Para entender a Góngora
José María Micó
Acantilado. Barcelona,
2015.
No es frecuente que el prólogo a un conjunto de estudios
literarios, de espléndidos estudios literarios comience con palabras como
estas: “Dentro de unas horas acompañaré con mi guitarra a una bella cantante en
El Boliche de Roberto, un local histórico del tango popular en Buenos Aires”.
Pero si quien firma esos estudios se llama José María Micó todo es posible.
Rara vez se han dado tantas cualidades juntas. Nacido en 1961, se trata de uno
de los más destacados poetas de su generación, de un traductor excepcional –ahí
están su Ausias March y, sobre todo, su “enorme y delicado” Ariosto–, de un
riguroso erudito y de uno de los integrantes del grupo Marta y Micó que ha recorrido
los más diversos escenarios con Caleidoscopio, “un espectáculo de poesía y
canción en el que el poeta José María Micó recita algunos de sus textos y en el
que Marta canta poemas escritos y musicados por el propio Micó, además de
incluir algunos tangos clásicos que ofrecen la mejor poesía del género”.
“Aprendiz
de todo, maestro de nada” dice la sabiduría popular. José María Micó la
desmiente. Él es maestro en todo lo que toca.
Para entender a Góngora reedita sus
estudios gongorinos, que no desmerecen junto a los de Alfonso Reyes o Dámaso
Alonso, por citar a dos de los primeros especialistas. El volumen marca un punto y aparte en su trayectoria:
“Ahora la música y Dante ocupan en mi vida el espacio que en el pasado, y
especialmente entre mis veinte y mis cuarenta años, ocupó el estudio de la
poesía de Luis de Góngora”.
Aunque los
trabajos reunidos en Para entender a
Góngora están escritos con el mayor rigor académico, no pretende ser una
obra para especialistas, sino para el buen lector de poesía: “Góngora, como
todos los creadores verdaderamente grandes, no requiere erudición, sino algo
mucho más elemental: atención”.
A la más
afinada y actualizada erudición, se añade en estas páginas algo que no siempre
la acompaña: sensibilidad literaria y rigor intelectual. Hay capítulos, como
“Un verso de Góngora y las razones de la filología”, que nadie que se dedique a
la edición de clásicos debería perderse y que para el lector común ofrecen un
placer semejante al de una investigación detectivesca o una buena partida de
ajedrez: ver a la inteligencia en
acción.
No menos
admirable resulta su comentario a uno de los más misteriosos sonetos de
Góngora, en el que ya se adivina, compendiado en prodigiosa miniatura, lo que
luego sería el gran fresco de las Soledades:
“Descaminado, enfermo, peregrino, / en tenebrosa noche, con pie incierto / la
confusión pisando del desierto, / voces en vano dio, pasos sin tino”.
El Góngora
de las obras mayores, las Soledades y
la Fábula de Polifemo y Galatea, fue
largamente preparado por su obra anterior, en la que una y otra vez vuelve
sobre sus temas y obsesiones fundamentales: ”el náufrago desamorado, la
exaltación de la felicidad ajena, la mezcla de estilos y géneros, el
distanciamiento vital y narrativo, la convivencia de burlas y veras, el imperio
de la palabra sobre la realidad, el peso de la tradición…”
“Lectura
del Polifemo”, que ya tuvo una
edición independiente, es otro de los núcleos del libro. Al contrario que en
tantos poetas, en los que la erudición estorba, en Góngora puede ser un
aliciente más. Por eso desde el principio, mucho antes de que sus obras fueran
impresas, cuando circulaban manuscritas, contó con una legión de comentaristas,
a menudo enfrentados entre sí. A veces, leer a Góngora es como resolver un
crucigrama, y ese no es el menor de sus encantos.
La
vanguardia de los años veinte nos enseñó a leer a Góngora, pero Góngora no es
un poeta vanguardista a la manera contemporánea: nunca prescinde de la
tradición ni deja a las palabras en libertad; nada más ajeno a la suya que la
escritura automática de los surrealistas.
Un poeta
exigente Góngora, sin duda alguna, al menos en sus obras mayores, pero un poeta
que sabe compensar cualquier esfuerzo. Muchos de sus versos se nos quedan para siempre en la
memoria: “Oh bella Galatea, más suave / que los claveles que tronchó la aurora,
/ blanca más que las plumas de aquel ave / que dulce muere y en las aguas
mora”.
A pesar de
sus continuas referencias culturalistas, ningún poeta más sensual ni sensorial
ni más capaz de darle la vuelta a cualquier tópico; no se demora menos en la
descripción de la belleza de Acis –“en lo viril desata de su vulto / lo más dulce el Amor de su veneno”– que en la de Galatea.
Cerramos el
libro y nos imaginamos a José María Micó consultando un viejo códice en una
biblioteca napolitana o acompañando con su guitarra a una hermosa cantante en
cualquier boliche porteño, descifrando una recóndita referencia teológica de
Dante o escribiendo unos versos: “Yo sé que estuve aquí, / amigos de una noche
o de una vida, / que el día se pudrió para nosotros / y floreció otra luz más
necesaria, / la luz de una amistad bella y absurda, / sembrada por capricho /
en la ceniza de las ilusiones”.
También
José María Micó, como el inagotable Góngora, es asombro y maravilla para sus
contemporáneos.
La cita última de Góngora ("que la ponzoña del amor / en lo viril se esconde de su bulto") debe estar hecha de memoria; lo que realmente dice Góngora es "En lo viril desata de su vulto / lo más dulce el amor de su veneno". Y tiene esto alguna importancia no por el prurito de simple erudición, sino porque para quien lea la cita, ese "bulto", así con "b", es difícil de interpretar si no es como una alusión, digamos, a su virilidad. Y no hay tal; como recoge el Diccionario de la Academia, "vulto", con uve, es "(Del lat. vultus). 1. m. desus. Rostro o cara", es decir, término en desuso por "rostro o cara" -que es lo que ahí significa. No dudo de que el "bulto" de Acis fuese, digamos otra vez, importante; pero no es de él de lo que aquí se habla.
ResponderEliminarExcelente precisión. Ya está corregida la cita. ¿En qué estaría yo pensando?
ResponderEliminarJLGM
Eso mismo digo yo.
ResponderEliminar"uno de los más destacados poetas de su generación".
ResponderEliminarMe extraña leer en un texto de un escritor una fórmula de periodista perezoso. Y sobre todo en un texto de un escritor que admira a Proust, que tanto detestaba las frases hechas.
No conociendo la actividad musical de Micó, busco en Youtube y caigo sobre su canción "Blanca y azul":
ResponderEliminarMarta y Micó - Blanca y azul
https://www.youtube.com/watch?v=Of8Vdz-rA6Q
Dios los pille a ambos confesados...