King Corp. El
imperio nunca contado de Juan Carlos I
José María Olmo y
David Fernández
Libros del K. O.
Madrid, 2023.
No todo lo que nos cuentan José María Olmo y David Fernández
en King Corp. El imperio nunca contado de Juan Carlos I ha sido nunca
Contado. Muchos de los datos que aquí se reúnen ya habían sido anticipados por El
Confidencial, El Mundo o incluso El País o el Abc, pero
asombra verlos reunidos, enlazados, configurando el retrato de uno de los
personajes más inverosímiles de la historia contemporánea.
De sus
negocios particulares solo conocemos —gracias
a la justicia suiza, quién se lo iba a decir— una pequeña parte, pero esa
muestra basta y sobra para colocarle en la lista de los mayores depredadores del
siglo XX. Ni Ceausescu o Trujillo lograron reunir semejante fortuna ni
Mussolini una tal colección de amantes. Pero esos personajes, de final ciertamente
más desafortunado, fueron dictadores, mientras que Juan Carlos de Borbón ocupó
la jefatura del Estado en un régimen democrático. ¿Cómo fue posible que gozara
de una impunidad total en casi cuatro décadas y casi total tras verse forzado a
abandonar un cargo en principio vitalicio?
Dos fueron las razones principales.
Una de ellas tenía que ver con un perverso mecanismo de defensa de las
Instituciones surgidas tras la dictadura. Se pensó que "investigar al monarca o
cuestionar los comportamientos de su esfera privada ponía en riesgo la
estabilidad de todo el sistema y abría la puerta a los fantasmas del pasado". Un
esos motivos "patrióticos", se unieron otros bien diferentes: "Moverse por sus
inmediaciones permitía, tarde o temprano, obtener algún tipo de beneficio
económico. A veces, en forma de chivatazo sobre una privatización o una
oportunidad de inversión en el extranjero. En otras ocasiones, involucrando al
propio rey en las operaciones para garantizar el éxito. Cuanto más cerca estaba
alguien del jefe del Estado, más beneficiosa podía resultar su influencia y más
motivos encontraba ese individuo para protegerlo".
Gracias a la justicia suiza y a los
fiscales españoles que trataron de protegerle de las posibles consecuencias
penales de sus irregularidades con el fisco, podemos seguir con fiabilidad el
rastro de una parte de la fortuna de Juan Carlos de Borbón. Los autores de esta
modélica investigación no dejan escapar ninguna pista y los leemos como si se
tratara de una novela policíaca, pero una novela sin ficción, por muy increíbles
que resulten algunas de las peripecias.
Gracias a la justicia inglesa, que
aceptó la demanda por acoso de Corinna Larsen, examante del rey, podemos
conocer con fiabilidad el comportamiento personal de quien forma parte de la
historia de España y de otras historias menos honorables, y no solo eso, sino
también queda como evidencia irrefutable que puso al servicio de sus intereses
particulares a instituciones públicas como el CNI, cuyo director, el general Sanz
Roldán, actuó para defender a su amigo y señor como si dirigiera una empresa
privada de seguridad al margen de la ley.
No sorprenden demasiado las
tropelías del anterior jefe del Estado, que ya no niegan ni sus defensores (se
limitan a decir que la Constitución impide investigarlas), sino la cantidad de
cómplices, con nombre y apellidos, que sacan a la luz José María Olmo y David
Fernández. ¿Nadie piensa querellarse por calumnias? ¿Temen acaso que pueda ello
pueda contribuir a airear lo que aquí se cuenta y dar origen a una
investigación como la que, con bastantes menos indicios, se llevó a cabo sobre
la familia Pujol?
Una anécdota menor de las muchas que
se cuentan en el libro. En 2012, el escándalo de los pagarés de Nueva Rumasa,
emitidos por la familia Ruiz-Mateos, llevó a registrar su casa y oficinas. Se
encontraron listados de las personas más ilustres del país a las que enviaban
habitualmente regalos. A las mujeres solía enviarse un bolso de Carolina
Herrera. La mayoría, en los últimos tiempos, dada la mala imagen del clan, lo
devolvía. Pero tres de las destinatarias nunca devolvieron los bolsos: la reina
Sofía y las infantas Elena y Cristina.
A Vicente García-Mochales, teniente
coronel de la Guardia Civil, y jefe de seguridad del rey emérito, diversos
correos electrónicos —que se reproducen— le implican en el manejo del dinero
negro con el que se pagan los viajes privados del monarca. ¿No se querellará?
¿No se iniciará una investigación de oficio sobre el asunto?
Los datos, los nombres, las
precisiones que no dejan lugar a dudas, se acumulan en el libro, pero también
Hay lugar para dos o tres anécdotas noveleras que podemos creernos o no. En
1989, desaparecieron dos cuadros del Palacio Real que se conservaban en una
parte a la que no tenía acceso el público: el único fragmento que se conservaba
de un retrato de Velázquez (reproduce la mano de Fernando de Valdés, arzobispo
de Granada) y una obra de pequeño formato de Carreño Miranda. No había signos
de violencia, nadie se explicó entonces —ni después— cómo pudieron robar los
cuadros, ni qué se hizo de ellos. Pero parece que Sabino Fernández Campos, el
hombre que susurraba a los periodistas, sí sabía algo de ellos. Poco antes de
fallecer, contó que los había visto en casa de una de las amantes del monarca.
Como no se dan nombres, podemos no creérnoslo.
Pocas dudas hay en cambio de la colección de relojes y de coches, y del método para hacerse con ellos, ni de su fidelidad a las Joyerías Aldao (las favoritas de Carmen Polo) ni de la historia de las dos prodigiosas esmeraldas que, a comienzos de 2011, cuando intentaba reanudar su relación, le regaló a Corinna Larsen. Quiso ella convertirlas en pendientes y las envió a una de las mejores joyerías del mundo, Gembel Company, radicada en Amberes. Quien quiera saber lo que ocurrió después (todo digno de un intrigante telefilme) que lea este libro asombroso. En él se vierte la sombra de la sospecha —y a veces algo más que la sospecha— sobre los que estuvieron cerca de un hombre que se sintió pronto por encima del bien y del mal, un hombre que corrompía todo lo que tocaba. Y mientras tanto los ciudadanos de una "democracia avanzada" —o eso dicen— aplaudíamos y la justicia miraba para otro lado.
Quizás se esté resquebrajando un mito. Lo voy a leer. En este sentido, otro libro reciente que me ha impactado es "El mito de la transición pacífica", de Sophie Baby, no recuerdo la editorial. Saludos.
ResponderEliminarYo lo estoy leyendo. Demoledor y de apasionante lectura. Efectivamente muchas de las tropelías del emérito, a grandes rasgos, se comentaban en reducidos círculos periodísticos pero se sabía que no se podían publicar. Llama la atención la hortera pasión por el lujo, como de nuevo rico.
EliminarEl libro de S Baby está en Akal. También es pertinente releer "El precio de la Transición" de Gregorio Morán.