: “Los demás no me interesan nada”.
Entre “los demás”, estaba García Lorca.
En 1928,
tras el estreno de una adaptación teatral de Tigre Juan, le comenta Ramón Pérez de Ayala a José Díaz Fernández sobre sus
próximas novelas: “Proyecto muchas. Primero, dos tomos: La vida en una hora y La
novela de una vida. Además, tengo apuntes para tres novelas, cada una con
un tipo femenino central: Camino, Corona y Petra. Toda mi obra, la realizada y
la que está por escribir, es como un edificio de más de cuarenta novelas
planeadas antes de los treinta años. Figúrese usted lo que me falta todavía”.
Pero aunque Pérez de Ayala vivió todavía más de un cuarto de siglo, ninguna de
esas novelas anunciadas llegaría a escribirse.
Las
palabras de Alberti aparecieron en una entrevista publicada en un periódico de
Cáceres, El nuevo día. Con motivo del
premio Mariano de Cavia, que le fue concedido en 1928, Manuel Chaves Nogales
ofreció en El Correo Extremeño una
precisa síntesis de lo que debía ser el periodismo moderno, que no necesitaba
de centros de formación especiales: “La mejor escuela es una buena redacción”.
En los años
veinte, diversas agencias de prensa ofrecían colaboración a los diarios de
provincia. Por eso podemos encontrar declaraciones de Eugenio d’Ors, de Baroja
o de Wenceslao Fernández Flórez en Levante
agrario; de Ramón Gómez de la Serna en Diario
de Córdoba o de Valle-Inclán en el Diario
de Alicante. Esas entrevistas, desconocidas hasta ahora, han sido reunidas
en un sugerente volumen, Charlas de
actualidad, por el profesor Juan Herrero Senés.
La
actualidad de entonces era el vanguardismo, la influencia de la literatura
rusa, la liberación de la mujer. Sobre esas cuestiones se pregunta a los más
veteranos (junto a los autores del 98 aparece también Armando Palacio Valdés) y
a los veinteañeros que comenzaban a hacerse un nombre, como Francisco Ayala.
Leídas hoy,
las mejores de esas entrevistas no han perdido actualidad. Están llenas de
pequeños detalles que nos ayudan a entender mejor a los autores entrevistados y
la historia de la literatura. Sabemos por ella que los autores del 27 ya habían
conseguido hacerse un nombre, formaban parte del canon. Pero no todos ellos.
Había un núcleo esencial, formado por Lorca, Guillén, Salinas y Alberti, al que
a veces se añadía algún otro nombre, pero nunca el de Cernuda (comprobamos así
que su marginación inicial, de la que se lamentaría siempre, no era producto de
su imaginación). En la prosa renovadora se destaca sobre todo el nombre de
Benjamín Jarnés.
La
presencia femenina comienza a ser significativa. Se entrevista a la poeta
Ernestina de Champourcín y a la novelista Luisa Carnés, cada día más
reivindicada, y se menciona a Rosa Chacel, Carmen Conde, Concha Méndez y
Josefina de la Torre. Muy distinta a ella es “la famosa escritora Pilar
Millán-Astray”, también entrevistada. En una entrevista algo posterior, de 1935,
declaraba a Emilio Fornet: “¡Y ponga usted que no leo teatro ni nada en
absoluto! En el tren, una señora me decía: ¡Cuánto debe usted estudiar! Pues
no, nada; no leo nada… Ni de antiguo ni moderno…; mi teatro es realista,
humano, sacado de la cantera de la vida; muy popular, muy español”.
Juan
Herrero Senés ha querido limitar su selección a los diarios de menor difusión.
Solo hace una excepción con la entrevista a Pérez de Ayala, que viene a ser un
sintético ensayo sobre la crítica teatral, publicada inicialmente en El Sol. Eso le da por un lado interés al
volumen y, por otro, se lo resta. Nos permite conocer declaraciones poco
conocidas de autores bien conocidos (“La libertad es solo un momento de respiro
entre dos tiranías” afirma un profético Eugenio d’Ors), pero también rescata
otras inanes de escritores que no significan nada y que quizá nunca lo
significaron. Quien rescata textos olvidados, no puede actuar acríticamente
–achaque muy común en ciertos profesores–, sino que debe discernir entre lo que
es simple documento y lo que sigue teniendo valor para el lector contemporáneo.
Y son
muchas las páginas de este libro que siguen teniendo interés, aunque sea
simplemente anecdótico, como el recuerdo que hace Gómez de la Serna de su
conferencia de “los faroles” –así la denomina él–, en la que se presentó al
público del Ateneo Obrero de Gijón “armado con mi chuzo luminoso”.
Alfonso
Camín –todavía entonces hay quien le cita como uno de los poetas más destacados
del momento– sintetiza su vida aventurera y picaresca. Miguel Pérez Ferrero,
crítico de cine, biógrafo de Baroja y los Machado, da en 1929 un consejo del
que probablemente no tardaría en arrepentirse: el deber del hombre joven “es
intervenir, es actuar muy de cerca, es aplicar, si se precisan, los procedimientos
violentos propios de la juventud para conseguir el bien de su patria y la
consideración de ella en los demás países”.
El
periodismo habla de lo que pasa y la literatura de lo que queda, afirma un
tópico que suele atribuirse a Oscar Wilde. Pero solo la gran literatura queda.
Resisten mejor el paso del tiempo las perecederas páginas periodísticas que la
mayor parte de la literatura de una época. Lo fugitivo permanece y dura, como
en el soneto de Quevedo. Las hemerotecas están llenas de páginas que amarillean
a la espera del buen editor que las convierta en libro y les diga “levántate y
anda”.
La libertad empieza por la fe.
ResponderEliminar© María Taibo