jueves, 2 de febrero de 2012

J. M. Caballero Bonald: Los eventos consuetudinarios

J. M. Caballero Bonald
Entreguerras
Seix-Barral. Barcelona, 2012.

Juan de Mairena, profesor de gimnasia que da clases de retórica, saca a un alumno a la pizarra y le dicta una frase: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”. Luego le pide que la ponga en lenguaje poético. El alumno escribe: “Lo que pasa en la calle”. Y el profesor dice: “Muy bien”.
            Si Caballero Bonald asistiera a esa clase, habría expresado airadamente su desacuerdo. Para él la poesía habla de “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, no de “lo que pasa en la calle”: llamar a las cosas por su nombre, decir de la manera más sobria y precisa lo que se quiere decir podrá ser periodismo, pero no poesía. Más de acuerdo que con Antonio Machado estaría con Góngora. En un pasaje de la Soledad primera, se enumeran los regalos que los invitados llevan a una boda. Uno de esos regalos es una gallina. Pero Góngora prefiere evitar tan prosaico nombre y se refiere a ella como “una de esas aves / cuyo lascivo esposo vigilante / doméstico es del sol nuncio canoro / y de coral barbado, no de oro, /ciñe, sino de púrpura, turbante”.
            Con esa poética gongorina, aliñada con la escritura automática de los surrealistas, está escrito Entreguerras o De la naturaleza de las cosas, quizá el más extenso poema de la literatura española contemporánea, incluidos los de Agustín García Calvo.
            La fluencia verbal de Caballero Bonald resulta ciertamente admirable. Con ritmo de salmodia se suceden los sonoros versículos, reiterativos, obsesivos, casi hipnóticos. Nos invita a dejarnos llevar, a no detenernos a pensar. Si nos paramos un momento, todo aquel suntuoso andamiaje se nos viene abajo, el oro se convierte en oropel, la palabra que se quiere prístina y esencial en gastada, manida, resabida y resabiada palabrería.
            Habrá lectores que resistan cien, doscientos, trescientos versículos (son varios miles), pero bastan los iniciales para saber a qué atenernos: “el lugar de las revelaciones ¿era aquel donde un día / abrí las cajas primordiales rompí el invicto sello el embozo perpetuo / hendí la piedra y sus tentáculos me interné en la caverna estática del tiempo?”.
            La poesía que se entiende no es poesía es periodismo, afirmó alguna vez Caballero Bonald. En ciertos pasajes de Entreguerras parece acercarse al periodismo, tal como él lo entiende, y algunos versículos se limitan a desnudas enumeraciones de lugares visitados (Siria Japón Colombia Transilvania la Amazonia el Sahara Crimen / Cuba Egipto Polonia las Antillas Irak Irlanda las Galápagos), de poetas integrantes de un grupo generacional (Ángel y José Ángel y Carlos y José Agustín y Alfonso y Jaime / y Juan y otros dos Juanes y quien lo está contando”), de autores admirados (“Juan Ramón Gabriel Miró Darío Valle-Inclán / Lorca Espronceda Rosalía Byron Bécquer”). Contrastan esas escuetas referencias nominales con el alarde acumulativo de gallardas vaguedades que llena páginas y páginas.
            Eliot, bien aconsejado por Ezra Pound, cortó largos pasajes de La tierra baldía y gracias a eso lo convirtió en un poema que expresa como ningún otro la desolación y el sinsentido del mundo que dejaba tras de sí la Gran Guerra. Caballero Bonald no parece que tenga cerca ningún Pound ni, de tenerlo, aceptaría sus consejos. Es una lástima. Cortando sin piedad cien o ciento cincuenta páginas este nada desdeñable ejercicio retórico se convertiría, si no en un gran poema, sí en un buen poema sobre las trampas de la memoria.
            Tras las sonoras inconsistencias del prefacio, sorprende el capítulo primero, una evocación del Madrid de posguerra con bien conseguidos trazos expresionistas. Buena parte de los versículos que salvaríamos del libro están en este capítulo. “Complejas y mudadizas son las leyes del recuerdo”, comienza el capítulo siguiente, todo él una divagación sobre la necesidad de la ficción para reflejar más exactamente la realidad: “no sin ser deformada puede la realidad exhibir sus enigmas / dijiste alguna vez persuadido de la conformidad severa de ese aserto / y lo repites ahora con la misma efusión la misma convicción que entonces / no es posible entender la forja de una ficción capaz de ser fructuosa / sin anular primero las serviles explícitas copias de una experiencia / ya banalizada de antemano por su inválida literal versión de los hechos”. No es posible tampoco leer a Caballero Bonald sin tener la tentación de coger un lápiz e ir tachando palabras que sobran. Cita un verso suyo y no le basta añadir “dijiste alguna vez”, sino que ha de redondear el versículo con “persuadido de la conformidad severa del aserto”. Tachamos: si alguien dice algo, damos por supuesto que está convencido de ello. Y ahora lo repite, y no le basta repetirlo “con la misma convicción” que entonces, tiene además que hacerlo “con la misma efusión”. La estética de Caballero Bonald parece clara: reiterar, parafrasear, insistir, no decir en cincuenta palabras lo que podría decirse perfectamente en cuatro, sino esforzarse en llegar a las quinientas o, por lo menos, a las cien.
            Otros pasajes que el hipotético Pound salvaría de este libro estarían en el capítulo quinto, con su evocación de la estancia en Colombia (“aquel gran río de la Magdalena por donde navegamos / tres días con sus noches tres siglos con sus astros sus rigores sus vértigos”), o en el séptimo que habla de sus andanzas marinas, de Doñana y de algunos de los personajes que pueblan sus novelas. En general gana el poema cuando no se construye sobre una divagación en el vacío sino que reelabora un concreto material biográfico (aunque a veces no parezca alcanzar el desarrollo suficiente y haya de ser complementado con lo que cuenta en sus tomos de memorias).
            ¡Cómo disfrutaría Juan de Mairena dictando a sus alumnos alguno de los más rimbombantes versículos de Caballero Bonald y pidiéndoles que lo pusieran en lenguaje poético! 

5 comentarios:

  1. I love you since the first time we met. You're very attractive and I'm very interested in your work. In spite of your physical endowment, you´re plenty of sex appeal and inner beauty. I'm among your most keen followers. Your intelligence, your poetical attitude, your manners and crazes, everything make me love you more and more as time goes by. Best wishes and loving kisses, X.

    ResponderEliminar
  2. En un "chat" (creo que les llaman así) reciente en EL PAÍS con JMCB envié una pregunta relativa a la frasecita sobre la poesía y el periodismo, preguntándole si era realmente suya y pidiéndole que la comentara. No hubo respuesta. Me parece increíble, desde luego, que él (o cualquiera, si vamos a eso) haya podido decir semejante barbaridad.

    ResponderEliminar
  3. Muy buenas las reseñas. Me alegra haber encontrado su blog.

    ResponderEliminar
  4. Gracias. A mí también me alegra haberme encontrado con el crítico del rincón.

    JLGM

    ResponderEliminar
  5. La frase "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa" sería a Entreguerras lo que "lo que pasa en la calle" a "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa". ¿De verdad ha tenido que leer tanta campanuda tontería, que diría Almuzara? Ya tenemos Premio Nacional de Poesía 2012.

    ResponderEliminar