1922
Antonio Rivero
Taravillo
Pre-Textos. Valencia, 2022.
Hace ahora un siglo, en 1922, ocurrieron acontecimientos
importantes en la historia de la literatura, como no han dejado de recordarnos
las páginas culturales de los periódicos, que viven en gran parte de esas
efemérides. Entre ellos, el más importante, el que está en la memoria de todos,
la publicación del Ulises, esa novela de James Joyce que al parecer
cambió la historia de la novela, aunque la mayoría de los lectores de novelas
ni se enterara. Algo similar se dice de un poema, La tierra baldía, de
T. S. Eliot, que también marcaría un antes y un después en la poesía y que
sigue siendo muy citado —algunos
de sus versos se han convertido en proverbio: “Abril es el mes más cruel”—,
aunque quizá no más leído que la celebérrima novela.
Ocurrieron muchas cosas en ese annus
mirabilis y Antonio Rivero Taravilllo, traductor, poeta, ensayista, autor
de impactantes libros de viaje, parece querer contárnoslas todas. “Menos es
más”, afirma la famosa frase atribuida a Mies Van der Rohe. Quizá no siempre
sea así, pero de lo que no cabe duda es de que “más es menos” con frecuencia.
Rivero Taravillo, laborioso, estudioso, hombre de letras ejemplar, parece
saberlo todo de ese período de la historia literaria —y no solo: se habla de
pintura, escultura, del arte en general—
europea. Pero recrear ese mundo ante los lectores no es solo cuestión de
encontrar el estilo adecuado, divulgativo sin trivialización, preciso sin
pedantería: es necesario seleccionar y dar con el punto de vista que evite la
dispersión.
La selección de acontecimientos,
junto a la vocación enciclopédica, da una impresión de cierta gratuidad. ¿Qué
pinta Pessoa en esta crónica de americanos en París que dieron un golpe de
timón en la historia literaria del mundo? Uno de los capítulos del libro —“Muchas
voces”— nos lo presenta de vuelta en A
Brasileira, su café favorito, que acaba de ser reformado. Aprovecha Rivero
Taravillo para relacionar a Pessoa con Eliot, para informarnos de que unas
líneas suyas mencionan el Ulises y para hacer un poco de literatura:
“Cuando por fin Pessoa, Caeiro, Soares y
los demás abandonan el café, cada uno, que sabe lo que ha consumido,
paga religiosamente a escote”. El capítulo siguiente nos habla de Cavafis
tomando como pretexto que, en 1922, se jubila “de su puesto a tiempo parcial en
un negociado de irrigación del Departamento de Obras Públicas”. No deja de
informarnos de los poemas que escribió ese año ni de que algún tiempo después
una traducción de “Ítaca” (se reproduce la versión española del poema) se
publicará en The Criterion, la famosa revista dirigida por Eliot.
No hay selección, sino acumulación,
en este acopio de informaciones sobre autores que son también personajes y
están rodeados de anécdotas. Eliot pedirá colaboración para su revista a Juan
Marichalar, “influyente hombre de letras colaborador de El Sol y la Revista
de Occidente”, y el narrador de esta crónica con elementos de ficción nos
precisará que “Marichalar le envía un ejemplar de Índice, la pulquérrima
revista de Juan Ramón Jiménez, y publicará en el tercer número de The
Criterion, ya en octubre, un artículo sobre literatura española
contemporánea y, posteriormente, una colaboración regular titulada a veces
‘Carta de Madrid’ y en otras ocasiones ‘Carta de España’. Están de moda esas
epístolas informativas de la actualidad artística y literaria: las despacharán
Pound sobre París y el mismo Tom desde Londres”. ¿Quién nos cuenta estas cosas?
¿Quién nos refiere a continuación que “Índice es una revista que Jiménez
mima con todo cuidado y tienen que sortear las dificultades de la imprenta y de
algún colaborador, como cuando a última hora ha tenido que despachar una
ilustración que le ha parecido en extremo fea”? El propio Rivero Taravillo, sin
duda, en su papel de bien informado divulgador cultural. Por cierto, se le
olvida aludir a que el primer trabajo importante en español sobre el Ulises,
“James Joyce en su laberinto” se publica en Revista de Occidente.
Lo firma Antonio Marichalar y es una espléndida pieza literaria, no solo
crítica, con ese novelero comienzo en que una dama aristocrática dama llega en
su Rolls a Shakespeare and Company a adquirir el libro del que todos hablan. Lo
recoge en Mentira desnuda (1933), esa obra maestra del ensayismo de
vanguardia.
Pero por el último capítulo, “Adieu”, nos enteramos de que
no es lo que parece, de que el libro tiene un narrador de ficción. “Dos
amigos”, otro de los capítulos de 1922, comienza así: “Charles es el
mejor amigo de Pierre. Ambos proceden de Burdeos, donde se conocieron de niños,
y ahora viven en París en la misma pensión pero llevando vidas muy distintas
una de la otra. Alto, enjuto, con cabellera crespa e ígnea, Charles estudia
letras en la Sorbona o al menos está matriculado. Pierre, que nunca ha podido
estudiar aunque lee todo lo que su trabajo le permite, despacha coñac, absenta
y lo que se tercie en cafetuchos y, últimamente, en locales de mayor prosapia”.
Dos personajes de ficción que podían haber ayudado a convertir esta minuciosa
crónica en una novela basada en hechos reales. El narrador de este capítulo es
el narrador omnisciente decimonónico, pero resulta que al final nos enteramos
de que quien habla de sí mismo en tercera persona es el propio Charles, quien
tras una vida un tanto bohemia —robaba libros, le robó a Hemingway su famosa
maleta perdida llena de manuscritos— se hizo profesor. Lo que hemos leído —esa
crónica en tercera persona— es lo que le oyó contar a Pound y a otros,
rellenando los intersticios de la narración con lo que él mismo se puso a
investigar. Y ha escrito estas noticias de su juventud, ya jubilado, en un año
en que la juventud anda algo rebelde: 1968 (podía ser cualquier otro año, pero
a las revueltas de mayo se alude expresamente).
Todo ese capitulo final parece, y es, un inverosímil pegote
para dar coherencia a un material informativo y erudito, curioso y nada
desdeñable, pero algo indigesto tal como está, y que habría necesitado una nueva
cocción, un implacable Ezra Pound que actuara como editor.
Sobre este tema, bastante trillado, yo recomiendo "Shakespeare and Company", de Sylvia Beach, propietaria de la mítica librería.
ResponderEliminarLibrería, biblioteca (prestaba los libros) y editora, con la ayuda de Pound.
No sólo aparecen por allí los ilustres Hemingway, Joyce, Scott Fitzgerald, etc, sino otros no tan citados, como Ford Madox Ford, pero de igual interés.
Por supuesto también "París era una fiesta", de Hemingway.
Victor Menéndez
Víctor, Víctor, eso es hablar por hablar. El autor conoce esos libros y muchos otros de los que tú ni has oído hablar.
ResponderEliminarNo analizo leo y disfruto todo lo que leo
ResponderEliminarGood morning desde Miami
te deseo un dia lindo y feliz
Lo supongo, Martín, eruditos habrá.
ResponderEliminarLo que no sé es que pinta Pessoa en esa fiesta, sino es que haya escrito una reseña sobre el Ulysses. Como tantos.
Victor Menéndez