Retrato de grupo con figura ausente
Edición y estudio de
Saturnino Calleja
Diputación de
Ourense, 2017.
A los poetas, cuando hablan de su obra, hay que prestarles
atención, pero no hacerles demasiado caso. José Ángel Valente se pasó los
últimos años de su vida negando cualquier relación con los poetas del
cincuenta, con los que la crítica estaba empeñada en asociarle, y también
negándoles calidad literaria. “El poeta nace cuando el grupo fenece”, declaró
más de una vez. Y más explícitamene: “Respecto del llamado grupo de los 50, yo
me consideraría retratado en él si el retrato se llamase Retrato
de grupo con figura ausente”.
Ese es
precisamente el título que Saturnino Valladares ha querido ponerle al
epistolario del poeta gallego con sus compañeros de generación, un epistolario
que desmiente, punto por punto, sus posteriores y fantasiosas afirmaciones.
Desde principios
de los años cincuenta, un grupo de poetas jóvenes tratan de hacerse un hueco en
el panorama literario. Son poetas antifranquistas, defensores del realismo
crítico, próximos a la poesía social. Respetan a algunos de los poetas mayores
(Celaya, Otero), rechazan a otros (Garciasol, Leopoldo de Luis, para no
mencionar a García Nieto) y buscan el apadrinamiento de Aleixandre, más
respetado personal que literariamente.
El núcleo duro,
el más decidido a poner en práctica una estrategia generacional, se encuentra
en Barcelona y está formado por Carlos Barral, Gil de Biedma y José Agustín
Goytisolo. Valente se une a ellos, y como principal activista, desde el
comienzo.
Se inicia
cronológicamente este epistolario con una carta de Valente a Goytisolo fechada
en mayo de 1953. Le pide en ella ayuda para obtener un premio literario
entonces prestigioso, el Boscán, al que ha presentado su primer libro, “Tú
averigua, muerde, mata a dos o tres --concluye en broma--, moviliza a los
Goytisolos y escríbeme”.
Durante varias
décadas, más o menos hasta 1980, Goytisolo fue no solo uno de sus mejores
amigos, sino también su más eficaz agente literario. Procura que se le incluya
en todas las antologías de poesía joven que aparecen dentro y fuera de España,
le proporciona direcciones de críticos a los que debe enviar sus libros para
que tengan la adecuada repercusión.
Una de esas
listas resulta especialmente significativa. Es de marzo de 1960 y demuestra muy
a las claras lo bien informado que estaba Goytisolo sobre el quién es quién de
la poesía y la crítica del momento. Comienza con Max Aub, continúa con Emilio
Alarcos (hay otro crítico asturiano, Villa Pastur)) y añade nombres como los de
los franceses Ives Bonnefoy, Pierre Enmanuel o Claude Couffon; los italianos
Oreste Macrí o Darío Puccini; los portugueses Agustina Bessa Luis o Egito
Gonçalves; sin faltar las figuras del exilio: Luis Cernuda, Rafael Alberti,
María Zambrano. “Toda esta gente es algo ‘resistencialista’ –añade– y los que
no te conozcan, por mi nombre o el de Castellet te catalogarán como grato”. Y
termina con una advertencia, que medio en broma medio en serio, subraya lo
importante que era esta red de relaciones: “Guárdate esta lista. No la dejes a
un mal poeta, pues le haces famoso inmediatamente”.
En 1959
Bousoño publica en la revista Cuadernos
de Ágora el artículo “Ante una promoción nueva de poetas”, en el que
destaca a Claudio Rodríguez sobre los demás. Valente expresa su desagrado en
una carta de marzo de ese año. Tras indicar que “la propaganda rodriguil me dio
la sensación de pasarse un poco de rosca”, añade: “Vosotros os salváis, si bien
como grupo. Yo, por mi parte, quedo envuelto en la mierda conforme del
anonimato”. Escribe una carta de protesta a Bousoño, quien se la lee a
Aleixandre. Con los dos habla Goytisolo para tratar de desmontar el “mito” de
Claudio Rodríguez, a quien sin embargo dice apreciar. Sus argumentos, muy
minuciosamente expuestos, los encontramos en una carta de abril de 1959 que no
deja dudas sobre los tempranos celos que los poetas de la escuela de Barcelona
(a la que de inmediato se adhirió Valente) tuvieron de Claudio Rodríguez.
Goytisolo
sería luego, junto a José Hierro, uno de los poetas más detestados por Valente.
No soportaba la popularidad de ambos. Al primero lo consideraba “un simple
coplero”. Que no siempre fue así lo demuestran estas cartas, llenas de elogios
hacia su obra, incluso hacia la más próxima a la poesía social, como el libro Claridad..
Saturnino
Valladares cita un artículo de Valente que considera motivo de la ruptura. En
él acusa a Goytisolo de haber sino uno de los causantes de que Castellet no
incluyera a Costafreda en su antología Veinte
años de poesía española. Estas cartas nos demuestran que no fue así. Y que
además el asunto, aparte del disgusto que pudo dar al poeta, ya depresivo de
por sí, no tiene ninguna importancia. Por entonces solo había publicado, en
1949, el libro Nuestra elegía, vagarosamente aleixandrino. La antología de
Castellet iba año a año, destacando los nombres más significativos de cada año.
En el 49, se incluyen poemas de Pedro Salinas, Luis Cernuda, Luis Felipe
Vivanco, Leopoldo Panero, Luis Rosales, José María Valverde. ¿Qué pintaba entre
ellos el incipiente Costafreda, que además parecía haber abandonado la
literatura?
Utilísimo
para escribir la verdadera historia de una generación de innegable importancia
en la historia de la poesía española, este libro contiene cartas espléndidas,
que valen por sí mismas (no por los datos que aportan para la historia de la
literatura), como la primera de Gil de Biedma o la que Valente dirige a Brines,
en junio de 1962, sobre el proyecto de una nueva revista literaria. A propósito
de las reseñas que se incluirían en ella, escribe: “Serán críticas, es decir,
eliminarán de raíz cuanto hay en las reseñas al uso de vago lirismo, evocación
personal y otras formas de fuga, ignorancia o debilidad mental”.
Todos esos
defectos –incluida, por supuesto, la debilidad mental– siguen abundando en las
reseñas de poesía y en los comentarios de los poetas sobre su poesía y la
ajena. En una entrevista de 1997, Valente, para denostar a sus antiguos
compañeros, elogia a Antonio Gamoneda, “que ha vivido su aventura de escribir
completamente en solitario, sin apoyarse en ningún grupo”. Gamoneda se apresura
a agradecerle esa mención. Y subraya su coincidencia en que “el único
territorio fértil, cuando de hacer poesía se trata, sea la soledad: un hombre,
silencio y un folio en blanco”.
¿Pero de
verdad creían Valente y Gamoneda que los otros poetas del cincuenta –Gil de
Biedma, Barral, Coytisolo, González, Caballero Bonald, Sahagún–, cuando querían
escribir un poema se reunían para escribirlo en colaboración, dictando cada uno
un verso como los poetas de la Falange escribieron el “Cara al sol”? Todo los
poetas escriben en soledad, aunque luego –sobre todo en los comienzos– puedan
enviar sus poemas a otros poetas amigos en cuyo criterio confían; todos
establecen relaciones para promocionar mejor su obra (a Gamoneda le fueron muy
útiles las que estableció a partir de la colección Provincia, que dirigía, y el
encabezar el grupo de poetas –Miguel Casado, Olvido García Valdés, Eduardo
Moga– que se sintieron marginados por el éxito de la “poesía de la
experiencia”, con García Montero a la cabeza).
Pero el
epistolario con Gamoneda carece de interés, como las cartas intercambiadas con
Clara Janés (que ya no pertenece a la generación) y casi todas las escritas a
partir de 1980, circunstanciales y convencionales. Importan las anteriores, las
de la configuración y consolidación de la generación: la de Gil de Biedma
hablando de su libro Compañeros de viaje,
la de Francisco Brines dejando constancia del impacto que le causa la muerte de
Cernuda, la de Claudio Rodríguez que incluye varios poemas, todavía no en la
versión definitiva, de Alianza y condena.
El trabajo de edición de Saturnino
Valladares –en su origen, muy probablemente una tesis doctoral a la antigua,
esto es, de las que confunden el rigor científico con la abundancia de notas–
habría necesitado una buena labor de poda. Todo lo que dice lo dice al menos
tres veces: en el prólogo, en la introducción al epistolario de cada poeta y en
la conclusión final (también repite el listado de cartas de cada poeta). Y de
las 952 notas que añade al texto, sobran algunos centenares. Entre las
utilísimas para aclarar algunas alusiones, se encuentran bastante pintorescas.
“A Gimferrer le he visto únicamente dos veces”, escribe Valente en septiembre
de 1963. Una llamada, la 512, nos remite a la siguiente nota: “Se refiere a
Pere Gimferrer Torrens”. ¿Y a quién se va a refierir? Claro que también nos
aclara que Pío Baroja es un novelista de la generación del 98, mientras que de
Alfonso Canales (bastante menos conocido) solo nos dice que es “poeta y
crítico”, que es lo que figura, erróneamente, en la dos primeras líneas de la
Wikipedia. Habría sido interesante subrayar la importancia que el poeta malagueño
tuvo en el auge de la poesía culturalista con libros como Port-Royal (1968), Reales
sitios (1970) o Réquiem andaluz (1972).
Este
epistolario, como otros espléndidos epistolarios recientes (el de Gerardo
Deiego y Juan Larrea, editado por Juan Manuel Díaz de Guereñu y José Luis
Bernal; el de Felipe Boso con los poetas de su tiempo, editado por Juan Manuel
González Fuentes), ayuda a entender –sin las interesadas manipulaciones de los
críticos y, sobre todo, de los propios poetas– de la mejor manera posible la
historia de la poesía española reciente y también, novela de no
ficción, los entresijos de la condición humana.
Cómo me satisface
ResponderEliminarser de un árbol frondoso.
Contemplo en el estanque
sus hojas esplendentes.
Y ahí me veo yo, encaramado,
bien sujeto con mis manos prensiles.
Dicen que hubo un tiempo
en que esta tierra podía recorrerse
sin bajar de los árboles.
Sin duda fue así, sin duda.
Ese tiempo glorioso ya pasó
pero quedan los altivos árboles,
azote de los que se arrastran.
© María Taibo
Cómeme, y luego yace
Eliminaren sede de árbol nervioso.
Como templo en un tabanque
que sus figuras aliente.
Y ahí me veo yo, aquellado
desprovisto de minados civiles.
Dicen que hubo un templo
en que una terna podía distraerse
sin podar los dinteles.
Sin Buda fue así, y sin su viuda.
Ese templo numeroso claudicó
pero quedan donativos táctiles,
quijotes que no se castran.
© Pérez Ginferrer
¡Gin!, afila el cálamo
ResponderEliminarEn definitiva: si a usted le gusta la poesía, lea este libro y rápidamente dejará de gustarle.
ResponderEliminarSi la lectura de este libro (que no he leído), o de cualquier otro, puede hacer que a una persona deje de gustarle la poesía, es que o no le gustaba demasiado, o el suyo era un gusto muy superficial.
EliminarNo confundamos la poesía con los poetas.
ResponderEliminarYo nunca he comprendido el prestigio de Valente como poeta. Para mí es el peor de todo el grupo (y Claudio Rodríguez el mejor, muy por delante de todos los demás). Hace unos meses releí su antología "Punto cero" y no encontré ni un solo poema memorable. Lo que sí encontré fueron muchos versos muy mediocres y algunos francamente ridículos. Nunca he sabido de dónde le viene la fama de poeta al orensano. Tras haber leído esta crítica sobre su correspondencia empiezo a comprender el origen del malentendido.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Pienso lo mismo
EliminarSobre esa generación, en la que todo el mundo bebía mucho salvo... Valente:
ResponderEliminar"Los santos bebedores"
http://elcultural.com/blogs/a-la-intemperie/2018/02/14/los-santos-bebedores/
José Ángel Valente es uno de los poetas más destacados de su tiempo, y de cualquier tiempo. Esto no quiere decir que deba interesar a todos los lectores de poesía.
ResponderEliminarNo, Valente no es en absoluto "uno de los poetas más destacados [...] de cualquier tiempo." No encuentro ahora mi ejemplar de "Punto cero" para citar versos ridículos, pero sí otra de sus antologías, "Entrada en materia" (Cátedra), en la que tengo señalados versos discutibles, como por ejemplo "Ahora entramos en la penetración" o el "poema" entero en una sola frase: "Las obras completas del ilustre vate transpiran desde el lomo en sucedáneo de piel más honorable hedor de gloria". ¿Dónde estará la poesía ahí dentro? ¿O en estas dos líneas que cierran un poema: "La poesía ha de tener por fin la verdad práctica. / Su misión es difícil."?
EliminarEn cualquier caso, para mí es usted bastante mejor poeta que Valente.
Inasequible al desaliento el bueno de Mastropiero. Cualquier día nos demuestra que Dante no era un buen poeta citándonos unos versos suyos sacados de contexto. O Quevedo. O cualquier poeta.
EliminarQue diga que no le gusta o que no le interesa y a otra cosa, mariposa.