Resumiendo
(Antología 2000-2020)
Jesús Beades
Númenor. Sevilla,
2021.
Siempre ha habido dos tipos de poesía, aparte de la buena y
la mala: la poesía que, se entienda o no, seduce de inmediato como una canción
y la que nos deja indiferentes o nos plantea un enigma a resolver. La primera
no necesita intermediarios; la segunda, no es nada sin ellos. Verlaine y
Mallarme o Aurora Luque y Olvido García-Valdés, para ceñirnos a la poesía
española actual, pueden servir de ejemplo de cada una de esas direcciones
básicas. Y no importa que tanto en Verlaine como en Aurora Luque haya
abundantes referencias culturales: no son barrera, sino puente para acercar la
emoción del poeta al lector.
Jesús
Beades pertenece, muy claramente al primer grupo. Es también cantante –como
Sabina o Marwán, aunque de muy otro estilo--, pero sus poemas no están hechos
para ser puestos en música, ya llevan su música incorporada.
Nacido en
Sevilla en 1978, publicó su primer libro, Tierra firme, en 2000. Ahora,
veinte años y varios títulos después, antologa su obra con el preciso título de
Resumiendo. Inicia la antología una “Nota del autor” que no es tal, sino
un poema en los pareados alejandrinos que hizo famosos Manuel Machado con sus
autorretratos: “He llegado a la edad de ser antologado, / pues ya tengo canas,
hijos y estoy hipotecado…”. Con humor, buen humor, lucidez y algún ripio,
resume el poeta su trayectoria vital.
El humor se
acentúa en los poemas inéditos finales, como “Desamor en los tiempos del
Facebook” o “Selfie”, donde parafrasea, parodia y homenajea –no es el primero
en hacerlo-- el famoso “Retrato” machadiano:
“Mi infancia son recuerdos de un sándwich de Nocilla / y un álbum de los
Gremlins en una tarde eterna…”
Todos los
poetas tienen sus maestros, más patentes en los primeros versos, pero unos poetas
cuando publican tratan de ocultarlos, sobre todo si son maestros cercanos (es
el caso de Cernuda con Guillén), mientras que otros, como Jesús Beades, los
proclaman con orgullosa devoción. En la “Nota del autor”, leemos: “fue mi sueño
/ escribir como cierto cascarrabias gallego / del que dicen que soy un acólito”.
Ese
“cascarrabias gallego” es Miguel d’Ors, maestro no solo de Beades, sino del
grupo de poetas –excelentes poetas la mayoría-- agrupados en torno a la revista
Númenor y caracterizados por un confesionalismo católico no demasiado
frecuente en la poesía española actual.
La huella de Miguel d’Ors resulta
muy explícita en uno de los poemas que se seleccionan del primer libro, “Mi
tiempo”, un aplicado ejercicio de enumeración y contraste que resulta quizá
prescindible, y en el “Poema sin título para un atardecer”, donde se menciona a
otro de los maestros, Eloy Sánchez Rosillo. El trío queda completo con Julio
Martínez Mesanza, otro poeta de ideología militantemente conservadora, al que
se dedica “Si supiera”.
Pero la
poesía de Jesús Beades tiene una vitalidad, un desparpajo y una gracia que lo
diferencia de inmediato de esos maestros. Hábil versificador, maestro de la
emoción contagiosa, de la imagen precisa (“Tu adiós sonó como un disparo / que
dispersa palomas por un cielo sin nadie”), a Beades no le importa bordear el
tópico ni recurrir a una imaginería y a unos procedimientos –“Maneras de
amanecer en Lisboa”, por ejemplo-- ya
muy frecuentados por los poetas de los ochenta.
Su segundo
libro, Centinelas (2002), continúa los aciertos –y quizá los desaciertos--
del primero. La ciudad dormida (2005) intenta un tipo de poesía menos
anecdótico, con mayor ambición conceptual. Viene luego un largo período de
silencio. Parecía que Beades iba a ser uno de esos efímeros cometas juveniles
que solo brillan un momento. Regresa más de una década después con Tibidabo
10, que aborda un tema en resulta fácil,
casi inevitable, incurrir en la falacia patética: la muerte del padre. Manrique
puso el listón muy alto. Abundan los poetas a los que acompañamos en el
sentimiento, pero que no han conseguido convertir su dolor privado —con el que
resulta fácil identificarse-- en poesía. A Jesús Beades, los ojos empañados de
lágrimas no hacen que le tiemble el pulso a la hora de poner en verso claro una
emoción que, sin dejar de ser solo suya (ayuda a ello la abundancia de
referencias realistas, casi costumbristas), se hace universal.
En los
poemas inéditos que completan el volumen hay un poema particularmente memorable,
“Ángel y Heráclito”, donde el heraclitano río del tiempo –nadie se baña dos
veces en el mismo río-- se ejemplifica de una manera en la que todos los que
han acompañado a un niño en su crecimiento se reconocen, nos reconocemos, pero que nadie ha sabido expresar con tanta
emoción y verdad.
Hay dos
clases de poetas, decía al principio. Hay otra más: la del poeta cordial, la
del poeta que parece abrazar en cada verso y buscar en la poesía “hogar, coraza
y nido”. Jesús Beades pertenece a ella. Es difícil leerle y no sentir que hemos
encontrado un amigo para los momentos buenos y para los momentos malos.
Me das una alegría, José Luis amigo, y al mismo tiempo una magnífica clase, condesada y certera. Entregas como esta me llevan a leerte cada vez que publicas un hepdomadario (Café Arcadia), aunque algunos me interesen menos y haya otros que incluso me duelen. En Crisis de papel, siempre me interesas, pero prefiero las ocasiones, como esta, en que, con razones claras, ayudas a descubrir a poetas contemporáneos de valía. Sólo por ese motivo siento la necesidad de ir en tu busca y no sólo los sábados. Gracias a ti y gracias también a cuantos se unen a ti con ese mismo propósito. Abrazos.
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ResponderEliminarInasequible al desaliento este buen Pablo de P.
ResponderEliminarPodríamos dedicarnos a deducir qué persona es, parece un japonés rabiado.
ResponderEliminar¿Por qué repites? Tranquilo, Pablo.
Tengo otras cosas que hacer.
Victor Menéndez
¿Será Pablo de P. un seudónimo de García Martín?
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EliminarLo bueno de P de P es que ponga aquí poemas completos del libro. Se le agradece. ¿Es un personaje de JLGM? Puede ser, todo puede ser.
EliminarSi Pablo de P. fuese JLGM, sus juicios corresponderían, palabra por palabra y descalificación por descalificación, a los de Pablo de P. Puesto que ellos son la Verdad (con mayúscula), y su emisor, el propietario exclusivo, y excluyente, de ella.
EliminarQué ganas de perder el tiempo tienen algunas personas.
ResponderEliminarFrancisco Caro es intuición certera. Desdoblarse no es ningún mal vicioso, permite decir de forma cubista, desde distinta perspectiva. Y no volverse loco. Es un signo de inteligencia. Lo sería más si no fuera tan evidente. Y a veces tan pueril.
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EliminarQué ganas de hacer el ridículo, Ícaro. Esto no es un hilo de Twiter.
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ResponderEliminarDeclaro por mi conciencia y honor que me llamo Francisco Caro Sierra, que en la firma de blogger sale mi inicial y mi apellido bajo la forma fcaro, que me identifica claramente. No hay desdoble, amigos (o amigo, como prefiera). Ni doble, ni triple, ni cuádruple. Usted me entiende. ¿Qué se espera de mi inteligencia? pregunta el replicante ante la ausencia de respuesta al original. Apunten ustedes: Na, que es la mitad de nada. Lo que único que sé es que estamos muy solos. Unos más que otros, claro. Y sepan que no me conformo si no me responden todos vosotros ustedes con sus identidades. Y pronto. Y por orden. (Por cierto, qué dirá el señor Beades de toda esta tontería en su entrada).
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