Periferias de la literatura. De Julio Verne a Luis Buñuel
José-Carlos Mainer
Fórcola. Madrid,
2018.
Conviene decirlo en voz baja, para que no se enfaden mis
colegas, pero la mayoría de los trabajos universitarios dedicados a la
literatura española contemporánea son de muy escaso interés para el público en
general y casi me atrevería a afirmar que para cualquier público. Se trata de
escritos de consumo interno que sirven solo para la promoción funcionarial de
sus autores. Suelen oscilar entre la erudición menor y las vaguedades teóricas
que lo mismo valen para un roto que para un descosido (“posmodernidad”,
“pensamiento débil”, “modernidad líquida” y otros conceptos igualmente gaseosos).
Pero hay
excepciones, afortunadamente, y una de las más notables es la de José-Carlos
Mainer. En 1974 publicó La Edad de Plata
(1902-1936), Ensayo de interpretación de un proceso cultural y toda su obra
posterior puede considerarse como un desarrolla de ese título pionero y
fascinante. Por primera vez se nos contaban tres décadas de la historia de
España, no como un conjunto de acontecimientos aislados, una sucesión de
generaciones caricaturizadas en los manuales, sino como un proceso cultural en
el que literatura y arquitectura, filosofía y música, pintura y política
estaban relacionadas.
El núcleo
central de Periferias de la literatura añade
nuevos capítulos a ese inagotable estudio de una de las épocas más fecundas de
la historia de España, la llamada Edad de Plata (por contraposición a los
siglos de Oro), un membrete que Mainer no inventó, pero que hizo popular.
Los
trabajos que se reúnen en Periferias de
la literatura tienen un origen académico y se publicaron primeramente en
actas de congresos y en misceláneas de homenaje a algún catedrático.
Afortunadamente no se han quedado ahí y el interés de la mayoría de ellos hace
que le disculpemos al autor que no haya sido más decidido a la hora de eliminar
cierto enojoso andamiaje propio de su destino original (tampoco el prólogo
ayuda a ganar nuevos lectores).
El núcleo
del libro lo constituyen la media docena de artículos dedicados a glosar temas
y figuras de la Edad de Plata, como ya dije. “De la España negra. Apuntes
literarios de una obsesión” busca antecedentes en el reformismo dieciochesco y
llega hasta los apuntes carpetovetónicos de Camilo José Cela. “Apuntes para un
marco” toma como pretexto al caricaturista Luis Bagaría para hablarnos de la
bohemia, de la hermandad de las artes y de muchas cosas más. “La hermandad de
las artes” se titula precisamente el capítulo que lleva como subtítulo
“Literatura y pintura en el tiempo de Miguel Viladrich”. Al pintor simbolista
Miguel Viladrich comienza presentándonoslo en el salón de Carmen de Burgos, Colombine,
donde se derraolla una desopilante escena de la que dejó constancia Cansinos
Assens en sus memorias.
De
“Nacionalismo y modernidad” se ocupa el capitulo “Alrededor de 1915” . Ahora que tanto se
habla –por lo general, para denostarlo– de nacionalismo conviene leer las
páginas que Mainer dedica a la nueva formulación del nacionalismo español
–convertido en nacionalismo estético– por parte de Asorín.
A la
arquitectura de los años treinta se dedica “Geometría lírica”. Mainer nos
descubre sus afinidades con la poesía pura juanramoniana y con el regreso al
orden –cita como abanderado a Jean Cocteau– tras los lúdicos disparates de la
vanguardia.
El capítulo
inicial, “Para los lectores de Julio Verne”, nos muestra a un Mainer con
perfiles inéditos, menos reticente que otras veces a las confidencias
autobiográficas. Nos habla aquí de sus primeras lecturas, de su deslumbramiento
con Dos años de vacaciones, la
primera obra de Verne que leyó. Estas pocas páginas nos permiten imaginar lo
interesante que serían, dejadas ya de lado sus servidumbres académicas sus
servidumbres académicas, unas memorias intelectuales de José-Carlos Mainer, un
investigador cuyo talento estilístico está a la par de los más notables
escritores de la genración del 68, que es la suya.
Menos
interés tienen otros trabajos que reúne en este libro, como los dedicados a a
la poesía (que nunca ha sido el punto fuerte de Mainer) o el que se dedica a
glosar los artículos que se publicaron con motivo de la muerte de Max Aub, una
ocupación de principiante, no de un maestro.
Termino
como empecé. Los estudios universitarios de literatura contemporánea por lo
general tienen más que ver con pseudociencias como la homeopatía o la
astrología que con la ciencia (¡tantas supuestas ediciones críticas llenas de
notas que copian definiciones del diccionario de la RAE o de datos accesibles a
todos en la Wikipedia!). Hay excepciones, claro está, y Mainer es una de las
más notables. Pero cuando reúne sus trabajos –como en esta ocasión– para el
público en general, debería ser más audaz a la hora de sacudirse de inanes y
tediosas convenciones gremiales.
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