Lorenzo Gomis
Mediodía. Antología poética
1951-2005
Edición de Alejandro Duque Amusco
Papers de Versàlia. Barcelona,
2024.
¿Hay
poetas de primera, segunda y tercera división, como ocurre con el fútbol? Quizá
sí, y abundan los que juegan en equipos de aficionados. Cuando pasa el tiempo,
los del primer nivel se incluyen en las antologías de poesía universal; los del
segundo, en las de poesía nacional y los del tercero en las selecciones
autonómicas y provinciales.
¿Qué lugar ocupa Lorenzo Gomis,
ahora que se cumplen cien años de su nacimiento, en la poesía española? Se dio
a conocer tempranamente, con la obtención del premio Adonáis en 1951, siendo
uno de los adelantados de su generación, la del medio siglo. Pero a ese libro
inicial, El caballo, con un humor entre surrealista y naif, le siguió un
largo período de silencio. El periodista discreto y excepcional pareció ocupar
el lugar del poeta. El mismo año de 1951 fundó Gomis la revista El Ciervo,
que todavía sigue publicándose tantos años después, y fiel al espíritu primero:
un humanismo de raíz cristiana.
Tardó Gomis en volver a publicar y
siempre lo hizo en lugares marginales, sin alzar la voz, sin querer ocupar el
primer plano. Su generación –Valente, Gil de Biedma, Claudio Rodríguez-- pasó,
tras ir acaparando las preferencias de los lectores y de los nuevos poetas, a situarse
en un lugar de honor en la historia de la literatura; a él no pareció
importarle demasiado no figurar en ningún recuento.
Alejandro Duque Amusco, atento
estudioso de poetas como Aleixandre y Bousoño (con los que el tiempo no está
siendo demasiado benévolo), antologa a Gomis en Mediodía y en su
inteligente prólogo habla de “expresionismo irracionalista”. Luego añade que su
poesía “parece escrita por un alma de niño que ama la travesura, el decir cosas
que dejan en evidencia la actitud de las personas sensatas y convencionales. Es
a veces un grito, un estallido de originalidad, la broma lacrimosa del circo.
Su truco consiste en caricaturizar el mundo para hacérnoslo ver en su verdadera
dimensión, menos seria e importante de lo que creemos”. La emparenta con el
postismo de los años cuarenta –esa vanguardia fugaz que quiso volver del revés
el envarado neoclasicismo de la época-- y, sorprendentemente, con Gloria
Fuertes.
Pero la lectura del historiador de
la literatura no es la del lector común. Comenzamos a leer, o releer, los poemas de Mediodía y el tiempo, como
es habitual, parece haber emborronado bastantes de ellos. Siguen
sorprendiéndonos algunos de los poemas de El caballo, pero nos aburren
un tanto los poemas de largo aliento como El hombre de la aguja en el pajar o
Jonás, comidilla de ángeles, de los que se seleccionan prescindibles
fragmentos.
Con
cierto escepticismo nos enfrentamos a Los restos de Ampurias, de 1975,
un libro escrito en sonetos. ¿Sonetos a estas alturas? Sí, pero de un tono
conversacional, que rehúye todo énfasis y no busca el final rotundo a lo que
tanto se presta esa estrofa. Y sonetos que dicen lo de siempre con una dicción
coloquial y una emoción perdurable: “A veces pienso que algo se prepara. / Cada
mañana veo en el espejo / un hombre que me mira, un hombre viejo, / un viejo
que me mira, cara a cara. / No le conozco, pero –cosa rara-- / me mira con
sonrisa de conejo / y me coge el cepillo, si le dejo, / y se afeita en mis
barbas, y no para. / Y no para y no para de imitarme. / No sé si es un actor o
es un abuelo, / un viejo actor que estudia bien mis gestos / o un abuelo que
viene a consolarme. / Es más viejo que yo, ya es un consuelo, / mi compañero de
los ratos estos”.
Gusta Gomis, como gustaron los
postistas, de la métrica tradicional, pero dándole una vuelta de tuerca,
forzando sus costuras sin temer el ripio. Acierta con lo más difícil, el
rescate de la cuaderna vía, la monótona estrofa de los poemas de Berceo. Ya
aparece en uno de los poemas que se antologan de Oficios y maleficios, “Empresa
de lavado”, pero donde consigue sus mayores logros es en El libro de Adán y
Eva, un pequeño milagro de imaginería y humor. Por esa obra –haya jugado
como poeta en primera o segunda división, aunque más bien parece haber jugado a
esconderse-- merece Gomis ocupar un perdurable lugar en la biblioteca de
cualquier buen lector.
El humor se lleva bien con la
poesía, siempre que no pretenda ser tenida por los críticos como gran poesía:
el calificativo se reserva para lo dramático y lo sublime. En El bostezo del
león, publicado medio siglo después del primer libro, vuelve Gomis a la fantasía
lúdica de su obra primera, pero ahora sin veleidades surrealistas, y a
acercarse al mundo de las fábulas. No abandona los sonetos coloquiales y como
improvisados de Los restos de Ampurias y se incluye un autorretrato,
“Debajo de la gorra”, que entremezcla humor y reflexión existencial de
magistral manera.
Póstumamente,
en 2009 (el poeta había muerto en 2005), apareció Fanfarria, donde diversos
tonos se entrecruzan y hay una serena aceptación del final: “Morir es hacer
sitio a los que quedan / Es invitar los nietos a la vida / Llamarles a crecer
para que puedan / Jugar al ajedrez de su partida”. Afirma en el prólogo haber
descubierto “un soneto nuevo, cómodo para mi uso, que no he visto hasta ahora
en ningún sitio”. La presunta novedad estaría en convertir el soneto inglés en
soneto petrarquista continuando las rimas del serventesio anterior en los dos
versos finales; otra es la novedad de este libro “caprichoso, abierto, que se
deslíe en el aire”.
¿No ocupa en el ranking de la poesía
española Lorenzo Gomis uno de los primeros lugares? Ni lo ocupa ni pretendió
ocuparlo nunca. Está donde siempre quiso estar, en un cortés segundo plano.
Comenzamos
a leerlo con cierto escepticismo y acabamos encontrando en él la mejor compañía,
participemos o no de unas creencias religiosas (“Dame alegría para dar el salto
/ al cielo que me tienes prometido”), que tienen poco que ver con jerarquías y
dogmas: “La sola sensación de estar en casa / Bastará para ver que eso es el
cielo”. La sensación de estar en casa, una casa a la vez ajena y propia, se
siente a menudo en los versos de Lorenzo Gomis.
Voy a buscarlo pero ya. Gracias por compartir
ResponderEliminar