Un andar solitario entre la gente
Antonio Muñoz Molina
Seix Barral.
Barcelona, 2018.
El Robinsón urbano se
titula el primer libro publicado por Antonio Muñoz Molina, en 1984, y podría
titularse el último. Los paseos por Granada se han ampliado a Madrid, París,
Nueva York, pero no son en lo esencial distintos. Le acompaña, ahora como
entonces, la sombra tutelar de la literatura. Fueron Thomas de Quincey y
Baudelaire quienes le enseñaron a ver la realidad de todos los días de una
manera distinta. En Un andar solitario
entre la gente –hermoso endecasílabo que Quevedo ha tomado de Camoens–
sigue los pasos de esos autores y también los de Poe, Walter Benjamin, Oscar
Wilde, Fernando Pessoa.
Aquel delgado
primer libro no engañaba: era una colección de espléndidos artículos; este
último, en cambio, mucho más voluminoso (el Robinson urbano parece haber
adquirido el síndrome de Diógenes), hace uso de la publicidad engañosa.
De
“fascinante novela”, de “audaz novela”, de “novela ecléctica y singular” se le
califica en los paratextos. Se trata de una estrategia comercial de efectos
contraproducentes. Es cierto que los límites entre los géneros literarios no
resultan nítidos, que el mestizaje caracteriza a la literatura contemporánea,
pero no por eso puede aplicarse el término “novela” a cualquier texto en prosa
de cierta extensión. Los editores lo hacen a menudo, en la errónea creencia de
que así sus productos se van a vender más; desprecian la inteligencia del
lector, considerándolo un acrítico consumidor.
Es posible
que calificándolo de “novela” los libreros menos informados presten más
atención a Un andar solitario entre la
gente y que los suplementos literarios (tan dados a confundir crítica con
publicidad) le dediquen una atención que no prestan a las misceláneas
autobiográficas, pero no por eso se leerá más: defraudará a las pocas páginas a
quien piense que va encontrarse con una nueva novela de Muñoz Molina.
Pero el
engaño no se limita a los paratextos, responsabilidad del editor, sino que el
propio autor, al dividir en capítulos el texto, ha contribuido a la ceremonia
de la confusión, tratando de disimular, como si eso fuera un defecto, lo que el
volumen tiene de recopilación de piezas menores, relacionadas entre sí, pero
autónomas.
Un andar solitario entre la gente consta
de dos partes, una bastante más extensa que la otra, y cada una subdivida en
breves fragmentos con título en negrita (frases publicitarias, por lo general)
que rara vez tienen que ver con su contenido (la ausencia de índice acentúa la
confusión). Al lector se le induce a pensar que se trata de textos que pueden
leerse independientemente, pero no es así; se agrupan en unidades mayores –los
verdaderos capítulos– que el autor diferencia a veces, no siempre, con un salto
de página. ¿A qué se debe esa deliberada confusión tipográfica, ese poner obstáculos
al lector? A que el libro aparente lo que no es: una novela, ese género que no
solo goza de un comprensible prestigio comercial, sino también de otro menos
explicable entre los escritores, como si cualquier obra en prosa que no sea una
novela fuera ya por eso mismo una obra menor.
El lector
audaz que no se deje desanimar por las trampas que ha puesto el autor, el que
consiga no desanimarse con las primeras páginas enumerativas y reiterativas
(Muñoz Molina ignora el etcétera y los puntos suspensivos), se encontrará con
la sorpresa de un impactante relato (páginas 33-36) cuando creía que estaba
leyendo otra cosa; con el continuo ir y venir sobre la biografía de ciertos
escritores admirados; con la formulación, medio en broma, medio en serio, de
nuevas disciplinas, como la Deambulología (páginas 117–122); con espléndidos
poemas en prosa, como los de las páginas 186-187 o 202-203 (su primer párrafo
tiene un título despistante: “Estoy solo a una App de ti”, según el habitual
capricho del autor); no faltan las notas viajeras, escritas con la habitual
caligrafía minuciosa del autor, ni los apuntes autobiográficos: la vida en el
hotel mientras arreglan la nueva casa; la preparación ritual del desayuno; el
recuerdo de los primeros encuentros clandestinos con su actual pareja; la
reciente depresión; sus visitas al Café Comercial, donde se encuentra con un
extraño personaje (aparece y reaparece como otro vano intento de dar un hilván
novelesco al conjunto) en cuya boca pone sus reflexiones sobre lo que debe ser
el arte contemporáneo y que expresan su propia poética al componer este libro:
“el gran poema de este siglo solo podrá escribirse con materiales de derribo”
(páginas 161-169).
La segunda
parte, bastante más breve, se titula “Don Nadie” y podría –y quizá debería–
haberse editado independientemente. Las “ensoñaciones de un paseante solitario”
–para decirlo con el título de Rousseau– tienen ahora como escenario Nueva York.
El autor, que ha vivido largos años en esa ciudad, se despide de ella en una
estancia solitaria de dos meses. Los dedica a pasear y a anotar lo que ve, a
registrar voces y sonidos. El resultado puede leerse como un complemento de Ventanas de Manhattan, el otro libro que
Muñoz Molina dedicó a una ciudad que es a la vez real y creación del cine y la
literatura, de la ensoñación colectiva. Ahora Muñoz Molina nos habla de las
calles y las gentes, no de monumentos y museos. Magistral resulta su paseo a lo
largo de Broadway; la recreación del barrio en que vive, cerca de Columbia; el
adentramiento por la terra incognita
del Bronx.
Unifica una
parte y otra –da sentido al volumen– la actividad del autor atento a las voces
de la ciudad, a los grandes anuncios y a los pequeños avisos, a los titulares
de los periódicos. El paseante parece tener el síndrome de Diógenes y guarda
todo lo que encuentra, lo anota sin perdonar minucia, nos lo ofrece en páginas
y páginas tediosamente inventariales. El lector común se las saltará tras las
primeras líneas, y no se perderá gran cosa. A veces una noticia (páginas 218-219)
se dispone cortando las líneas como si fueran versos y el resultado es un
poema-relato a la manera de Carver. La recreación del mundo feliz de los
anuncios publicitarios (como en las páginas 284-285) supone un pequeño oasis
frente a la habitual sequedad enumerativa.
Revuelta
almoneda, donde se entremezclan la reiterada pacotilla con piezas únicas de
deslumbrante magisterio, Un andar solitario
entre la gente habría ganado con una rigurosa labor de poda. También si
autor y editores no se hubieran dedicado a ponerle trabas al lector, tratando
de hacer pasar una fascinante miscelánea viajera, autobiográfica, metaliteraria
(con páginas que oscilan entre el collage, el ensayo y el poema en prosa), por
lo que no es: una novela, el más bulímico de los géneros literarios, el más
incomprensiblemente sobrevalorado.
[Hablo de publicidad engañosa a propósito del libro de Muñoz Molina y, para no demostrar que no exagero, Babelia dedica la última del suplemento a anunciarlo como "una fascinante novela". Mentir sin complejos se llama esa figura, aunque como ejemplo de publicidad engañosa podían servir la mayoría de las reseñas del suplemento, por ejemplo la que Juan Luis Cebrián dedica a Vargas Llosa. ]
A los últimos libros de Muñoz Molina (éste no lo he leido aun)les sobran varias páginas pero se le pueden perdonar por esas otras deslumbrantes. En algún lugar he leído que esos tochos son exigencia de los editores para poder subir el precio pero no sé si esto es un bulo. Quizá JLGM me podría sacar de dudas
ResponderEliminarDesconcertante para quienes esperábamos una novela. En verdad es una sucesión heterogénea de artículos (del estilo de los que el autor publica en Babelia) que, aunque muy bien escritos, se leerían mejor individualmente que hilvanados de modo tan artificioso.
ResponderEliminarComo a muchos libros de ahora, le sobran muchas páginas. Los titulares de prensa y las retahílas de anuncios callejeros y mediáticos le sobran también. Igualmente están de más las escenas de la vida doméstica e íntima, incluso erótica, del autor. Sobre todo porque no tienen relación alguna con el pretendido tema del libro.
Me gustaría opinar de otro modo, pero sería mentir. Cierto que hay algunas páginas espléndidas, pero la suma de tantos elementos y digresiones dispares es una suma que, en vez de sumar, resta.
Para que la editorial venda esto como "novela" tiene que contar con la connivencia del autor. AMM tiene la fuerza suficiente, como autor, para imponer su criterio frente al de los editores, en este tipo de detalles y en otros muchos. A én no pueden imponerle nada. Es decir, que si esto se vende como novela es porque el autor ha dado su consentimiento a ese fraude.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. La responsabilidad última del engaño a los lectores es del autor.
EliminarComo en su tribu no la querían
ResponderEliminarla huerfanita tuvo que ir a nacer
a tierras inglesas, que no a pacer.
De nacimiento ahora ella inglesa es
por mucho que le pese a su altivo rey,
súbdita es de la gran Reina Madre
que a sus huérfanos quiere, no los abate.
Bien recibida en la Commonwealth,
prima lejana del americano,
la inglesa Iglesia no hace distingos,
ser esforzado es su clasismo.
Puede la tribu seguir meciéndose,
la tripa rascándose, mocos comiendo,
el paro en la Unión aumentando
y de su Jefe limosna esperando,
que la recia inglesa su cuna honrará
y altas empresas acometerá.
Esta es la historia de sus desventuras,
la primera de ellas, siendo inglesa,
criarse en tierra de mayestáticos gigantes.
© María Taibo
Muñoz Molina ha publicado con éxito obras ensayísticas o de artículos recopilados, como "Pura alegría" o "Ventanas de Manhattan", entre otros. Limpiamente y sin confundir a los lectores. No se entiende ahora este engaño o ardid de llamar novela a lo que no lo es.
ResponderEliminarEs una especie de amalgama, pero además reiterativa. Dan ganas de saltarse páginas, y hay que contenerse para no hacerlo. Sin esa reiteración tediosa sería más digerible. En la editorial debieron aconsejarle al autor podarlo y reducirlo, y con ello habría ganado mucho.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Sospecho que en ese grupo editorial ya no queda nadie que lea los libros que publican.
EliminarHay que acceder a blogs como este para leer críticas solventes e independientes, pues los suplementos culturales de los periódicos parecen cada vez más espacios publicitarios y promocionales. Gracias.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con el anónimo de las 23,17 del 5 de marzo (¡qué difícil es hablar con anónimos!)
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