Las caídas de Alejandría
Luis Antonio de
Villena
Pre-Textos. Valencia,
2019.
Aunque hable mucho de escritores, sobre todo de poetas, no
haríamos demasiada justicia al último tomo de las memorias de Luis Antonio de
Villena, Las caídas de Alejandría, si
lo juzgamos como obra literaria. Escrito descuidadamente –más que escrito
parece transcrito de una grabación–, necesitado de una revisión editorial que
evite anacolutos, confusos hipérbatos y repeticiones, su interés mayor es el
documental.
Decía
Somerset Maugham que es habitual que un caballero, después de los sesenta años,
tenga vida sexual, pero que no resulta correcto que hable de ella. Luis Antonio
de Villena no es de esa opinión y buena parte de este nutrido volumen memorialístico
se dedica a referirnos, con pelos y señales, nunca mejor dicho, su vida sexual.
No entraré yo en detalles. Simplemente diré que quienes combaten la prostitución
por degradar a las mujeres, pueden constatar que también existe la prostitución
masculina. El lugar de aprovisionamiento del autor fue primero un local
madrileño, a cuya desaparición dedica un elegíaco capítulo, y luego las páginas
de contacto de Internet. Jóvenes inmigrantes, a menudo sin papeles, primero
marroquíes o de los antiguos países del Este, sudamericanos después,
protagonizaron sus venales aventuras. El más extenso capítulo del libro, “El
rumor y el calor de Colombia”, se dedica a contarnos con detalles que no serán
del agrado de todos los lectores sus visitas como turista sexual a ese país.
No menor
interés documental tiene lo que nos revela sobre los entresijos de unaa vida
literaria basada en el intercambio de favores. El autor no calla ninguno de los
favores que concede (ni siquiera se olvida de que invitó muchas veces a cenar a
Ana Rossetti cuando estaba necesitada de dinero) y se queja de la ingratitud de
sus favorecidos. Especial importancia parece concederle a su influencia en el
jurado del Loewe. Hizo que invitaran a Darío Jaramillo, por ejemplo, y luego
cuando quiso ir a Colombia para encontrarse con alguien conocido por Internet
le pidió que le buscara algunas conferencias para que el viaje le saliera
gratis. Darío Jaramillo, que ocupaba un importante cargo institucional en aquel
país, así lo hizo, pero antes de que se concretara esa invitación resulta que
dejó de formar parte del jurado del Loewe (Villena afirma que no fue por culpa
suya) y ahí se acabó todo. De esos ilustrativos “do ut des” está lleno un libro
que confirma que la labor crítica del autor –antólogo y reseñista en diversos
medios– no siempre estaba basada en
criterios estrictamente literarios.
Para cierto
público, no para el público en general, el capítulo que resultará más
suculentamente morboso lleva el título de “Los amigos algo jóvenes o más jóvenes”.
En él se ocupa de los poetas con los que tuvo relación en sus años de antólogo
de la nueva poesía. Con encomiable sinceridad, nos da a entender que de esos
poetas no solo le interesaban los versos. Tuvo relaciones eróticas con algunos,
lo intentó con otros. De varios se siente resentido porque no mostraron la
suficiente gratitud. Me imagino que todos los que aparecieron en sus antologías,
desde Postnovísimos hasta La inteligencia y el hacha, hojearán con
temor estas memorias para comprobar lo que dice de ellos. Porque el autor no
solo habla sin pudor de su propia vida sexual, sino también de la de los demás,
aunque lo que cuente sean solo rumores.
En este
libro lleno de nombres, tan propicio para el análisis sociológico (el autor
representa un tipo de vida ya por fortuna desaparecido) y psiconoalítico (hace
fotos a un joven amante engalanado con unas ricas telas que fueron de su
madre), tan profuso en cotilleos, se practica la damnatio memoriae contra quienes el autor considera que “le
fallaron vilmente, cuando no se fallaron a sí mismos, desde la más soez y
plebeya ambición dañina”. Visto lo visto, esas personas nunca se lo
agradeceremos bastante.
Este tercer
tomo de las memorias lleva el subtítulo de “Los bárbaros y yo”. El autor se
considera casi como el último romano antes de la llegada de los bárbaros,
porque según él vivimos en una etapa de decadencia donde la cultura está a punto
de desaparecer. El capítulo final constituye una vehemente diatriba contra esa
decadencia que al parecer comenzó (no podemos menos de sonreír) cuando llegó la
crisis, los periódicos le pagaron menos y las instituciones oficiales –el
instituto Cervantes en primer lugar– dejaron de invitarle a divertidas giras
por esos mundos.
Es difícil
tomarse en serio las consideraciones políticas de Luis Antonio de Villena.
Añora, frente al actual “reino de la gentuza”, los buenos tiempos de Felipe
González y José María Aznar. Confunde su situación personal con la de la
civilización contemporánea, pero ello no sorprende demasiado en quien nunca se
caracterizó, como articulista y ensayista, por el rigor conceptual.
Un editor
avisado pondría al volumen una faja que dijera: “Si quiere usted saber quién se
acuesta con quién en la poesía española, no deje de leer este libro”. Pero
exageraría, sin duda. Donde no parece faltar ni uno es en el catálogo de
compañeros sexuales del autor y de todos ellos y de sus encuentros con ellos nos
hace saber detalles que quizá podría haberse ahorrado.
Pues vaya bazofia, ¿no?
ResponderEliminarUna creía que no podía caerse tan bajo. Pero... sí se puede.
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarACCIDENTE
ResponderEliminarEn cama, en coma, soñaba vida. Despertó —su cuerpo envejecido, por fortuna. Cabezas vagamente conocidas míranle. “¿Cuál es la próxima parada?”, débil susurra.
En cuatro sílabas: DE LEZ NA BLE
ResponderEliminarO sea , que el autor une a su condición de mal escritor la de mala persona. No es para estar orgulloso. Tampoco sé por qué una editorial de prestigio publica esa cosa, si al final es la literatura quien sale perdiendo.
ResponderEliminar¿Mal escritor? Lei creo que su primer libro ("Las culturas del Underground" o algo así) y me pareció un refrito escolar. Pero sus primeros libros de poemas, aunque muy cavafianos, creo que son notables. Ahora, su prosa me parece insufrible
EliminarA mí personalmente las historias del bajo vientre me aburren.
EliminarY más cuando se menciona lo escatológico y lo lúbrico sin ningún pudor.
Fue un notable escritor. Yo comenté y elogié sus primeros libros y le incluí en mis antologías. Pero el tiempo no ha sido benévolo con él. Pero los editores de Pre-Textos (viejos amigos, editores suyos desde hace muchos años) quizá piensen otra cosa. ¿Mala persona? No diría yo eso, sino que su sensibilidad moral no ha evolucionado, la de hoy no es la de los tiempos de la Movida.
ResponderEliminarEs un gran poeta. Como persona, no lo conozco mucho, pero me parece cordial y correcto.
EliminarMe gustaría que más frecuentemente comentase libros buenos y recomendables. No creo que todo lo que se publica actualmente sea tan rematadamente malo.
ResponderEliminarEn todas las épocas y por todas partes, el 99 % de lo que se publica es rematadamente malo. Por eso cae rápidamente en el olvido. Si la Posteridad retiene el 1 % de la literatura publicada ya podemos darnos por satisfechos.
EliminarUn escritor como Villena, por ejemplo, unos días después de su muerte, comenzará a entrar en el olvido, del que no volverá a salir jamás.
Este no es un lugar para recomendar libros a ningún lector. Para eso, mejor preguntar a ciertos libreros o bibliotecarios conocidos. Aquí se analizan críticamente libros, por lo general de autores conocidos o muy promocionados. Y que cada lector juzgue si le interesa acercarse a él o no. El buen lector es el que lee lo que vale la pena y el que rechaza lo que no merece la pena leer sin necesidad de leerlo.
ResponderEliminar