Jorge Riechmann
El común de los mortales
Tusquets. Barcelona, 2011.
Si los libros de poesía que publica Jorge Riechmann fueran libros de poesía resultaría, sin duda alguna, el poeta más prolífico de la historia. Tras los recientes Conversaciones entre alquimistas (2007), Rengo Wrongo (2008) y Pablo Neruda y una familia de lobos (2010), además de su poesía reunida hasta el 2000, Futuralgia (2011), que incluye numerosos inéditos, publica ahora un tomo nuevo de 260 páginas, más o menos la extensión de la poesía completa de Antonio Machado. Pero, en realidad, no se trata de libros de poemas (aunque se disfracen de tales con ayuda de la generosa tipografía), sino de acríticas misceláneas, de cuadernos de notas en los que cabe todo; también, por supuesto, algún excelente poema.
Jorge Riechmann es un agudo observador de la sociedad contemporánea; en sus apuntes se dedica a poner de relieve las contradicciones del “capitalismo tardío”. Los títulos de sus poemas (él los llama así) no dejan lugar a dudas: “La lógica cultural del capitalismo tardío” se titula precisamente una serie de ellos, y otra, que se distribuye a lo largo del libro, “La condición humana”; además nos encontramos con “Contra la indiferencia”, “Catastrofismo”, “Sostenibilidad”, “Acerca de la idea del progreso”, “Introducción a la investigación social”.
Por supuesto, nada le es ajeno a la poesía. Los poemas de Riechmann que no son poemas no lo son porque traten de temas sociológicos, ecológicos; la poesía no está en el tema –el amor y la muerte, la rosa y el crepúsculo—, sino en la manera de tratarlo. Y Jorge Riechmann, muy a menudo, da la impresión de enfrentarse a la sociedad contemporánea de la manera más simplista posible, aplicando un catecismo en el que están muy claritos los dogmas de su fe. Vamos a ver un ejemplo de ello. Una de sus notas o aforismos o poemas (si él lo prefiere) se titula “Dos cosas incompatibles con la civilización” y dice así: “El daño al débil / y la banca privada”. Las afirmaciones poéticas no son nunca discutibles (el poema, si lo es de veras, crea sus propias condiciones de verdad), pero no creo que esa enumeración pueda acogerse a tal privilegio. ¿Es incompatible con la civilización el daño al débil? Debería serlo, pero todavía no se ha alcanzado ningún grado de civilización en que no se produzca por mucho que se trate de impedir. Pero esta primera parte enuncia un loable y benemérito deseo. La segunda, en cambio, entra en otro terreno más discutible. ¿Es incompatible la civilización con la banca privada? ¿Era civilizada la Florencia de los Médicis? ¿Lo es Suiza, Francia, Noruega? ¿Son más civilizadas Cuba o Corea del Norte que Holanda o Finlandia? Es posible que el doctrinarismo de Riechmann le lleve a decir que sí (“el capital financiero / domina el mundo y lo destruye” afirma en otro “poema”), pero esa es una de las razones de que resulte tan endeble buena parte de su crítica a la sociedad contemporánea: si lo que hay es malo, lo que su simplismo propone no siempre parece mejor. No solo endeble conceptualmente, también con frecuencia de una candorosa ingenuidad. Copio –y prometo no seguir con esta clase de ejemplos— la segunda parte de “Sostenibilidad”, que ofrece una serie de recetas para cambiar el mundo cambiando primero la propia vida: “Bicicleta / en lugar de automóvil / guisantes / en lugar de filete / y en vez de televisión / (no te ruborices) amor”. ¡Qué fatiga tener que ponerse a hacer el amor cada vez que uno llega a casa cansado del trabajo y enciende el televisor para distraerse un rato! En el más banal libro de autoayuda, no ya en un libro de poemas, desentonarían por simplistas estos consejos. Que inciden (vamos a dejar de lado los guisantes y la bicicleta) en la tópica y simplista descalificación de la televisión (que suele ir acompañada de la sacralización del libro, aunque lo firmen Dan Brown, Adolf Hitler o Corin Tellado).
Pero Jorge Reichmann, además de un bien intencionado propagandista carente de cualquier capacidad autocrítica, es un poeta, un verdadero poeta. El escueto “Amantes” –solo las palabras esenciales— constituye un inolvidable ejemplo. Pero hay muchos más. “Lo incuestionable”, que habla de cerezos en flor y de una amiga embarazada, podía incurrir en el tópico y en el ternurismo, pero no lo hace.
El mejor Riechmann: el que nos habla del hecho de estar vivos, “algo que nos sucede / entre la costumbre y el milagro”; el que dialoga con su perro (“Admiro a mi perro”); el que sabe que “venimos a este mundo para aprender dos cosas”: amar y morir; el que se encuentra con un lobo marino, un puerco espín (sobra la anécdota del saludo al rey), cientos de pájaros que, en la confusión urbana de Ciudad de México, saludan al día “levantando el templo aterido / de su canto”.
El mejor Riechmann escribe para todos nosotros; el otro, el simplificador propagandista, para los militantes de Izquierda Unida (sector ecologista) o, peor aún, para el ilusionismo antisistema del 15-M, la “spanish revolution” que no ha conseguido revolucionar nada (más bien todo lo contrario), pero sí hacerse famosa en el mundo entero.
Estupenda reseña. Ahora bien no creo que sea simplista descalificar a la televisión o a un cierto tipo de televisión. Es más me parece necesario. Fellini hablaba que la televisión constataba el fracaso de la cultura contemporánea. Lo mismo decía Pasolini. ¿Eran simplistas? No lo creo. Quien ponga cierta televisión y no se rebele ama poco la cultura. O al menos así lo pienso. Saludos cordiales.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, la reseña es estupenda: ha despertado mi curiosidad por un autor que antes solo era un nombre para mí. Le veo parecido con Ángel Guache y Miguel d'Ors. Estoy segura de que los poemas que JLGM no quiere revelarnos, y de los que solo da el título, merecen mucho la pena.
EliminarNo es lo mismo descalificar la televisión que descalificar cierto tipo de televisión, como no es lo mismo descalificar los libros que descalificar ciertos libros.
ResponderEliminarDescalificar la televisión es una majadería semejante a descalificar la radio, el cine o la imprenta, y lo es dígalo Fellini, Pasolini o cualquier otro.
JLGM
A mí Riechmann me parece el Jorge Bucay y el Paulo Coelho de la poesía comprometida española.
ResponderEliminarBasta ver la seriedad con que se toma a sí mismo y a todo lo que sobre él se ha escrito(ahí están las páginas que le dedica Noemí Montetes en su libro de entrevistas: "Qué he hecho yo para publicar esto : XX escritores jóvenes para el siglo XXI"), para comprobar hasta qué punto, en realidad, le encanta unas de las peores (y de las más prescindibles) "cosas" del capitalismo: el afán publicitario. Aunque también pudiera ser que fuese simple vanidad.
Abelardo Linares
A mi me parece que es lo que tú dices, amigo Abelardo, y además un verdadero poeta. Lástima que una persona tan crítica con la banca privada carezca de la menor capacidad autocrítica.
ResponderEliminarLa vanidad, por otra parte, no dice nada en contra de la verdad de un poeta; se trata de una enfermedad profesional bastante frecuente.
JLGM
¿Y por qué le zurra la badana al 15-M en el trasero de JR? Misterio misterioso, tal vez no tanto, hombre de nula fe.
ResponderEliminarPara zurrarle la badana al 15-M yo no necesito ningún pretexto. Pero aquí, si lo hago, lo hago muy levemente.
ResponderEliminarJLGM
¿La razón? Me irritan las gentes tan de izquierdas, tan de izquierdas que ningún gobierno de izquierdas le parecen suficiente y por eso hacen todo lo posible para que gobierne la derecha, y cuanto más derecha mejor.
Buena crítica. Muya justa. Sólo te faltó decir que es un verdadero poeta malo.
ResponderEliminarYo no me leo este libro ni los futuros libros de ese hombre porque ya lo leí y sé que no me aporta cosa alguna. Puesto que la poesía huye de los pseudopoemas del fascismo -sea éste de izquierdas o de derechas- yo también huyo.
Jorge Ricohombre sigue con la antigualla de la resistencia izquierdista. Él deja escrito: "Al individuo con su triste inmunidad/aléjalo de mí". Yo, inmune ya a tanta tontería, ni me acerqué a él ni tengo afán de acercarme. Antes me fundo con mi nada que con la pestilencia de una colectividad tan falsa.
Esta familia de verdaderos poetas malos usan el capitalismo como peana para ponerse un micrófono delante de la boca. Y es que no tienen una voz grande, sino una gran vanidad.
Mira que mis huesos son de la generación de los pipiolos del 15-M, pero, de no ser porque admiro profundamente a Gandhi, me liaba a mamporros como Bruce Lee con todas estas pandillas de falsos libertarios.
José Luis: si te encuentro estas navidades por el Atrio o por cualquier otro sitio de Avilés (ahora estoy trabajando en Bilbao), te voy a parar. Tú no sabes que mi madre coincidía contigo en el tren cuando iba a la facultad. Y que al menos de aquella, cuando eras un chaval, te pasabas mucho por la emblemática tienda de ultramarinos que era de mis abuelos...En fin, que el mundo es un pañuelo.
ResponderEliminarBueno. Como ves con mi anterior comentario, en principio, no valdría yo para crítico. Tendría que desdoblarme en un crítico de mi propio crítico antes de publicar una reseña. Y es que la corrección política no es lo mío. Por eso admiro mucho estas labores tuyas, porque en esta crítica, por poner un ejemplo, das estopa al principio y hacia la mitad suavizas con lo de "verdadero poeta". Eso a esta gente los enjabona mucho. Los infla tanto que al final de la crítica puedes volver a repartir un poco más de leña.
En fin. Sé que a muchos les parezco un ogro, un cobarde y un traidor por hacer estos comentarios críticos como anónimo, pero curiosamente nadie me consideró tales cosas hasta que empecé a mostrar poesía. Y qué casualidad, oye, que viniesen de "verdaderos poetas" todas las calumnias, chismes, figuraciones, chistes privados y demás torpezas acerca del muchacho excelente que en verdad soy. A un poeta malo no se le puede decir a la cara que su poesía te parece mala. Se puede, pero te cogen mucho rencor. Tú sabes de esto y yo también. Pero yo, como no soy crítico, rajo como anónimo. Además, ¿no somos todos un poco anónimos, no hay también una ridícula dosis de vanidad en achacar a los anónimos el no firmar los comentarios? ¡Si prácticamente sólo nos conocemos entre nosotros! Podemos hacer la prueba: si dices en Galiana Abelardo Linares, Jorge Riechmann, José Luis García Martín o mi nombre -estoy dejando pistas del mismo con lo que digo en los comentarios- la inmensa mayoría no tiene ni idea de quiénes somos. ¿Qué diferencia hay, por tanto, entre firmar con mi nombre a firmar como anónimo? Yo no veo gran diferencia. De esta manera dudan y no me abrasen con e-mails -que ya lo ha hecho algunos de ellos-, ah impagables personajes frenéticos que temen, alucinan, barruntan y maquinan.
Bueno, espero no haber molestado demasiado. Y si he molestado, ya saben todos: a resistir, que tengo cuerda para rato y resistencia para resistir a todo (incluso a la resistencia).
Lo de no firmar me parece, más que una cobardía, una tontería. A mí no me conoce nadie, o no me conoce nadie a quien no le interesen las cosas a las que me dedico, pero si yo firmo un comentario como "JLGM" y luego otro como "JLMG" se sabe que son de la misma persona y se puede seguir un discurso. Si firmo uno como "anónimo" y otro como "anónimo" nadie puede saber si proceden de la misma persona o de otra distina. Entonces, si no quieres decir quién eres, pero sí dialogar, debería buscarte un pseudónimo para que se puedan identificar tus intervenciones. Importa menos saber quién es cada uno que distinguir las intervenciones de cada uno (distinguirnos a unos de otros, cuando no estamos presentes, es la función de la firma). Para mí un comentario sin firma es como un cheque sin firma: no vale nada.
ResponderEliminarPero, cuando quieras,por supuesto, podemos charlar en el Atrio o en cualquier otra parte.
JLGM
Nota: donde digo "JLMG" debería decir "JLGM"; se trata de una errata.
ResponderEliminarJLGM
He sido alumna de Jorge Riechmann, le he tratado como profesor y algo como persona. También he leído algunas obras suyas tanto en poesía como en prosa y me parecen fascinantes. Cuántos quisieran escribir con su talento, su gran fuerza expresiva, con su profundidad y exquisitez.
ResponderEliminarLlamar a Riechmann simplista, vanidoso o mal poeta sólo denota un profundo desconocimiento de su persona, de su obra y, por otro lado, evidencia una gran a envidia, precisamente por los argumentos tan poco racionales y simplistas que se esgrimen para hacer la llamada " crítica", que en realidad no es más que mero cuchicheo de corrala. Creo que lo que es simplista y burdo es criticar la obra de Riechman sin fundamento real y probablemente castigándole también por su ideología de izquierdas. Eso, nos guste o no, no le resta un ápice a su gran talento y su increible sensibilidad e introspección tanto para la prosa , la poesía como la traducción de libros franceses y alemanes. Green with envy and sour grapes...!
Tiene toda la razón en una cosa esta anónima alumna agradecida: la ideología de izquierdas ni resta ni añade valor a un poeta. Y también en señalar los muchos méritos de Riechmann como escritor y traductor. Pero no es perfecto, qué se le va a hacer, y a veces incurre en simplismos. O en supuestos simplismos, que uno razona y señala. Eso es todo.
ResponderEliminarLo del desconocimiento de su persona no viene a cuenta; en la reseña se comenta un libro suyo, no se entra en cuestiones personales.
JLGM
Jorge Riechmann tiene una gran altura intelectual y moral, y este artículo es una basura donde se le hacen críticas facilonas inventándose un Riechmann a medida por parte del autor para criticarlo
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