domingo, 28 de agosto de 2016

Menard y Millás, sinrazones para no leer, sinrazones para leer


20 buenísimas razones para no leer nunca más
Pierre Menard
Traducción de Palmira Feixas
Ilustraciones de Ana Flecha Marco
Los libros del lince. Barcelona, 2016

El título de este desenfadado panfleto de Pierre Menard (el nombre no parece ser un pseudónimo borgiano) anuncia veinte buenas razones para no leer. Se ofrecen algunas más, pero ninguna, no ya buena (y las hay, sobre todo para no leer a determinados autores), sino medianamente razonable.
            “Los lectores mienten” se titula uno de los capítulos. Tras resumir la historia del traje del emperador que tan admirablemente nos contaron don Juan Manuel, Cervantes y Andersen, continúa: “Los escritores, los libreros y los editores, todos ellos hábiles sastres, alaban la belleza de lo que venden. Pero ¿cómo podría ser desinteresada su opinión, teniendo en cuenta que se ganan la vida precisamente vendiéndonos sus mercancías? Da igual. Los ingenuos no quieren que los tomen por tontos. Se precipitan a la librería o la biblioteca y luego se ponen a leer, convencidos de que los paralepípedos de papel son fragmentos de inteligencia y de belleza. Ya es hora de abrirles los ojos”.
            ¿Pero en qué mundo vive Pierre Menard? ¿En qué país los lectores se precipitan a la librería nada más escuchar al autor elogiar su obra? Las razones de Pierre Menard (al parecer un joven francés de poco más de veinte años que trabaja en una consultoría de negocios) insultan a menudo la inteligencia de sus lectores, sin que el tono humorístico le sirva de excusa. “Leer mata” titula uno de los capítulos y lo ejemplifica con que García Lorca fue fusilado. Y si no logran que sus libros los maten (para Pierre Menard, en esto muy borgiano, lector y escritor son lo mismo), se suicidan: “Primo Levi se tiró por el hueco de la escalera”. ¿Por leer, por escribir?
            No ayuda demasiado al interés del libro la traducción de Palmira Feixas, que trata de adaptarlo añadiéndole referencias a autores españoles, casi siempre muy traídas por los pelos (la alusión al Pascual Duarte) o falsamente atribuidas, como la anécdota sobre Dante y Lope de Vega.
            Pero este presunto ataque a la lectura, esta dilatada broma sin demasiada gracia, tiene una utilidad, confirma el dicho de que no hay libro malo que no contenga algo bueno. Pone de relieve que la mayoría de las habituales defensas de la lectura no incurren menos en el sofisma y la desinformación.
            Un ejemplo reciente lo constituye la serie “Lectura y vida” publicada en el diario El País por Juan José Millás. Resume docenas y docenas de charlas dadas a los alumnos de institutos y universidades. No pretende ser humorística, como el panfleto de Pierre Menard, aunque no prescinda de rasgos de humor (ni de los cuentecillos surrealistas que ha popularizado en sus columnas), y eso acentúa lo que en ella hay de desprecio a la realidad y a la inteligencia de los lectores.
            Un ejemplo: “Les digo a los chicos y a las chicas que, de todas formas, en fin, si no leen para comprender el mundo, ni para modificar la realidad, ni para no ser manipulados, etc., lean al menos por dinero”. Y continúa afirmando que hay demasiados arquitectos, ingenieros, condenados al paro o al subempleo, pero que en cambio aumenta la demanda de las personas que sepan leer y escribir. ¿Nunca ha levantado el brazo alguno de esos alumnos y le ha preguntado si conoce algún arquitecto o ingeniero que no sepa leer y escribir? Continúa el bueno de Millás metiéndose en jardines (pero involuntariamente, al contrario que Menard) al afirmar que hoy en día es mucho más difícil ser astronauta que telefonista, porque a unas oposiciones a telefonista de la Comunidad de Madrid para seis o siete plazas se presentaron “del orden de las sesenta o setenta mil personas”. También sería entonces mucho más difícil que ser catedrático de Universidad: para cada plaza se presentan solo tres o cuatro candidatos. Ignora Millás que determinados requisitos (en el caso de astronauta o de catedrático) han eliminado ya a miles de posibles aspirantes. Sin miedo al ridículo, llega a afirmar muy en serio que “desde el punto de vista estadístico cualquier español que sepa leer y escribir tiene más posibilidades de ganar el premio Planeta que de obtener una plaza de telefonista”. Antes de llevarle a dar otra charla en un instituto (o de encargarle un artículo de opinión), habría en matricular a Millás en un curso de estadística.
            La lectura en general, que no necesita defensa, suele ser confundida con la lectura de libros y, más en concreto, con la lectura de libros literarios, sobre todo novelas. Que leer es imprescindible lo demuestra la desaparición del analfabetismo; que leer libros lo es igualmente, lo demuestra el que nadie puede desempeñar un trabajo medianamente cualificado si no ha leído los manuales de su especialidad, si no sigue al tanto de lo que se publica sobre la materia.
            La mayor parte de las librerías están llenas de libros que no son de literatura (o son de mala literatura) y gracias a ellos sobreviven.
            ¿Ayudan a entender la realidad la mayoría de los best-seller? Sirven para pasar el rato, y no es poco mérito, pero no resulta intelectualmente más valioso leer una novela policíaca que ver una serie de televisión.
            Leer y escribir son actividades imprescindibles en el mundo contemporáneo (por eso se enseñan en la escuela). Leer libros fuera de nuestros intereses profesionales, no es ni bueno ni malo. Es como ver la televisión o ir al cine. Depende de lo que se vea, depende de lo que se lea.

            

10 comentarios:

  1. Incansable razonador3 de septiembre de 2016, 11:03

    Paralelepípedos, no paralepípedos (aunque creo que el autor lo confunde con una especie de dinosaurio). “'[...] se tiró por el hueco de una escalera'. ¿Por leer, por escribir?” Por todo lo contrario. “Depende de lo que se vea, depende de lo que se lea.” Respondo con una cita de Joubert: “Lo que nuestros ojos ven, nuestra imaginación ya no lo ve.” Y, para finalizar, una cita de Javier Lostalé: “Quien lee vive más”.

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  2. GRITO AL VACÍO

    ¡Defiéndeme, oh mundo, de la hondura!
    No me dejes caer en el fango de la raíz.
    Haz las almas a mi medida.
    No permitas que sueñe, que imagine, que recuerde...
    Dame solo
    risas.

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    1. [Publicado en la revista de poesía “El Alambique”, noviembre de 2016]

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