Mentideros de la
memoria
Gonzalo Celorio
Tusquets. Barcelona,
2022.
Entre la hagiografía y la chismografía, Gonzalo Celorio ha
escrito un libro de memorias literarias que se lee casi siempre con la sonrisa
en los labios. Gonzalo Celorio es novelista y ensayista, pero también ha
ocupado importantes cargos culturales en su país. México, y lo que nos cuenta
tiene a menudo que ver más con esa dedicación que con su labor estrictamente
literaria. México compite con la antigua Unión Soviética en las ayudas
oficiales al arte y la literatura. Pocos escritores mexicanos de los últimos
cien años no habrán recibido cargos y ayudas gubernamentales. En algunos casos,
pensemos en Carlos Fuentes, gozaron durante la mayor parte de su vida de un
rango casi ministerial.
Un poco
caricaturescamente podríamos decir que “Mis borracheras con gente importante”
no habría sido un título inadecuado para este libro, o para buena parte de él.
Como en los homenajes y estudios sobre la generación del cincuenta —y no solo—, el alcohol
es destacado protagonista.
Las páginas
menos interesantes del libro son las que tienen que ver con el circunstancial
homenaje, como el primero de los capítulos dedicados a Julio Cortázar, “Pudo
más el cronopio que la fama”, leído poco después de su muerte, al que el propio
autor se refiere como “un texto que preparé apresuradamente para la ocasión” en
el otro capítulo que le dedica, “La cama de Julio Cortázar”, que algo tiene de
divertida autoficción con su parodia de Rayuela incluida. Así describe
su encuentro sexual con Françoise, la secretaria de Ugné Karvelis, que quería
ejercer de todo poderosa viuda del escritor: “apenas le amalé el noema, pues a
ella, hay que decirlo, se le agolpó el clémiso y sí, los dos caímos en
hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes… Hasta que la copa
quedó preparada: el cáliz humedecido y fragante, el tallo alto”.
En algunos
casos, aunque el autor no lo pretenda, el lector no puede dejar de asombrarse
ante el despilfarro de dinero público que suponen buena parte de los encuentros
de más o menos afamados escritores, incluidos los que juegan a la marginación,
como Juan Goytisolo. Baste un ejemplo. En el año 2000, el expresidente
colombiano Belisario Betancur organizó en Bogotá un Encuentro Iberoamericano de
Escritores con el lema de “El amor y la palabra”. Las condiciones de la invitación
eran ´”particularmente generosas”, según indica Gonzalo Celorio: vuelo en
primera clase para el escritor y acompañante, alojamiento en hotel de cinco
estrellas, asistencia personal de un edecán y de un chófer, un cheque de cinco
mil dólares. Teniendo en cuenta que los invitados fueron ciento dos, se puede
calcular el coste de un evento cuyo propósito era que “los participantes
provenientes de diversos países del mundo manifestaran su solidaridad con un
país en el que la violencia se había enseñoreado de la vida cotidiana y ponía
en constante riesgo los valores que siempre lo habían caracterizado: su
nobleza, su alegría, su imaginación, su belleza, su voz pulcra y respetuosa, su
buen decir, su creatividad poética”. Los elogios al país anfitrión de los participantes
pudieron ser sinceros, pero desde luego tenían poco de desinteresados.
Están
escritos estos Mentideros de la memora —que contaron, por supuesto, con el apoyo del Sistema
Nacional de Creadores de Arte de México—, en su mayor parte, con un estilo
coloquial, como de desenfada conversación de sobremesa. Comienzan, sin embargo,
con la desventurada historia de un compañero de la primera juventud, hijo
ilegítimo —así se decía— del poeta Jaime Sabines, que pone de relieve el clasismo de la sociedad
mexicana.
Pero abundan más la anécdotas que
buscan el regocijo del lector, aunque no siempre lo consigan, como en el caso
de las protagonizadas por Alfredo Bryce Echenique, cuya locuacidad y
dependencia etílicas tienen poco de divertidas, aunque el autor se empeñe en lo
contrario, hasta terminar con el sainete de los reiterados plagios cuando no
estaba en condiciones de cumplir con sus encargos periodísticos. Un pasaje
resulta particularmente significativo (de Gil de Biedma se contaba algo
semejante): “Estuve con él en casa de Héctor Aguilera Camín —¿o fue en casa de
Sealtiel Alatriste?—cuando, para poder echarse unos tragos con nosotros, se
extrajo dolorosamente las pastillas subcutáneas de Antabus —un medicamente que provoca un rechazo
violento al alcohol e incluso puede causar la muerte si se toma una sola copa—,
que le había implantado en Madrid, bajo la piel de la barriga, el doctor
Colondrón para que dejara de beber”.
Uno de los capítulos, “Tópicos del
equívoco, la sorpresa, el sonrojo, el milagro y la fascinación”, le saca punta
a los problemas que plantean las diferencia entre el español de México y el de
la península. “Dicen, o más bien inventan...”, comienza. Si no todas las
anécdotas que en él se refieren son verídicas, todas están contadas con la
gracia del buen conversador. Se incluyen también —resultan más prescindibles—
fragmentos de los discursos que Gonzalo Celorio redactó para diversas
personalidades.
Con un eutrapélico relato del viaje a
México, con pretexto universitario, de Umberto Eco, concluye Mentideros de
la memoria, una miscelánea grata y menor que también vale como testimonio
histórico y que dice más de lo que dice, o de lo que creer decir, de un autor,
un país y una época.
No deja de resultar sorprendente que tengas tan poco que decir de unas memorias literarias como estas de alguien de la generación anterior a la tuya, la del 50, a la que tan bien conoces, incluso en su vertiente americana. Bueno, en realidad lo único que resaltas, aparte del mucho alcohol, es el despilfarro de dinero público que ha habido en el pasado en cosas como congresos y escritores. Curiosamente este comentario de índole moral, recuerda los reparos principales que les pusiste a las apasionantes y muy desapercibidas memorias de Eduardo Zamacois (que abusó una vez de un joven disminuida) o de José Venegas (que acosó a un compañero de redacción de El Liberal de Madrid).
ResponderEliminarTeniendo en cuenta que el estado, en todo el mundo, es infinitamente más rico de lo que lo era hace, por ejemplo, 150 años, pudiera ser que nunca el Estado haya gastado en la cultura menos dinero que ahora. O, si lo prefieres, que quizá el Estado (Autonomías, ministerios, diputaciones, universidades, municipios) esté gastando ahora mismo ingentes cantidades de dinero, con la excusa de LA CULTURA, en cosas que no tienen que ver ni lo más mínimo con la cultura. Quizás aprovechando que la cultura, en el antiguo sentido de la palabra y no en el más antropológico, como las gentes de los libros, ya no cumple ningún papel social relevante.
ResponderEliminarEso y mil cosas más que a ti no parecen interesarte especialmente. Pero el resultado es el vuelo y el revuelo gallináceo de algunas de tus reseñas. Yo que tú pensaría en solo reseñar libros de Mario Vargas Llosa y de otras gentes con las que no simpatizas.
ResponderEliminarNo entiendo nada, Abelardo. ¿Hablas del libro que reseño o de algún otro? Gonzalo Celorio es de nuestra edad, no de la generación del 50, ¿Has leído el libro que reseño? Sospecho que no, según costumbre.
ResponderEliminarSuele JLGM objetar, cuando en este blog se le hace alguna crítica, que el lector no ha leído el libro del que se trate, y que debe hacerlo antes de decir nada. Teniendo en cuenta que aquí se comentan usualmente novedades, lo natural es que la generalidad de los lectores de estas reseñas, como de cualesquiera otras, no lo hayan hecho. De donde, supongo, ni un comentario (salvo de aquellos, rarísimos casos, que sí hayan leído el libro). Postura, como poco, discutible; lo natural es que pueda aquí comentar quien lo desee, ya que se supone que lo que da pie al comentario es LA RESEÑA, no el libro al que ella se refiera.
ResponderEliminarPues no es así, Jose. Puedes corregir cualquier errata o cualquier error de la reseña, pero referirse a si es o no adecuada al libro comentado, sin haberlo leído, me parece una ridiculez. Una reseña de una novedad despierta o no interés por la novedad, que está a la venta. Si después de haberla leído, no estás de acuerdo con los juicios del reseñista, pues muy bien. Pero antes de leer el libro, meterse con la reseña no parece un comportamiento intelectualmente muy encomiable.
ResponderEliminarEs así.
EliminarUna reseña, como cualquier otro texto literario, puede ir de lo muy bueno a lo infame; y decirlo así en cada caso, y dar las razones que uno tenga, es un "comportamiento intelectualmente" tan "encomiable" como el hacerlo con cualquier otro texto literario.
ResponderEliminarPuede uno, al leer el libro, encontrar que no está de acuerdo con los juicios del reseñista, y sin embargo pensar que el texto mismo de la reseña está magníficamente escrito, y con lucidez y penetración en lo que dice. A mí me ha ocurrido más de una vez, por ejemplo, con Borges. O todo lo contrario: estar de acuerdo con esos juicios, pero pensar que el texto mismo de la reseña, por mal escrito, mal informado o mal razonado, no vale la pena. Aquí podrían ponerse muchos ejemplos (hay reseñistas con los que generalmente no estoy de acuerdo, pero cuando sí lo estoy es casi peor).
Son cosas distintas, y no hay por qué confundirlas.
Para estar de acuerdo o no con el reseñista, estimado Jose, no me negarás que es conveniente haber leído el libro reseñado.
Eliminar¿Qué no entiendes nada?, José Luis: cuando te pones a no entender o a no querer entender eres insuperable. Ya me escribiste esto en gmail, es decir, en privado. No me importa repetirte lo mismo en público. Aunque decir, respecto a tu bloc, que estamos “en público” resulta exagerado. Más exacto sería decir “en secreto”; un secreto compartido por unos cuantos amigos y del que nadie se va a ir de la lengua.
ResponderEliminarTe quejas de que, al parecer, he adquirido la costumbre de no tener ya leídos todos los libros que reseñas cada viernes y de que, sin embargo, me atrevo a comentar cosas en tu blog nada más aparecida la reseña. Tu observación es muy justa. La costumbre mía de la que hablas es cierta, pero coherente con mi intención de tratar de tu reseña y no del libro reseñado.
ResponderEliminarPor otra parte, si nadie tiene derecho a criticar tu reseña sin haberse leído el libro antes, tampoco nadie debiera tener derecho a alabar tu reseña si no demuestra que también él se ha leído el libro. Pero de las muy numerosas alabanzas que te han tributado tus lectores (al correr de los años) nunca he visto ninguna queja tuya, ninguna descalificación sobre este “reseñable” aspecto.
ResponderEliminarAseguras, aproximadamente, que todo comentario en tu blog que vaya más allá de señalar un error material o, mejor aún, una errata o cosa así (si no se ha leído el libro en cuestión) te parece un comportamiento intelectualmente despreciable? Si tu fueras una especie de “pianista” de bar, un simple intermediario entre el arte y el público y te limitaras a resumir o a glosar una obra determinada puede que tuvieras razón y que no estuviera bien disparar contra el pianista, contra ti. Pero yo pienso que si el pianista no es solo el intérprete sino que es también el compositor de la pieza está perfectamente justificado pegarle los tiros que haga falta.
ResponderEliminarEl problema (quién lo diría) es que yo valoro lo que tú haces más que tú mismo y le doy rango de “literatura”; de ahí que practique eso que T.S. Eliot llamaba “criticar al crítico”. Pero puedo equivocarme, puedo equivocarme.
ResponderEliminarTú, admirado Abelardo, a quien criticas es a Constantino Bértolo y a su libro que no has leído con el pretexto de mi reseña, para qué nos vamos a engañar. Y tienes toda la razón en el otro punto: mis reseñas puedes alabarlas cuando quieras sin requisito previo. Yo no me voy a enfadar por eso.
EliminarYo creía que ahora estábamos hablando a propósito de Gonzalo Celorio. El caso de Constantino Bértolo es bastante distinto ya que como escritor (te empeñes lo que te empeñes) es una nulidad. En su momento leí varios artículos suyos aparecidos en la prensa y por nada del mundo quisiera insistir. Por eso me basta leer las citas del propio Bértolo con las que intentas enaltecer a Bértolo para darme cuenta de que ese libro (ocasional, misceláneo y recortado, con cosas así como conferencias y ponencias en congresos del ramo) sobre el mundo editorial o el oficio de editor o lo que sea, intitulado ridícula, pretenciosa y muy cucamente Una poética editorial es “caca de vaca”, como diría un clásico.
EliminarSostenella y no enmendalla, amigo Abelardo, se llama esa figura.
EliminarYa que estás a refranes: Apártate que me tiznas, le dijo la sartén al cazo. Tú le tienes una tremenda manía (por los motivos que algunos sabemos) a escritores estupendos como Fernando Savater o Félix de Azúa y me afeas que le tenga una pequeña manía a un libro del ya jubilado Constantino Bértolo, que ni siquiera es escritor.
ResponderEliminarTendré manía a algunos intelectuales de la ultraderecha neoliberal, pero jamás se me ocurriría comentar un libro suyo sin haberlo leído.
EliminarJosé Luis, en ciertas ocasiones, la cuestión no es leerse o no leerse un libro para opinar sobre él; sino los anteojos que uno se pone a la hora de leer un libro, llámese Ignacio Sánchez Cuenca, Fernando Savater, Constantino Bértolo o Jon Juaristi. Con los anteojos que tú calzas ves a Fernando Savater como un nazi o un fascista. Lo de llamarle neoliberal es más leve, incluso pintoresco, porque es como si le descalificases llamándole Fisiócrata o librecambista. Pero el impulso que te mueve y te lleva tiene mucho de atávico. Hace unos siglos, si hubieras sido entonces un familiar de la Cruz Verde estarías del todo convencido de que F.S. era un hereje.... y aceptarías, muy probablemente, sin remordimiento, todo lo que sigue en tales casos.
EliminarQué bobada, dicho sea con todos los respetos.
EliminarNo es habitual asistir a una discusión pública entre un escritor y su editor. Gracias a los dos
ResponderEliminarEso de que no puedes opinar si no has leído el libro, es una falacia. Es como si alguien te cuenta una aventura de algo que ha vivido y tú no puedas opinar porque no la viviste. En el caso de la reseña anterior, la del editor, dice Martín que tiene ideas muy claras y no le falta sentido del humor. ¿Qué más necesita para ser buen escritor?
ResponderEliminarNo puedes opinar sobre el libro si no has leído el libro. "No puedes" quiere decir que "no debes", Jesús, porque poder decir cualquier tontería sobre ese libro que se desconoce siempre es posible, a la vista está.
ResponderEliminarLibro que empiezas a conocer por los fragmentos o frases que el crítico reproduce en su escrito. Claro que no es lo mismo conocer el todo que una parte, pero las partes hay veces en que son muestras del todo. Si yo rechazo el Ulises, es un ejemplo,
Eliminarpor algunas páginas que he leído, ese rechazo no tiene tanto valor que si lo leí entero, sin saltarme un capítulo. Pero, como Clarín, puedo considerar que si le vi las orejas... Además hay formas y formas de crítica, y si no es clara sino confusa... puedes opinar sobre la critica en sí, criticar al crítico.
Jesús, para rechazar el Ulises te basta con leer unos párrafos, para comentar la novela no te basta. ¿Tan difícil es de entender? Criticar al crítico es algo muy usual, pero criticar el libro al que se refiere el crítico sin haberlo leído es una ridiculez. A esto último me refiero. No suele ser recomendable hablar de lo que se ignora.
EliminarLo rechazas porque con esos párrafos ya te has hecho una opinión de la novela. Borges la elogió mucho pero recomendó no leerla. Bueno, cuando tú ya la hayas leído y hagas la crítica, comentamos.
EliminarUn gusto leer a tu editor, que dice que el otro editor no tiene humor ninguno. ¿En qué quedamos?
Exacto lo rechazas, no lo lees, pero no te dedicas a refutar las reseñas que se han hecho del libro,
EliminarUn contertulio de tu blog viene a decir: “En el caso de la reseña anterior, la del editor, dice Martín que tiene ideas muy claras y no le falta sentido del humor. ¿Qué más necesita para ser buen escritor?” Pues es muy sencillo. En primer lugar, que sea verdad. Que sea verdad eso de que Bértolo tiene las “ideas” (¿qué ideas?) muy claras y que no le falta sentido del humor.
ResponderEliminarEn principio, para discutir hay que tener información, conocimiento de lo que sea habla. Si se trata de un libro, suele ser lo mejor leerse el libro, pero no es siempre imprescindible. Seguro que hay libros terraplanistas (desde luego hay videos en youtube y escritos en google) argumentando (¿) que la tierra es plana, pero yo no necesito leérmelos enteros para opinar. Para discutir una idea o un argumento no hace falta sino conocer el argumento y la idea de un modo más o menos completo.
ResponderEliminar¡Ya salió el terraplanismo! ¡Cómo me gustaría conocer a un terraplanista! Si alguien conoce a alguno, por favor, que me lo presente.
EliminarEres mucho más plomo aún que Umbral. Él por lo menos el libro del que quería hablar era suyo. Tú estás todo el rato con la matraca de que hay que leerse hasta el índice el libro de Constantino Bértolo. Lo has repetido incontables e incontadas veces. Afortunadamente, gracias a esa astuta estratagema no has tenido que empeñarte en la ingrata tarea de intentar rebatir ninguno de los argumentos que se han armado a partir de tu reseña.
EliminarLo mismo que para bailar un chotis basta con el espacio de una baldosa, para discutir algunas ideas (?) que Constantino Bértolo vierte en su libro “Una poética de la edición” a mí (pero no solo a mí) me basta con el espacio de una reseña de José Luis García Martín, confeso y aun rendido admirador del Bértolo editor y el Bértolo escritor. JLGM empieza por afirmar que a Bértolo “no le falta sentido del humor” y que para demostrarlo basta con un ejemplo en el que el editor de Debate “descalifica a los best sellers habituales en un solo párrafo”.
ResponderEliminarPues no le falta sentido del humor a Constantino Bértolo, por lo que yo he leído de él, aunque no tenga tanto --a la vista está-- como mi pertinaz Abelardo Linares.
EliminarEn primer lugar, no creo que la idea de “descalificar” demuestre o ligue especialmente con tener sentido del humor. En segundo lugar, sorprende que JLGM encarezca que esa descalificación se alcanza a cumplir “en un solo párrafo”, como si ese llamado párrafo no fuese sino una desmayada, tópica y contradictoria letanía de títulos de bestsellers. Aparte de que, en esa materia, con un párrafo sobra. No hace falta escribir “Guerra y paz”. En tercer lugar, resulta muy significativo, casi confesional, que JLGM hable de “bestsellers habituales” (¿Qué sería uns bestseller habitual?) cuando más bien parece querer decir: los bestsellers más bestsellers, los más típicos y tópicos.
ResponderEliminarSe puede descalificar con humor y sin humor, ecuánime editor.
EliminarEn cuanto al propio párrafo de Bértolo, empieza pidiendo “Libros que cuenten conflictos reales y no más misterios en plan...” con lo que, en mi opinión empieza mal, muy mal. 1º, porque una cosa son los conflictos reales y otra muy distinta la literatura, en especial la novela. Aunque quizás Bertolo no lo sepa o no se haya enterado aún, en España, ahora mismo, a la narrativa suele llamársele “ficción”, incluso en los grandes almacenes y será por algo. La literatura, obviamente, no es real. Los conflictos sí pueden serlo. 2º, Si Bértolo aboga por “Libros que cuenten conflictos reales” está despreciando y negando la historia de don Quijote de la Mancha y la del hombre que se despertó convertido en cucaracha y otras mil apasionantes historias que no hablan, desde luego, de conflictos reales. 3º, Bértolo opone los libros sobre conflictos reales a los libros “de misterios”, que es un poco como oponer los conquenses con estudios superiores de Derecho que juegan al padel a los albaceteños con problemas de movilidad a los que no le gusta la miel de La Alcárría. Y 4º Bértolo es tan chapucero a la hora de hacer un pequeño listado de bestselleres “en plan misterio” que incluye en el mismo (por poner un ejemplo poco discutible) Los pilares de la tierra.
ResponderEliminarA esto es a lo que yo llamo tener sentido del humor.
EliminarEn fin, resulta sorprendente que se puedan decir tantas tonterías en tan poco espacio, como sorprende (por lo menos a mí) que el párrafo citado le parezca a JLGM una muestra de sentido del humor, cuando el abogar en literatura por los conflictos reales (que pueden ir de la trepanación al canibalismo pasando por las guerras de invasión y las matanzas étnicas) me resulta una cosa con muy mala sombra y muy inquietante.
ResponderEliminar¿Y por qué no lees el libro, querido Abelardo, para entender la cita en su contexto? En una reseña no caben todas las explicaciones que se dan en un libro. Bértolo no escribe aforismos, esto es, textos sin contexto. Deberías fiarte un poco más de mí, comprar el libro --lo mejor que se puede hacer para apoyar a los editores-- y, tras leerlo y pensar sobre lo leído, comentarlo si no tienes nada mejor que hacer.
EliminarPrimero afirmas con toda seriedad que Bértolo descalifica los bestsellers (aunque al parecer solo a los bestsellers habituales) en un solo párrafo y que con eso demuestra su sentido del humor y luego sales con el contexto, lo que constituye un golpe bajo. Reconócelo: descalificar a los bestsellers en un solo párrafo es tan arduo y meritorio como recorrer 40 centímetros de un solo salto, es decir, una tontería muy gorda. A mí las tonterías de los demás me resultan muy divertidas, pero no creo que demuestren sentido del humor. Si Constantino Bértolo, como tu insistes, lo tiene debe ser en otros párrafos de su libro. Pero por favor no los cites. Con los que has puesto ya tengo bastante,
EliminarPues sí, José Luis, tengo muchas mejores cosas que hacer que leerme UNA POÉTICA EDITORIAL, pero lo mismo me lo compro y me lo leo, fiándome de ti. Tú pareces decir que él dice que si no existiera el mercado ni el capitalismo ni la propiedad privada y el Estado fuera el único y solo editor, los lectores viviríamos en un paraíso porque nadie determinaría entonces lo que tenemos o no tenemos que leer. Habrá que ver si Bértolo dice precisamente eso.
Eliminar¿Cómo voy a decir yo esa tontería, Abelardo? No creo que ni siquiera que la diga Bértolo.
Eliminar¡Cómo te sobra el tiempo! Con el que has desperdiciado descalificando un libro que no has leído, podías haber escrito un artículo sobre alguno de esos temas que conoces tan bien, o incluso algún poema. Te comportas como un jubilado terco y ocioso.
Parece, José Luis, que tienes problemas de comprensión lectora con las cosas que escribes. Según dice tu reseña, para Bértolo: “la pluralidad editorial es una engañifa” puesto que “el ochenta por ciento de la superficie de las librerías se lo reparten dos grupos editoriales”. Ellos forman un sistema “que solo se orienta por la búsqueda del mayor beneficio en el plazo más corto” y “que determina lo que hay que leer”, con lo que “el único canon real lo constituiría la lista de libros más vendidos”, que no son alimento literario sino comida basura literaria. Esta dantesca situación de la cultura del libro no es mejorable ni reformable. Como no son reformables las grandes multinacionales (de las que Bértolo ha sido un alto ejecutor o ejecutivo) ni el propio capitalismo. Por lo tanto, nada va a cambiar, para bien, “mientras los medios de producción sigan siendo de propiedad privada”. O lo que es lo mismo, el único camino para conseguir una pluralidad editorial que sea real y no una engañifa consiste en lograr que se constituya el Estado como él único editor del país… o del mundo mundial, lo que también estaría bien.
Eliminar¿Y cuál es el contexto? El principal contexto de todas estas cosas, que están (según tu reseña) en el libro de Bértolo, es que, tal como reconoces, “pocas veces has podido contar con un interlocutor tan lúcido y fértil como Constantino Bértolo”, ya que “sabe bien de lo que habla y tiene ideas muy claras”. Felicidades y muchas gracias por el buen rato que me has hecho pasar.
EliminarInasequible al desaliento, amigo Abelardo. Menos mal que, según me han contado, finalmente has comprado el libro. Y, a lo mejor, hasta lo lees. A ver qué te parece.
Eliminar¿He leído aquí "pegarle tiros"? Pensaba que el enfrentamiento entre JLGM y AL se restringía al terreno dialéctico... En fin. En cualquier caso, si deciden batirse en duelo para lavar el honor de las presuntas ofensas literarias, les comunico que estoy libre y dispuesto para actuar como padrino del combate de caballeros. Serán admitidas todo tipo de armas reglamentarias (sables, pistolas...), excepto aquellas que las carga el diablo.
ResponderEliminar¿Dónde has leído eso, amigo Bueres?
EliminarMuy agradecido, Bueres. ¡Muy agradecido!
EliminarDe todos modos, le confesaré (pese a lo que nos advierte, tan prudentemente, a JLGM y a mí) que para los duelos de carácter literario, las armas que prefiero y procuro usar con cualquier excusa son justamente las que carga el diablo.
Eliminar"Bértolo opone los libros sobre conflictos reales a los libros “de misterios”, que es un poco como oponer los conquenses con estudios superiores de Derecho que juegan al padel a los albaceteños con problemas de movilidad a los que no le gusta la miel de La Alcárría" (AB)
ResponderEliminarYo también creo que Bértolo tiene sentido del humor. Tengo un librito firmado por él donde cuenta los fiascos editoriales, libros de rutilante éxito rechazados por editores, que te provoca la risa en cada página. Por cierto, esa tilde en la segunda "a" de Alcarria...
Lamento haber enviado incompleto mi comentario anterior. Después del párrafo entrecomillado de AB venía a decir que, para sentido del humor, el de AB.
EliminarQuiero darle las gracias a Abelardo Linares por sus interesantes intervenciones en esta entrada y en la anterior. También a José Luis García Martín por acogerlas en su blog.
ResponderEliminar"... de Libanio a Prisco".
ResponderEliminarLes sugiero a José Luís que, acogiéndose a la palabrería, palabrería literaria, sea un poco menos cicatero en sus respuestas. Y a don Abelardo la posibilidad de editar, in sua doma, estos apasionantes lances que ambos acostumbran a mantener in tincidunt.
Se trataría de un libro entrañable. ;-)