Una vida subterránea.
Diario 1991-1994
Diario 1991-1994
Laura Freixas
Errata Naturae.
Madrid, 2013.
Los diarios, de tan escasa tradición en la literatura
española (hasta la segunda mitad del siglo XX se cuentan con los dedos de una
mano), se han convertido en una moda durante las últimas décadas. Raro es el
escritor –con mucha frecuencia, el poeta– que no ha incurrido, al menos una
vez, en el género, y algunos, como Andrés Trapiello, lo hacen con periodicidad
casi anual, convirtiendo su Salón de los
pasos perdidos –que es el título general que ha querido dar a sus entregas
diarísticas– en una especie de nuevos Episodios
nacionales.
Desde los
inicios de este resurgir del género, Laura Freixas lo ha acompañado como
exigente estudiosa, buena conocedora de la tradición europea. En 1996 coordinó
un número de Revista de Occidente que
sigue siendo una de las mejores aportaciones en lengua española al tema de los
diarios íntimos.
¿Íntimos?
Laura Freixas siempre ha reprochado a los diaristas españoles su falta de
intimidad, debida, en su opinión, a que en la mayor parte de los casos se trata
de diarios que se escriben para ser publicados y que, efectivamente, se
publican a poco de ser escritos.
Carlos
Castilla del Pino, en el citado número de Revista
de Occidente (julio-agosto 1996) distingue entre las actuaciones públicas
(dar una conferencia, trabajar en una oficina, asistir a una comida), privadas
(las que se realizan a solas, en familia, con amigos) e íntimas (nuestros
deseos, sueños, fantasías). Privacidad e intimidad a veces se utilizan como
sinónimos, pero conviene distinguir dos tipos de actividades radicalmente
distintas: puede haber intrusiones en el ámbito privado (alguien nos fotografía
mientras tenemos un encuentro clandestino), pero no en el íntimo: lo que sueño
o lo que deseo solo se conoce si yo lo cuento y solo se conoce lo que yo cuento
y tal como yo lo cuento (nadie puede desmentir un sueño, pero sí el relato de
cualquier actividad pública o privada).
Un diario
es más o menos íntimo según la libre voluntad del autor: el diarista cuenta
siempre lo que decide contar y calla lo que no quiere que se sepa, y si publica
su diario publica también lo que quiere que se conozca en ese momento y deja
inédito lo que desea que se conozca más tarde.
Un buen
ejemplo de ello lo encontramos en Una
vida subterránea, el libro con el que Laura Freixas pasa de ser estudiosa
de los diarios ajenos a ser una destacada cultivadora del género, al que aporta
una visión distinta: la de una mujer que aspiraba a ser “escritor” (los grandes
escritores eran siempre hombres), pero que al final decidió asumir plenamente
su condición de “escritora”.
El diario
–afirma en el prólogo– “lo escribimos en
secreto, y eso nos permite mostrarnos tal como somos, con nuestras dudas, contradicciones,
miserias, vanidades… que jamás mostraremos en público. O solo con ciertas
condiciones”. Que para ella eran dos: no publicarlo íntegro y esperar a que
pasen quince o veinte años antes de hacerlo. Pero dada la primera condición, la
segunda sobra. Yo puedo contar en mi diario cualquier cosa, puesto que he
decidido que, si se publica, solo publicaré aquellas partes que me interesa
publicar. Al contrario de lo que Laura Freixas ha venido afirmando
reiteradamente en sus escritos teóricos, tan íntimo puede ser un diario
publicado semanalmente en un periódico como otro que se publica solo después de
estar guardado veinte años en un cajón. Y eso sin olvidar que un diario llamado
íntimo también cuenta actividades privadas o públicas, desde un personal punto
de vista, y que las intimidades del autor muy a menudo son lo menos interesante
de cualquier diario.
Para
publicar un diario hace falta algo más que la voluntad del autor: hace falta la
decisión del editor. El diario de Laura Freixas se publica ahora porque, cuando
se escribió, ella era una autora prácticamente inédita y le resultaría bastante
más difícil encontrar editores interesados en publicarlo. De hecho, en cuanto
tuvo ocasión, ya publicó parte de su diario en fechas muy cercanas a las de la
escritura: el citado número de Revista de
Occidente incluye una antología de diarios inéditos y en ella encontramos
el diario de Laura Freixas de 1995, el años siguiente a aquel en el que ahora
concluye Una vida subterránea.
Comparando
ambas entregas, de alguna manera hay que darle la razón: las anotaciones de
entonces son más veladas, menos directas, que las de ahora (quizá fueron
reescritas para la publicación). Un ejemplo. El 15 de abril escribe: “W.,
cuando ve que me voy a marchar, llora a lágrima viva, y se me aferra con brazos
y piernas, como un monito a un árbol. La pureza y la espontaneidad de su
desconsuelo o su alegría –y el descubrimiento maravillado de que yo, sin
merecerlo, soy todo el consuelo, toda la felicidad o toda la desdicha de una
persona, aunque sea una personita que mide medio metro, no dejan ni un solo día
de conmoverme”. Por Una vida subterránea sabemos
que esa “personita” es Wendy, la hija de la autora, que estaba a punto de
cumplir un año, y conocemos con todo detalle los problemas de la madre para quedar
embarazada y el parto. Parece que han tenido que pasar casi veinte años para
que Laura Freixas se decida a hablar públicamente de determinados temas, pero
ese caso particular no conviene convertirlo en ley general.
Los cortes –y
las aclaraciones, que Laura Freixas, como buena editora, pone entre corchetes– que
hay que hacer en un diario cuando se publica, esto es cuando pretende ser leído
por alguien más que por el propio autor, no son solo, ni quizá principalmente,
los que afectan a intimidades ajenas o propias (lo que uno no quiere que se
sepa por lo general se toma buen cuidado de no escribirlo), sino que afectan a
materias con escaso interés, o sin interés ninguno, para el lector común.
Para evitar
entrar en intimidades ajenas (aunque no siempre lo evita), Laura Freixas no
solo dejó fuera, según indica en el prólogo, un quince por ciento del diario,
sino que además borró pistas, cambio nombres (tiene la honestidad de avisarnos
que, en ese caso, los escribe en cursiva). El resultado son frases tan vacías
como la siguiente: “Se rumorea que Patxi ganará
el premio X este año”. Los rumores, estimada Laura Freixas, se cuentan o se
callan, pero si no es como frase humorística no hay que ser tan discreto como
para convertirlos en “se rumorea que (me callo su nombre) va a ganar el premio
(me callo qué premio)” y encima publicarlo tantos años después.
Más cosas
sobran en este diario de una autora que, convertida en editora de sí mima, se
muestra en exceso condescendiente con sus anotaciones. Quizá el “cuaderno de
trabajo” de su primera novela, ni más ni menos memorable que tantas otras
primeras novelas, podría haber sido más breve. Tampoco le vendría mal, como
editora, haber cuidado despistes que le restan credibilidad al conjunto: “fui
el otro día a la UNED , a la primera clase de
Griego, y … el profesor no se presentó; vale, entendido, no me van a volver a
ver el pelo por allí”. Pero la UNED ¿no es la Universidad Nacional
de Educación a Distancia, caracterizada precisamente porque en ella no se
imparten clases?
Un diario
nos permite entrar en otras vidas, ver el mundo con otros ojos. Los de Laura
Freixas (Barcelona, 1958) son los de una mujer burguesa, educada en el
extranjero, que se psiconaliza, que no tiene problemas económicos (ni tampoco
para dar cifras concretas de lo que gana y de lo que aspira a ganar), que mira
a España y a la literatura española (como tantos catalanes, recordemos a Barral
y a Gil de Biedma) un poco por encima del hombro (“Qué feo es Madrid, sin
carácter ni historia”, “un problema serio de la literatura en castellano es que
no tenemos un lenguaje para hacer hablar a los personajes que no sea ramplón,
redicho, ñoño”), una mujer muy ambiciosa intelectual y profesionalmente que no
se contenta con el papel subordinado que tradicionalmente se había asignado a
la mujer ni acepta que la igualdad suponga renunciar a la feminidad.
Íntimo,
privado y público, el diario de Laura Freixas aporta un punto de vista
distinto. Tedioso a ratos (como cualquier verdadero diario), añade un matiz
inédito a la literatura española, una literatura que la autora termina
aceptando y amando, lo mismo que ocurre con la al principio “fea y sin
historia”, aunque –por supuesto– nunca le haga olvidar París.
Con lentes o sin lentes se lee bien tu diario. El público compartira mi opinion. Saludos muchos.
ResponderEliminar¿ Por encima del hombro ? . Se la ve mucho autobombo , la retórica de la alabanza que se da en Cataluña . Serán mejores escritores ya que es una raza diferente pero los escritores catalanes me aburren , no dominan el castellano y no trasmiten nada de emoción ni de veracidad . Recomiendo leer a Chaves Nogales , de Sevilla.
ResponderEliminar"El Guripa" debería, antes de lanzarse a ciertas generalizaciones, pensar siquiera un poquito; de verdad que no hace falta mucho. ¿No domina el castellano Pla? O, si prefiere hablar de escritores vivos, ¿no lo dominan Juan Marsé, Ana María Matute, Eduardo Mendoza, etcétera, etcétera? ¿No transmiten...? En fin, ya digo; con pensar sólo un poquito, podrían evitarse algunas barbaridades.
ResponderEliminarSí, hay comentarios que descalifican al que los hace. ¿Qué tontería es esa de que los catalanes son de una raza diferente? ¿Y qué es eso de que no dominan el castellano? Lo dominan, por ejemplo, bastante mejor que Chaves Nogales dominaba el catalán.
ResponderEliminarJLGM
Mal ejemplo profesor , Chaves no necesitó hablar catalán para ser un artista que no admite critica de un conocedor del tema, llevo aquí unos días y se trata de criticar ¿ No ? ¡ Ya sabemos que no son una raza diferente ¡ Pero bueno , si no entendemos las ironías , mal vamos . Generalizar es malo pero hay que ser un poco abyecto , si decimos amen a todo y no entramos en polémicas caeríamos en la vulgaridad .
ResponderEliminarNingún escritor catalán, para ser un gran escritor, necesita escribir en castellano. Si es un gran escritor, ya le traducirán al español, al inglés, al francés y a cualquier lengua.
EliminarSe trata de criticar, claro, y de aceptar las críticas. Pero siempre razonadas, no cualquier cosa que a uno se le ocurra. Aunque a mí las críticas no me molestan nunca, por muy arbitrarias que me parezcan (suelen descubrir prejuicios --en este caso el anticatalanismo-- que el comentarista ignora.
JLGN
Hombre, yo no pienso que haya que ser "un poco abyecto"; creo que con algo de inteligencia, o de ingenio, basta y sobra. Pero en fin, cada uno tiene su estilo. Cierto que Chaves no necesitó dominar el catalán, pero eso nada tiene que ver: los catalanes son normalmente bilingües, mientras que en Andalucía (o en Madrid, donde yo vivo) la lengua de uso normal es solamente una. En eso no hay ni mérito ni demérito. Y las polémicas pueden estar bien, pero no hace falta inventárselas; se puede polemizar sobre cosas reales, que dan bastante juego, sabiéndoselo buscar.
ResponderEliminarCreo que hasta ahora nadie se ha atrevido a escribir un diario en el que, de verdad, vuelque sus sentimientos más íntimos y profundos, los verdaderos motivos últimos de sus actos.
ResponderEliminarSe dice que, si los demás supieran los auténticos motivos por los que hacemos nuestras "buenas acciones", nos avergonzaríamos de ellas. Tanto como de las "malas".
Además, descender a las capas más hondas y recónditas de uno es muy arriesgado. Primero, porque nadie sabe bien lo que hay ahí debajo, guardado en el fondo. Y segundo, porque ¿y si después no sabemos regresar a la superficie (a esa superficie de nosotros mismos en que generalmente vivimos)?
Yo creo, con Oscar Wilde, que lo más profundo es la piel.
ResponderEliminarJLGM
Yo no tengo nada contra los catalanes , simplemente que me puede el ser español y pienso que el referendum es una locura y puro fascismo por el que no debemos pasar y despotrico para que no nos anestesien las peroratas y mentiras de unos plutócratas de dudoso proceder . Me gusta mucho Mendoza y también admiro a Plá . Las opiniones espontáneas tienen eso , la crisis genera un fraseo abyecto , agresivo y surrealista que es lo que toca .
ResponderEliminarNo conozco la de Oscar Wilde pero la de Harpo Marx ( gran artista ) rebosa autenticidad , emoción y credibilidad .
Saludos
Amigo Guripa, deberías repasar lo que significa "referendum" y lo que significa "fascismo". Y también lo que significa "ser español". Yo lo soy y nadie me dijo que por eso tuviera que impedirle a nadie expresar democráticamente su opinión (sean catalanes, andaluces, cubanos o chinos).
ResponderEliminarJLGM
Estimado José Luis, una precisión técnica: he sido durante 7 años
ResponderEliminarprofesor tutor en la UNED de Barbastro (Huesca) donde atendía a mis
alumnos cada jueves. En los centros asociados de la UNED se dan clases.
Creo que voluntarias. Lo especial de la UNED es que es una universidad creada para los que no pueden asistir regularmente a clase. Esa al menos es mi idea. Otra cosa son las tutorías.
ResponderEliminarJLGM
Sí se dan clases en la UNED. Yo estuve matriculada en Filosofía y había que ir una vez a la semana, aparte de las tutorías. Lo mejor es la biblioteca central de Madrid.
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