Subir al origen
Antología comentada de poesía occidental no hispánica (1800-1941)
José María Castrillón
Trea. Gijón, 2018.
José María Castrillón, poeta y profesor, ha querido
ofrecernos en un libro abierto –el epílogo vale como anuncio de una
continuación– varios libros. El título procede de Jovellanos, un poeta que
podía haber sido nuestro Wordsworth si no le hubieran distraído otras muchas
beneméritas dedicaciones:”Conócete a ti mismo, y de otros entes / sube al origen”.
Al origen
de la modernidad poética ha querido subir José María Castrillón con esta
antología que es algo más que una antología. Es, en primer lugar, una didáctica
reflexión sobre la tradición plural que está en la base de la mejor poesía
contemporánea. Tiene el acierto de dirigirse a toda clase de lectores, no solo
a los especialistas. Es el libro de un profesor de literatura que fuera además
un gran lector de literatura, y no solo de la que entra en el programa que debe
explicar, algo no demasiado frecuente.
Los poetas
antologados son de lengua inglesa (Wordsworth, Keats, Whitman, Dickinson,
Yeats, Eliot, Stevens), alemana (Novalis, Rilke, Benn), francesa (Baudelaire,
Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Apollinaire, Saint-John Perse, Éluard), italiana
(Leopardi, Montale), griega (Cavafis), portuguesa (Pessoa) y rusa (Anna
Ajmátova). Solo la enumeración de esta veintena larga de nombres bastaría para
recomendar el volumen. Habría que añadir que bastantes de las traducciones que
se nos ofrecen son inéditas y por lo general a cargo de traductores que también
son poetas, como Jordi Doce o Tomás Sánchez Santiago.
Las
presentaciones de los poetas constituyen algo más que la habitual síntesis
biobibliográfica. José María Castrillón nos ofrece una creativa estampa que
podría leerse con independencia de los poemas que prologa. Constituyen el
germen de otro libro.
Como una
novela romántica comienza la primera de las viñetas: “El joven viajero se ha
bajado de la diligencia mientras esta asciende penosamente uno de los empinados
tramos característicos de Cumberland, la región de los lagos, al noroeste de
Inglaterra”. Para presentar a Keats se reproducen fragmentos de sus cartas,
como si de una novela epistolar se tratara, y se copia su epitafio. La vida de
Verlaine se condensa en dos imágenes: una fotografía que lo presenta envejecido
y beodo en la mesa de un café; el cuadro de Fantin-Latour en el que aparece,
cuando aún no ha cumplido los treinta años, sentado en el rincón de una mesa
junto al adolescente Rimbaud. La semblanza de Yeats nos lleva a octubre del
36 y al poeta en un automóvil que se
dirige a los estudios radiofónicos de la BBC. Apollinaire se nos presenta con
una carta de amor ficticia, pero rigurosamente verdadera. “¿Dónde está Paul?
–leemos al comienzo de otra entradilla– En los círculos artísticos de París se
pregunta por Éluard. Su esposa Gala desconoce el paradero. En meses, ni una
noticia”.
Tras la
presentación creativa, los poemas seleccionados de cada autor acompañados de un
breve comentario. Alterna Castrillón los poemas bien conocidos –“Tabacaría” o
“El poeta es un fingidor”, de Fernando Pessoa, por ejemplo– con otras
selecciones más novedosas e incluso arriesgadas.
Al final de
cada selección, como propina, nos ofrece un “Homenaje en la poesía hispánica”.
Se trata de la parte menos desarrollada del volumen y la más discutible. Los
poemas que reproduce son de muy desigual calidad, desentonan muchos de ellos en
el conjunto. ¿A qué viene poner un poema de Viktor Gómez junto a los versos de
Ana Ajmátova? Lo copio entero dada su brevedad: “vagones grises / lentos se van
oscuros / mugre el índice / numerados patanes / del cero al olvido”. ¿No podría
haber encontrado algo mejor en Benjamín Prado, por citar solo un ejemplo?
El epílogo
se titula “Otra antología” y en él se comentan brevemente veintidós poetas, de
Hölderlin a Marina Svietáieva, que podrían haber sido incluidos en la
antología. Y que sin duda lo serán en un nuevo tomo, tan valioso como este, o
más, si el autor trabaja un poco más la parte dedicada a seguir la huella de
esos poetas en la literatura de lengua española, y el editor corrige algunos
descuidos, como el desganado índice (había que indicar los títulos de los
poemas seleccionados), la imprecisa manera de señalar el autor de los poemas de
“homenaje” (aparece escondido en el comentario) o el poco relieve que se da al
nombre de los traductores.
Una idea
feliz la de esta “antología comentada de poesía occidental no hispánica”,
mejorable sin duda (son los riesgos de un empeño tan ambicioso), pero no por
eso menos imprescindible para el buen lector de poesía.
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ResponderEliminarVANOS
Muy interesados en las apariencias hueras
están hoy los “escritores”.
La superficie vana les irrita,
se enzarzan en peleas infinitas.
No contéis conmigo para el debate:
con el gobierno de mis cosas ya me sobra.
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