QWERTYUIOP
Sobre enseñanza, deportes, televisión, publicidad, trabajo y ocio
Edición de Ignacio
Echevarría
Debate, Barcelona,
2017.
Con un nutrido volumen de título impronunciable, QWERTYUIOP (las primeras letras del
teclado de las antiguos máquinas de escribir y de los ordenadores) concluye la
publicación de los ensayos reunidos de Rafael Sánchez Ferlosio, ejemplarmente
editados por Ignacio Echevarría.
En esos
cuatro tomos se encuentra su obra mayor a juicio de muchos y especialmente de
propio autor, desdeñoso de las dos novelas, Alfanhuí
y El Jarama, que le hicieron un
sitio en la historia de la literatura española.
Pero el
lector desprejuiciado tiene sus dudas ante esa afirmación. De que es un gran
escritor no cabe ninguna duda, y ahí están los dos títulos citados, a los que se
podrían añadir los textos breves –aforismos, greguerías, incluso poemas– de Campo de amapolas, para confirmarlo;
bastante más discutible resulta que sea un pensador digno de tenerse en cuenta,
y eso a pesar de las pretenciosas apariencias.
Este cuarto
volumen de ensayos lleva un subtítulo que cumple a la perfección su función
aclaratoria: “Sobre enseñanza, deportes, televisión, publicidad, trabajo y
ocio”. En el epílogo autobiográfico, “La forja de un plumífero”, señala Ferlosio
como característica principal de su tercera etapa “el culto y el cultivo y el
cultivo de la hipotaxis, para la que el español está excepcionalmente dotado”.
Ese “culto
y cultivo”, esa obsesión por la subordinación sintáctica, le ha llevado a
escribir oraciones cada vez más extensas, a veces hasta de una página, llenas
de incisos y meandros, que requieren toda la atención del lector para no perder
el hilo.
¿Merece la
pena esa atención? Es posible que sí –y el Sánchez Ferlosio gramático,
moralista, detractor del liberalismo y del libre mercado cuenta con notables defensores–, pero yo
tengo mis dudas.
Las veces
en que habla claro, las pocas veces en que no se envuelve en referencias
eruditas ni en complejas subordinaciones, acostumbra a incurrir con excesiva
frecuencia en generalizaciones abusivas y en profecías apocalípticas de dudoso
fundamento, cuando no en obvias bobadas.
Comencemos
por un ejemplo de esto último, tomado del más reciente de los ensayos del
autor, “Notas sobre feminismo, fotografía y publicidad”, de 2014. ¿Cuál es el
mayor enemigo del feminismo?, se pregunta. Y sin ninguna duda se responde: el
fotógrafo. “Fue una desgracia que el auge del feminismo coincidiera con el de
la fotografía”, se lamenta. ¿La razón? “La sumisión que consigue el fotógrafo
no la ha logrado jamás el confesor, no digamos ya ningún otro varón, ni
siquiera en funciones de amante”. Copio, sin comentarios (no hacen falta), la
larga frase (marca de la casa) en que se explican tales peregrinas
afirmaciones: “Asombran la inauditas poses que el fotógrafo consigue que ponga
la mujer retratada, sin ser ella capaz de percibir ni recelar el tremendo
ridículo que tendrían algunas de esas poses en cualquier otra circunstancia que
no fuese la de exhibición pública en revistas: revistas de moda, suplementos
dominicales de los diarios, revistas del corazón, revistas femeninas, revistas
pornográficas, revistas de consejos y terapias, revistas de lanzamiento
personal y, en general, la variada inserción publicitaria en todo tipo de
prensa”.
Después de
ese despilfarro de palabras para envolver un sinsentido, sorprende lo que
Sánchez Ferlosio, habitual colaborador en la prensa con sus desmedidos artículos,
dice de los periódicos: no serían más que “cajas vacías” que hay que llenar
todos los días, un periódico que cumpliera verdaderamente su función –dar
cuenta de las noticias– “tendría que tener un día once páginas y cinco octavos
de página, otro treinta y una páginas y un tercio, y, en fin, un día
excepcionalmente feliz, aparecer en los quioscos y ser puesto a la venta bajo
el mismo título y con el mismo precio, con todas sus páginas en blanco y solo
este mensaje en la portada: Pas de
nouvelles, bonnes nouvelles!”
Solo dos
comentarios a esa ingeniosidad: los diarios no publican solo “noticias”, sino
también colaboraciones de todo tipo desde reportajes hasta artículos políticos
o literarios (en el XIX, incluso novelas por entregas); segundo, ¿en qué hoja
parroquial estaría pensando Sánchez Ferlosio cuando se imagina un día sin
noticias? No parece haberse enterado de las ediciones regionales de los diarios
nacionales (hechas para que poder publicar noticias que no cabían en la edición
general) ni de las versiones digitales. con más y más noticias.
Da un poco
de vergüenza entretenerse en estas minucias, es como discutir con un niño
(mucho de infantil tienen las ocurrencias de Ferlosio cuando se las despoja del
manto reverencial de su prosa). La televisión, como no podía ser de otra manera
en un pensador apocalíptico del siglo pasado, es “la bicha” con la que nadie
puede, la encarnación del maligno. Lo novedoso, lo que nos hace abrir los ojos
asombrados, es el origen para Ferlosio de todos los males televisivos. El
aplauso que se escucha en ciertos programas es lo que le produce “mayor
desolación, mayor desesperación, una turbadora sombra de terror”. Para él,
bastaría que se prohibiera la presencia de público en los programas televisivos
para que “la bicha”, o sea la televisión, mejorara y desapareciera su
“encanallamiento”.
Contra el
automóvil van también las diatribas de Ferlosio. Sería el nuevo déspota que
controla el mundo. “No se le pueden prohibir calles, ni reducir velocidades”,
se lamenta. Y añade: “de todos los sentidos o funciones posibles de la calle
tan solo es ya concebible el del tráfico rodado; la misma idea de calle ha
perdido cualquier otra connotación que no sea la de espacio o pista para el
automóvil”. La noticia de la peatonalización del centro de las ciudades no
parece haberle llegado a este gran lector de periódicos.
No digo yo
que acerca del remordimiento, la culpa, la historia, el carácter y el destino,
sobre todas esas cuestiones a las que ha dedicado largos ensayos, no
encontremos fértiles y sutiles reflexiones en los cuatro tomos de sus ensayos.
Pero conviene leerlas sin la acrítica beatería habitual: quien, cuando habla
claro, disparata con tanta facilidad no es probable que abandone esa costumbre
cuando incurre en más o menos trabajosas logomaquias hipotácticas.
JLGM: Has puesto a parir a una vaca sagrada y has callado a todos esos Anónimos que tanto te gustan. Ya no saben si darte la razón a ti o a RSF
ResponderEliminarEL LIBERAL
ResponderEliminarLo público me causa sarpullido,
no lo puedo evitar, es un estigma:
que un bloque de hormigón falto de enigma
se confunda con un sofá mullido.
El afán por siempre garantizado
es un oxímoron insoportable,
forzar a la naturaleza madre.
Lo sabe el labrador, lo sabe el hado.
Si el tiempo no precisa de relojes,
los pájaros confían en el Sol
y el artista no entiende de programas,
¿cuáles son los argumentos feroces
de que el vago y el trabajador
produzcen las mismas floridas ramas?
“Sabemos lo que funciona: la libertad funciona.”
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