Un comentarista habitual de “Crisis de papel” (y también de
mi otro blog, “Café Arcadia”) pasa por Oviedo para leer poemas en el Monasterio
de Valdediós. Me cita para tomarnos un café y charlar personalmente sobre
algunos de los temas que han sido habitual pretexto de polémica en Internet. Me
pide mantener el anonimato y yo, siempre tan respetuoso con las ideas o
simplemente las manías de los demás, acepto, aunque no sin intentar antes
convencerle de lo contrario.
1.- A veces
descalificas con aspereza la opinión de alguien que interviene en tus blogs por
creerla infundada o poco meditada. ¿No hay en eso alguna falta de respeto, aun
suponiendo que tengas razón?
Sí, en ocasiones no puedo reprimirme y cuando oigo una
tontería digo ¡eso es una tontería! E inmediatamente trato de razonar por qué.
Algunos no se lo toman demasiado bien, pero afortunadamente la sangre nunca
llega al río, al menos hasta ahora. No soy un vendedor, no estoy obligado a
fingir que el cliente –o el lector–
siempre tiene razón. La razón la tiene quien la tiene y ha de
demostrarlo con buenas razones.
2.- Tú, que tanto has
criticado diarios ajenos, ¿no crees que en los tuyos hay realmente poca
intimidad, que eres en eso un maestro, en lo de “nadar y guardar la ropa”?
Yo creo que solo soy un maestro en lo de guardar la ropa. El
secreto de aburrir es contarlo todo, decía Voltaire y yo repito a menudo. Me
intimidad es monótona y abrumadoramente aburrida. Yo trato de hacerla más
interesante contando poco e insinuando algo. Pero creo que ni aún así lo
consigo. Un diario, cualquier diario, implica selección. El arte del diarista
está en decidir qué cuenta y qué calla.
3.- Hace años que
tienes abandonadas las antologías de poesía joven, antología que, a partir de Las
voces y los ecos, tantos nuevos nombres
nos descubrieron a muchos. ¿Es cansancio o falta de interés?
Más bien lo segundo que lo primero. Yo soy de esas personas
que no sé cansan nunca o, si se cansan, se recuperan pronto. Es falta de
interés. Cada vez me aburre más eso que se llama “poesía joven”, sus polémicas,
sus clasificaciones, sus teorizaciones. Hojeo un libro como Malos tiempos para la épica. Última poesía española (2001-2012), de
Luis Bagué Quílez y Alberto Santamaría, y me llega una oleada de aburrimiento
cuando antes me habría puesto de inmediato a devorarlo, anotarlo, discutirlo,
destrozarlo. Supongo que eso significa que me he hecho viejo. O quizá solo que
he encontrado formas más agradable de perder el tiempo.
4.- En una reseña
sobre Blas de Otero, hablabas hace poco del respeto a las decisiones del autor,
a lo que él mismo considera más representativo. Pero por ejemplo Manuel Machado
(ya lo señaló Ferrater) no era, parece, un buen antólogo de sí mismo. ¿Qué
criterios piensas que son los más importantes?
Creo que en esa reseña no hablaba de antologías, sino de
ediciones de obras completas. A menudo el autor no es el mejor antólogo de sí
mismo, eso nadie lo discute. Lo que yo afirmaba es que unas obras completas no
están formadas por todo lo que escribió un autor, sino solo por aquello que él
dio por válido. Lo que él desechó puede aparecer en apéndice, pero nunca
entremezclado con sus libros. Ediciones detestables de ese tipo hay muchas. Por
ejemplo, la obra completa de Miguel Labordeta preparada por Clemente Alonso
Crespo. En el prólogo escribe: “Encontré, siempre luchando con su terrible
caligrafía, que el poeta modificó una y otra vez, que tachó uno y otro poema,
que abandonó mucha de su producción. Decidí, a la vista de todo ese material,
transcribirlo y editarlo, ofreciendo así la Obra completa del poeta zaragozano, que
aporta numerosas variantes a lo ya publicado y queda notablemente ampliada”.
Queda completamente destrozada, diría yo. Tachar, borrar, desechar es también
crear. Solo forma parte de la obra de un escritor lo que él da por válido: el
poema, no los borradores ni el material desechado. E incorporarlo no añade,
resta. Los editores de la obra completa de Blas de Otero han sido en esto
modélicos.
5.- Suele discutirse
el tema de las traducciones: fidelidad ante todo o recreación en castellano
para que, en primer lugar, el resultado sea un poema. El Hopkins de Dámaso
Alonso o la Dickinson
de Oliván, por ejemplo. ¿Tú qué crees?
6.- Y hablando de
traducciones hay libros valiosos (las traducciones de poesía inglesa de Manent)
desaparecidos hace tiempo del mercado y que nadie reedita. ¿Qué piensas de
la”política” de reediciones?
Pienso que el mercado tiene sus propias leyes. Cuando hay
suficiente demanda de un producto, esta acaba llegando al mercado. Reeditar el
maravilloso tomo de Manent (un inagotable centón de maravillas) supone una
inversión que tardaría en recuperarse, o que no se recuperaría nunca. Para eso
estaban antes las subvenciones del Ministerio de Cultura. Pero no está el horno
ahora para muchos bollos. En cualquier caso, si la edición de libros
respondiera solo a las exigencias del mercado, me parece que el sesenta o el
setenta por ciento de los libros que se publican no se publicarían. El noventa
y cinco por ciento, si se trata de poesía.
7.- A veces parece que
el famoso canon con los clásicos o con los modernos es una repetición de
criterios ya asentados que dicen, por ejemplo, para el XIX “Núñez de Arce sí,
Menéndez Pelayo (y su espléndida “Epístola a Horacio” que ya señalara Borges)
no, Eulogio Florentino Sanz (y su “Epístola a Pedro” excelente) quizá. ¿No hay
demasiada rutina, demasiado poco riesgo y lectura viva, incluso en lo actual?
No sé si entiendo bien la pregunta. El canon nunca es, nunca
ha sido inmutable. Cambia muy rápidamente en lo contemporáneo y más lentamente
según nos alejamos en el tiempo. Pero de esos tres poetas que citas a ninguno
se le tiene demasiado en cuenta como poeta; Núñez de Arce tuvo su momento, pero
pocos podrían citar hoy un solo verso suyo, salvo como broma (yo recuerdo el
verso final de su soneto a la duda: “ya venciste, Voltaire. ¡Maldito seas!”.
Comparto la admiración de Borges, y de tantos otros (recuerdo que hace años me
habló con elogio de ella Fernando Ortiz), por la “Epístola a Horacio”: “Yo
guardo con amor un libro viejo”. La otra epístola que mencionas no la conozco;
la buscaré.
8.- Un viejo tema: los
premios de poesía. Que si los jurados definitivos pueden, por ejemplo, reclamar
libros no preseleccionados, lo que supone que de nada sirve entonces el
anonimato de la plica, que si gracias a ello se premian libros valiosos que se
hubieran perdido entre el montón de originales, que si para eso mejor que cada
uno se presente con su nombre, a cara descubierta, que si amaños, que si… ¿Tú
cómo lo ves?
No quiere esto decir que todos
los premios estén amañados, unos lo están y otros no. Generalizar no sirve de
nada, hay que denunciar con fundamento. Es lo que yo siempre procuro hacer. Y
por supuesto no dejar pasar ni una cuando me toca estar en un jurado.
Y hay que tener en cuenta que
nada tiene que ver amañar un jurado con premiar un mal libro. A veces los
premios amañados aciertan mejor que los otros. Porque, no nos engañemo, los
amigos de Paco, de Luis o de Andrés suelen ser buenos escritores.
9.- Otro viejo tema:
las mujeres. ¿Reciben poca atención por serlo? ¿Incluso la atención que reciben
está mediatizada previamente por una mirada y unos criterios históricamente
masculinos?
La marginación de las mujeres a lo largo de la historia
todavía no ha desaparecido del todo. Pero en el mundo occidental, y en el campo
concreto de la literatura, yo creo que ya es historia. No así en otros campos
ni en otras sociedades.
10.- JRJ recomendaba
“alentar a los jóvenes”. ¿No tiendes tú, al contrario, a desalentarlos? ¿No
eres con alguna frecuencia demasiado duro con ellos?
A los malos poetas, jóvenes o viejos, no los desalienta
nadie, me temo.
11.- ¿Por qué parece a veces que te gusta tanto
el papel de malo? O, más en concreto, el de quien cree que puede permitirse
muchas cosas porque está convencido de que tiene razón.
El papel de malo me gusta, para qué lo voy a negar. Pero no
soy demasiado buen actor y siempre estoy temiendo que alguien descubra que no
soy tan malo como me gusta parecer. Yo trato de tener siempre razón, no me
gusta nada estar equivocado, por eso estoy siempre muy atento a las razones de
los demás y procuro rectificar en cuando me descubren un error (tú mismo lo
haces a menudo).
12.- Hablas alguna vez
de la falsa modestia. ¿No te parece que es esa una cualidad de la que, sin
salir de casa, podrías encontrarte con abundantes (y convincentes) ejemplos?
De la falsa modestia hablo a menudo. Es uno de mis temas
preferidos. Modestia aparte, yo creo que si de algo puede presumir, si en algo
puedo competir con cualquiera, incluso con campeones como Andrés Trapiello o mi
admirado José Cereijo, es en falsa modestia.
“Encontré, siempre luchando con su terrible caligrafía, que el poeta modificó una y otra vez, que tachó uno y otro poema, que abandonó mucha de su producción. Decidí, a la vista de todo ese material, transcribirlo y editarlo, ofreciendo así la Obra completa del poeta zaragozano, que aporta numerosas variantes a lo ya publicado y queda notablemente ampliada”.
ResponderEliminarPero –pregunto- ¿es que después de morir una persona no debe respetarse su voluntad de no publicar lo que no quiso? ¿No es un atentado contra su intimidad (debe existir la intimidad ”post mortem” como también hay honor “post mortem” y lo ha declarado el Tribunal Supremo), cuando claramente se desprende que el muerto no quiso que se publicaran esos escritos? (Aquí pueden salir a relucir los casos Kafka/Max Brod y Pessoa. Pero no cuentan. Respecto al primero, Brod ya le advirtió a Franz que no iba a destruir sus inéditos y que, si quería quemarlos, lo hiciera él mismo. Y en cuanto a Pessoa, no hay constancia de que lo que guardaba en su “baúl de la Piquer” fuera con intención de no publicarlo.)
( Ah, y sobre la falsa modestia: -A mí, a modesto, no me gana nadie. )
Todos los grandes autores deben de tener un voluminoso compendio de "Sobras completas", y es de desear que a ningún merluzo se le ocurra publicarlo.
EliminarMi consejo: una buena trituradora (de ésas que tienen muchas empresas para destruir sus secretos industriales).
Sobrecogedora fotografía. ¿Son ustedes hermanos?
ResponderEliminarA su edad, don José Luis, debería usted ya saber que la razón no la tiene nadie... Y emperrarse en llevarla contra tiento y tarea es emular al perro que se quiere morder la cola.
Zumo de Patata
Coño, joder, cagonlaleche, si es que dan ganas de coger la escopeta y liarse a tiros… ¿Quién ha sido el malage que ha escrito “Zumo de patata”? Pues sepa que tenemos el copyright de Propiedad Intelectual y los únicos que podemos firmar “Zumo” de algo somos nosotros, los gra-na-í-nos (incluido nuestro primo, el de Zumosol). Advertido queda y más le vale no reincidir o querella al canto y nos veremos en los tribunales. He dicho y aténgase a las consecuencias.
ResponderEliminarKarrastkho, no me te cabrEEEEEEEEEs que te se sube la bilirrubina, tronco, colega, mayormente aitormentoso.
ResponderEliminarSo amenazón.
Y encima el tío ignora que la patata no es fruto ni fruta, sino una raíz, o sea, un tubérculo. ¿Cómo va a sacarle zumo a eso?
Eliminar'Tachar, borrar, desechar es también crear. Solo forma parte de la obra de un escritor lo que él da por válido: el poema, no los borradores ni el material desechado. E incorporarlo no añade, resta.'
ResponderEliminarAmén.
El gran alentador fue Ruben Dario que fue quien dio el pistoletazo de salida a Juan Ramón y el visto bueno a Ramon Maria ( en Max Estrella se ve lo que cuento ) , otra cosa es que JRJ también alentase pues el nivel era muy alto . Los poemas de la mayoría dan sensación de plagio , pasa con los aforismos .
ResponderEliminarCuando lees a Borges ( y lo entiendes , que no es fácil ) a JRJ a Valle Inclán o Corso te das cuenta que los poetas vivos están muy lejos . Claro que al igual que no ha nacido un Borges tampoco hay un Mozart o un Picasso , por eso cuando un español plagió a Borges me pareció una infamia . ¿ Escritores modestos ? ¿ Donde ?
Muchas veces, cuánta tristeza da
ResponderEliminarla literatura, vida incluída.
La tristeza la dan los escritores , faltos de alegría porque se puso mal vivir como millonarios . ¿ Plagiar a Borges ? , muy codicioso hay que ser
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