Es capital todo lo
que fluye
María García Díaz
Traducción de Xaime
Martínez
Ultramarinos.
Barcelona, 2021.
¿Qué hay de nuevo en poesía?, se preguntan cada cierto
tiempo los lectores y los críticos. Han pasado ya más de dos décadas desde que
comenzó el siglo XXI, ¿dónde están los poetas que han sucedido a los que se
dieron a conocer a finales del siglo anterior, los últimos que parecen haber
entrado a formar parte de la historia de la poesía española? ¿Quiénes son los
sucesores, en prestigio e influencia, de un Luis Alberto de Cuenca, un Luis
García Montero, un Felipe Benítez Reyes?. Hay, sí, epígonos, abundantes
epígonos, algunos de indudable talento, pero no se ha vuelto a dar el caso de
poetas que aúnen amplia difusión y aceptación crítica.
En el siglo XXI, hemos asistido a
un fenómeno en cierto modo semejante al que se da entre la música pop y la
música culta: hay por un lado una poesía que se difunde primero en las redes
sociales y en lecturas públicas y que, cuando se recopila en libro, alcanza
tiradas hasta ahora desconocida en la edición poética; hay, por otro, una
poesía que gana premios, algunos de cierta resonancia mediática, pero por lo
general cada vez más ignorados y desprestigiados, y que es alabada por críticos
afines, por poetas amigos, por estudiosos académicos, e ignoraba por los
lectores. Elvira Sastre, que ya ha dado el salto a las editoriales de
prestigio, o el cantautor Marwan pueden ser ejemplo de lo primero. María García
Díaz, que acaba de publicar su cuarto libro, en versión bilingüe, asturiano y
castellano, de lo segundo.
Es
capital todo lo que fluye lleva un prólogo, de cierta ambición teórica,firmado
por Unai Velasco, quien aspira a caracterizar a caracterizar a la autora como
representativa de una segunda hornada generacional que sucedería a los poetas
“que publicaron sus primeros libros durante la década de 2010 (nacidos en los
años 80 y principios de los 90). Antes abría otra generación, la del 2000
(nacidos en los 70), Cita muchos nombres de esas dos o tres generaciones Unai
Velasco, pero ninguno que destaque sobre el conjunto y las características
comunes que los encuentra (unos respiraron “el aire de la Posmodernidad”, otros
han crecido advertidos “por la resaca del Posestructuralismo”) son de una gran vaguedad
conceptual, lo que las convierte en inoperantes. Se han publicado innumerables
antologías de la poesía joven en estas últimas décadas, pero ninguna ha servido
para cribar nombres, establecer un canon.
María
García Díaz, nacida en 1992, violinista y estudiosa de la física cuántica, vale
quizá más por lo que representa que por sus logros poéticos, al menos hasta el
momento. Su cuarto libro de poemas está escrito en asturiano y se publica en
Barcelona acompañado de la versión castellana de otro poeta, Xaime Martínez.
Está escrito en asturiano, pero no hay ninguna referencia a la tradición
poética en esa lengua, tampoco a la tradición española. Abundan las citas, casi
todas en inglés, pero en español solo se cita al poco conocido y coetáneo Miguel
Rual. Los dos rasgos más evidentes de un sector importante de los nuevos poetas
parecen ser el volver la espalda a la tradición literaria española (su lengua
de cultura es, en buena medida, el inglés) y un cierto carácter gremial que los
lleva a leerse y citarse unos a otros, ajenos al común de los lectores.
Unai Velasco
relaciona ciertas características de la poesía de María García Díaz, como su
escritura “narrativamente expoliada”, su estar “a medio camino entre la
segmentación cinematográfica y la jugosidad de una observación cuasi
microscópica” ,con su dedicación al campo de la física cuántica. Pero ya
sabemos que la física cuántica –la física que estudia las partículas
elementales: electrones, protones, neutrones, quarks, fotones-- se ha utilizado
para justificar muchos disparates: los viajes en el tiempo, los universos
paralelos, el poder estar en dos lugares a la vez, los gatos simultáneamente
vivos y muertos, y también una presunta literatura cuántica que tiene tanto que
ver con ella como cualquiera de esos populares disparates.
La estética
de María García Díaz es la del fragmento, la ruptura sintáctica, la elusión del
referente. No siempre consigue escamotear del todo al lector aquello a lo que
se refiere. Uno de los poemas vuelve al tópico del menosprecio de corte y
alabanza de aldea: “Raspa el alba / los colores del gallo / envuelven el cuarto
fuera / y un cerebro inflamado / tiene que ir a cosechar el grano / tiene que
ir / a guardar la leche / dónde la impostura / entre el pasto, entre las
lilas / entre el abono tierno / dónde la impostura / bajo la luz
incisiva / dime dónde el simulacro”. En otro (“Homo faber”), encontramos
una descripción del arte del lutier. Hay también una enumeración de las
restricciones tradicionalmente femeninas
(“No subas / a la mimosa, no manches / los náuticos, / no huelas a
regla...”) y algún eco de Safo entremezclado con la poesía oriental: “Si las
dos / tenemos sed / vamos a acercarnos al río / vamos a chapotear junto a los
lotos / vamos a dialogar / bajo las ramas del sauce”
Pero
lo más frecuente es que unas veces no entendamos muy bien de qué está hablando
(toda la serie que da título al libro) y otras nos lo aclara el título
(Palermo, una fotografía de Richard Learoyd), pero no nos interesa demasiado lo
que nos dice. La mejor María García Díaz es la menos crípticamente pretenciosa:
“Tantas veces se dijo / una habitación propia; / yo diría también
el glacial viento / de la mar Cantábrica: despeja la cabeza, / esparce las
algas, / crea un hogar apropiado / en el cuerpo propio”.
A los
poetas que no están anclados en la tradición se los suele llevar el viento.
Bien es cierto que cada poeta verdadero crea su propia tradición y a veces
tardamos en reconocerla.
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EliminarAmigo Floriano, modera las formas que esto no es el congreso de los diputados. Retira la última fase por favor.
Eliminar"Dialecto".
EliminarCríptico comentario.
Eliminar"Que prefieren escribir en un dialecto", critica Agustín Robles. Lamentable desconocer a estas alturas que el asturiano es una lengua.
EliminarY que el español o castellano no es más que un dialecto del latín.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo había yo visto esto tampoco. El comentario lo borré porque me lo pidió amablemente Martín. Pero desde luego, sí que eres, visto lo escrito, en efecto, más tonto que un haz de manzanillones. Eso y que tienes muchas ganas de cumplir tus sueños. Ánimo, fenómeno.
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