martes, 25 de junio de 2024

Benet y el síndrome de Diógenes

 

El plural es una lata
Biografía de Juan Benet
J. Benito Fernández
Renacimiento. Sevilla, 2024.

El autor de esta primera biografía de Juan Benet tiene una de las principales cualidades necesarias para ser un buen biógrafo, pero le falta otra, no menos esencial. Recopila con minuciosidad, y sin importarle el tiempo que dedica a ello, toda la información posible, pero luego no parece saber qué hacer con ella, salvo acumularla por orden cronológico sin discriminar lo importante de lo trivial.

Es un biógrafo con síndrome de Diógenes. Si por él fuera, nos enumeraría todas las veces que Juan Benet comió fuera de casa, en qué restaurante lo hizo y quiénes fueron sus acompañantes. “Cena con Sarrión y Chamorro con la consecuente cogorza ciclópea”, nos dice a propósito del 17 de enero de 1977.

            No distingue J. Benito Fernández entre los datos contrastados de interés y los chismes que le cuentan, algunos de los cuáles no solo afectan al biografiado, sino también a terceras personas. A propósito de la infidelidad de su segunda mujer (las relaciones amorosas de Benet fueron múltiples –“esposas de diplomáticos, periodistas, escritoras, actrices, secretarias, profesoras, camareras, ociosas de apellidos célebres”, enumera el biógrafo, pero solo se casó dos veces), escribe: “Blanca tuvo dos encuentros con Calasso en un hotel de Madrid, uno en Estambul, otro en París, un último en Milán cuando la poeta salió de su domicilio para ir a verle”. Dejemos de lado la enigmática frase final (¿es que en los otros encuentros no salió de su domicilio?), pero ¿cómo puede el biógrafo conocer la cuenta exacta de citas y lugares? Al parecer, se lo contó una amiga de la esposa infiel, más que amiga detective privado.

            El plural es una lata no pretende ser una hagiografía y por eso abundan las anécdotas que no dejan a Benet en buen lugar. Estudiante de bachillerato, entabla amistad con Alberto Machimbarrena Romacho, perteneciente a una conocida familia donostiarra: “Juan y Alberto pronto llevan a cabo todo tipo de fechorías: mediante una colecta, entre ambos reúnen un dinero con el que pagar a un sicario para deshacerse de un seglar que les lleva cada jueves por el Paseo Nuevo, junto a la bahía. Tienen idea de arrojarlo al mar. Un pescador aceptó la misión y cobró una cantidad, pero cuando volvieron a pasar por allí el hombre de mar miró impasible al profesor, sin intentar la más mínima maniobra, con el consiguiente desengaño de los mozalbetes”. Ya madurito, en 1981, “chantajeaba a su madre para conseguir algún dinerillo”. Al parecer le decía que “si no le daba cinco mil pesetas, en breve sacaría un artículo en el periódico contra su primo Fernando Chueca Goitia”. En ninguno de estos dos casos se nos explicita la fuente de información, que podía ser tan poco precisa como la que también anónimamente le informó que, en 1958, cuando vivía en Oviedo, Benet “se hace cliente habitual de la librería Anticuaria, junto a los Jardines del Campillín”, una librería fundada, por cierto, en 1972. Y en otro orden de cosas, ¿en qué se basará para escribir que, en 1947, “no es extraño ver en las cunetas y en los caminos cadáveres de labradores desbaratados por las torturas”?

            Naturalmente, como no podía ser de otra manera, el aplicado Diógenes que es J. Benito Fernández ha recopilado múltiples datos de interés sobre Juan Benet --ingeniero, escritor, bon vivant-- y sobre la España que le tocó vivir. Quienes admiran a Juan Benet, no sé si encontrarán muchas razones para seguir admirándole, pero a quienes le detestan no les faltarán abundantes motivos para seguir haciéndolo. Aquí está su defensa de los campos de concentración a propósito de unas declaraciones de Solzhenitsyn en la televisión española de 1976, palabras no improvisadas, sino cuidadosamente redactadas en un artículo de la revista paradójicamente titulada Cuadernos para el Diálogo. El biógrafo apostilla: “muchos militantes de izquierda tienen su misma opinión”.

            Benet tiene “bufones fijos”, según señala el biógrafo, es impertinente con los periodistas, presentadores y autores presentados y a la vez tiene muy buenas relaciones con el poder, especialmente durante los años de gobierno socialista: el presidente del gobierno duerme alguna vez en su casa de campo y él comparte alojamiento veraniego con el presidente. Se pone a su servicio cuando la campaña del referéndum de la OTAN.

La empresa de la construcción de la que Benet era ingeniero y alto cargo realizaba obras en el extranjero y parece que, para conseguirlas, de vez en cuando recurrían al soborno. Como consecuencia, detuvieron en Argel a un delegado de la empresa: “Juan Benet se movilizó apresuradamente y pidió ayuda al ministro Javier Solana, quien le recomendó ver al vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, de muy buenas relaciones con los dirigentes del Frente de Liberación Nacional argelino”. Guerra le recibe de inmediato y le promete hacer todo lo posible para solucionar el asunto.

            El lector paciente encuentra muchos datos para la sociología de la época –a la vez cercana y tan remota-- junto a abundantes chismorreos, divertidos o sonrojantes, en esta biografía. “A Benet le adoraba Paco Rico, un mentiroso nato”, cuenta Germán Gullón. Una vez, en un curso de verano de la universidad de Salamanca, le dijo señalando a dos estudiantes: “Esas, este y yo las tenemos esta noche”. Y continúa Gullón: “El asunto de Rico con Benet es muy sencillo. Paco sacaba lo peor de Juan a relucir, su gilipollez”. No sé yo si afirmaciones semejantes merecen figurar en una biografía que se quiere seria y rigurosa.

            Los muchos datos de interés que esta biografía aporta –cartas, informes de censura, anotaciones de las agendas de Benet—quedan oscurecidos por informaciones pintorescas, no bien explicadas, como la peripecia de una doncella del escritor que asestó varias puñaladas a su novio, o fuera de lugar, como el encuentro de Pilar del Río con Saramago en un hotel de Lisboa.

            El párrafo final sintetiza todas las insuficiencias de este hercúleo y frustrado empeño biográfico: “El Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos celebra el 21 de enero un funeral y concierto a las seis y media en la iglesia de San Manuel y San Benito (Alcalá 83) en memoria de Juan Benet Goitia. Aunque de enorme influencia intelectual, Benet dejó escasa huella literaria –sería ridículo intentar imitarle--, pero sí discípulos. Solamente la gloria sobrevive a la muerte”. A un dato puntual, una ficha simplemente copiada, le sucede, sin siquiera un punto y aparte, un contradictorio intento de valoración de la figura de Benet (“enorme influencia intelectual “, “escasa huella literaria”) y una vacua frase. ¿Solo la gloria sobrevive a la muerte? Gracias al aplicado biógrafo, a Benet le han sobrevivido muchas anécdotas que bien merecerían el misericordioso olvido.



29 comentarios:

  1. Leer esta "Cárcel de papel" cada semana es deprimente. No por la cantidad de autores de una sorprendente mediocridad criticados por JLGM (en todas las épocas la mediocridad ha sido la norma) sino por la ausencia del trabajo de corrección de los editores españoles que denuncia con toda la razón del mundo. La pregunta que se hace uno cada jueves leyendo estas crónicas literarias es: ¿cómo es posible que en España haya tantos editores incapaces de corregir manuscritos, de impedir errores garrafales en ellos? ¿Por qué hay tantos editores que no hacen su trabajo de poda y reescritura de libros tan mal concebidos y tan mal escritos?

    El colmo fue el libro criticado la semana pasada ("Cuentahílos. Elogio del editante, de Santiago Hernández Zarauz. Trama Editorial. Madrid, 2024), en la que tanto el autor como su editor demostraban ignorar el significado de la palabra "gerundio", probando una vez más que España es, culturalmente, un país cada día más tercermundista.

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  2. Menudo elemento, Juan Benet. Yo lo tenía en la lista de autores a leer por haber escrito sobre Asturias en "Volverás a Region", como García Pavón en "Cerca de Oviedo", novelas que confieso no haber leído. De Benet empecé "Un viaje de invierno", no pasé de tres páginas.

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  3. Por lo que veo, por lo que leo, los comentarios (hasta el momento) hacen honor a tu reseña. O, al menos, están a tu altura.

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  4. Esta reseña tuya es "una joya". En concreto, un collar de "perlas"

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  5. " Dejemos de lado la enigmática frase final." ¿Enigmática? La frase en cuestión no tiene nada de enigmática, aunque comprendo que a ti te hubiera gustado que se diesen más detalles. Detalles de esos que tú dices que no se deben contar y que tú contarías al momento para probarlo.

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    1. Copio textualmente el párrafo aludido (p. 448): "Según Marta, Blanca tuvo dos encuentros con Calasso en un hotel de Madrid, uno en Estambul, otro en París y en un último (sic) en Milán, cuando la poeta salió de su domicilio para ir a verle". ¿No le extraña nada a Abelardo Linares la frase final? Cuando la poeta se encontró con Calasso en un hotel de Madrid, ¿no salió de su domicilio para ir a verle? Quizá el biógrafo quiere decir que salió para otra cosa y se lo encontró por casualidad. En cualquier caso, esa aclaración de que en Milán salió de su domicilio para ir a verle resulta un tanto enigmática. ¿Tenía la poeta casa en Milán y salió de ella para ir a ver a su amante en un hotel? Se supone que si alguien se encuentra con alguien en un hotel antes tiene que salir de casa, a no ser que, como Julio Camba, viva en el hotel.

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    2. El punto "domiciliario", en sí mismo, me parece muy poco interesante. En cualquier caso no es lo mismo ver a alguien porque coincides casualmente en la misma ciudad que ir a visitarle de modo especial, abandonando tu domicilio (supongo que conyugal). Como no es lo mismo verte con alguien aprovechando q

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    3. ... que estás a solas en tu ciudad o al menos en tu domicilio, que saber encontrar una excusa para abandonar tu domicilio estando tu pareja dentro. A eso de querer muchas explicaciones en estos temas se le le suele llamar "morbo". Lo curioso es que tú pareces ser un varón honesto, en el sentido prístino del término.

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    4. Ejem, ejem. Yo no quiero muchas explicaciones. Todo lo contrario. Esas palabras "cuando la poeta salió de su domicilio para ir a verle" rechinan dentro de la frase, no tienen ningún sentido. Eso es todo. Lo que una persona que todavía vive y merece todos los respetos hizo durante su matrimonio creo que no es asunto del que debamos hablar, a no ser que se dedique a contarlo públicamente, o dé su autorización para que se cuente.

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  6. Si el nada jesuítico, pero muy jesuita, Padre Ladrón de Guevara resucitase, ¡qué orgulloso estaría de su aplicado discípulo en cuestiones literarias y morales José Luis García Martín!

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    1. Sin comentarios. Que alguien esté orgulloso de mí, aunque sea el tal padre, no me molesta en absoluto.

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  7. Según tu, J. Benito no distingue entre "los datos contrastados de interés" y "los chismes". Obvia y clamorosamente tú sí. Lo curioso es que en tu crítica o reseña literaria, insisto LITERARIA, tú te aplicas, te dedicas, te entregas de forma exclusiva a "los chismes". Pero el chismoso es J. Benito. No cabe ápice de duda.

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    1. Yo no cuento ningún chisme, jamás lo he contado en ninguna reseña. Simplemente, he de citar algunos de los muchos que incluye el autor para qué quede claro lo que digo cuando hablo de que están de más en una biografía.

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    2. Dado que tu blog es gratis y el libro de pago, los chismes que tú no cuentas los van a terminar conociendo mucha más gente, gracias a ti, que la que se entere de ellos por el libro.

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    3. No todo lo gratis se difunde masivamente, Abelardo. Te sorprendería saber los pocos lectores que tienen mis reseñas en el blog: oscilan entre las quinientas y las mil quinientas entradas semanales. Y no te preocupes, no te quito compradores: lo que yo cito no es más que la centésima o milésima parte de las intimidades que cuenta Benito Fernández. Al interesado en esas cosas (hay gente para todo), le merece la pena pagar el precio del libro (y no solo por eso, claro).

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  8. Algunas reseñas tuyas no incluyen reparos. Pero son las menos. Suelen ser también las más desganadas y prescincibles. Tus reseñas más tuyas son aquellas, numerosísimas, en las que le haces el favor al editor, prologuista o editor literario de decirles (o de acusarles, si uno es malpensado) que, con su trabajo (como en este caso J. Benito y yo mismo), no le han hecho ningún favor al autor del que se ocupan.
    Por supuesto, tú sí.
    Siempre.
    No faltaría más.

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    1. Los juicios son siempre matizados. Lo que está claro es que el editor no le ha hecho mucho favor al biógrafo al publicarle su reseña sin hacerle antes algunas (bastantes) sugerencias, de detalle y metodológicas.

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    2. Errata: dice su "reseña" debe decir "su biografía de Benet".

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    3. Tú jamás has escuchado, ni escuchas , ni escucharás "sugerencias de detalle y metodológicas" a la hora de publicar tus innumerables e innumerados diarios. Diarios que publicas (o te publico) sin enmendar nunca una coma de la versión periodística.
      Solo puedo decirte: ¡Qué grande eres!

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    4. Te sorprendería saber la cantidad de lapsus y erratas que corrijo gracias a la amabilidad de los lectores del blog. Para mí, adelantar el diario cada semana en Internet cumple la misma función que para Plantinus colgar las galeradas de sus libros a la entrada de su imprenta en Amberes y pagar una pequeña cantidad a cada transeúnte que encontrara una errata. Yo agradezco mucho todas las correcciones, aunque no todas las tenga en cuenta (algunas no son tales, sino lecturas inadecuadas).

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  9. Los comentarios que se escriben en tu blog (espero que también los míos, por supuesto) son tu mejor espejo.

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    1. Y no salgo muy favorecido en la mayoría de los casos (no lo digo por ti ni por Pablo Morales). ¡Hay que ver qué lectores tiene uno! Habrá que confiar en que no son representativos.

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    2. Por lo que veo, en el caso del señor Morales, te has caído del burro, como le pasó a Saulo.Terminaréis siendo tal para cuál.

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    3. ¿Tus lectores no son representativos de tus lectores o no son representativos de los lectores en general? Eso es un drama dentro de un lío.

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    4. Espero que no sean representativos los comentarios de los lectores que tengo. Confío en que los buenos lectores, que seguro que los hay, no tengan en general la costumbre de poner comentarios.

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  10. Dos cosas. Primera, el libro de J. Benito es la primera biografía de Juan Benet, no la última, tras una infinidad de ellas. Tiene por tanto todo el derecho a contar lo que mejor le parezca como mejor le parezca.
    Segunda, esta biografía de Juan Benet es de J. Benito. Seguro que tú la harías muchísimo mejor, pero tendrías que ponerte a ello.
    Los lectores de tu blog estamos estremecidos ante la inmensa cantidad de libros que serían infinitamente mejores si los hubieras escrito tú.

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  11. Vaya sofisma, querido amigo (me parece que es uno de tus géneros literarios preferidos). El que cualquier obra literaria pase por las manos de un buen editor antes de llegar al público o vaya directamente a la imprenta según el manuscrito del autor supone alguna diferencia y es lo que hace que el trabajo de Francisco Rico, Jaume Valcorba o tuyo tenga algún sentido (en caso contrario, bastaría la autoedición en Amazon). El trabajo ímprobo de Benito Fernández habría ganado mucho si hubiera pasado antes por las manos expertas de un buen editor (en los varios sentidos de la palabra: también el de asesor que indica lo que falta, lo que sobra y cómo organizar el material). No sé si será cierto. Pero te lo cuento como él me lo contó: Fernando Ortiz no podía haber escrito los poemas de tu primer libro, pero lo mejoró mucho corrigiéndolo verso a verso.
    Hay quien no puede (o no quiere) escribir un libro determinado, pero puede ayudar a mejorar los que han escrito otros. Se llama editor (seguro que tú has mejorado muchos de los libros que editas), se llama crítico literario, se llama a veces solo buen amigo.

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  12. Ah, se olvidaba. La biografía que ha publicado Benito Fernández es la última (no la primera) de Benet. La primera la publicó Francisco García Pérez el año 1998 en Alfaguara ("Una meditación sobre Juan Bener"). Ahí está lo fundamental del personaje y de su obra.

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