Una cita con
Borges
José María Conget
Renacimiento.
Sevilla, 2023.
La
literatura tiene sus paradojas. José María Conget es autor de una amplia obra
que abarca novelas y libros de relatos, elogiosamente acogidos por la crítica,
pero para la mayoría de sus lectores es y seguirá siendo sobre todo el autor de Cincuenta y tres y Octava, un librito de pocas páginas –apenas un
folleto-- que narra su estancia en Nueva York como directivo del Cervantes y
que es una de las grandes obras sobre esa ciudad.
Una cita con Borges –reedición
muy ampliada de un libro aparecido el año 2000-- reúne textos que podríamos
considerar menores e incluso prescindibles, producto del encargo: conferencias,
prólogos, colaboraciones en algún homenaje. Y sin embargo aquí está el José
María Conget mayor, el que se seguirá leyendo cuando se olviden sus obras de
más empeño, esas novelas "que nadie le manda componer", según afirma con cierta
ironía en el prólogo.
Ya Francisco Umbral había repetido
más de una vez que la musa es el encargo. Con ciertas condiciones, añado no. La
primera, que podamos rechazarlo si no encaja con nuestros intereses del
momento. O queº en Visor. A José María Conget le
solicitaron un prólogo para el tomo 32, Libros de Madrid, y él,
aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, esto es, unas vagas alusiones
a Madrid en el Diario de un poeta recién casado, escribe unas
espléndidas páginas sobre el Nueva York que Juan Ramón Jiménez se encontró
durante su primera visita en 1916.
Sobre ciudades –no solo Nueva York--
tratan los mejores textos de José María Conget, que ha sido profesor o gestor
cultural en muy diversos lugares. Inolvidable resulta el Londres de "10
Rillington Place", que entremezcla autobiografía y crónica criminal, la evocación
de un asesino en serie.
Otro capítulo memorable es el
titulado "Piratas, aguas de regaliz y un pistolero", que algo tiene que ver con La infancia recuperada, de Fernando Savater, ese manifiesto a favor del
placer de leer y en contra del experimentalismo, heredero de un Joyce mal
entendido y el nouveau roman francés, de los años setenta. Conget nos
habla de sus inicios como lector, de Salgari, de Guillermo Brown, de su primera
fascinación cinematográfica, la película que en España se llamó Raíces
profundas, y lo hace con erudición, con humor y con las adecuadas dosis de
melancolía.
A "La felicidad de los tebeos" se
dedica una de las secciones. En "Los pasados vergonzosos" nos descubre la
trayectoria de Patricia Highsmith como guionista de cómic, su dedicación
durante un tiempo antes de ser novelista de éxito. Pero el mejor capítulo de
esa serie es "13, rue del Percebe", análisis de la innovadora página de Ibáñez,
a la que pone en relación con Zola y con Perec y con Boticelli (también con un
afamado colaborador de The New Yorker, Saul Steinberg).
Menos interés tienen, a mi entender,
las páginas dedicadas al cine incluidas en "Pantalla grande": una conferencia
sobre "el cine de los exiliados españoles, el exilio español en el cine", unas
páginas sobre una familia de cineastas iraníes y la esforzada recreación
–disuena algo en el conjunto-- de un encuentro entre dos pioneros en el Café de
Flore.
"Una cita con Borges" es el borgiano
relato, por el tema y por la técnica, que da título al conjunto. Mezcla ensayo
y ficción, analiza el tema del amor en la literatura de Borges y concluye con
una sorpresa, que quizá no lo es tanto, al revelarnos el nombre de la protagonista
y narradora. A Borges se le dedica también "Fervor mítico de Buenos Aires", que
comienza con una de esas anécdotas biográficas tan características del mejor
Conget: "Viajé a Buenos Aires hace años con el propósito oficial de comprar
libros raros para una biblioteca española en Nueva York y con el deseo secreto
de enamorarme de una ciudad de la que ya había recibido varios flechazos a través de la literatura".
Nueva York está muy presente en
estas páginas, y el lector lo agradece. Buena parte del libro se escribió en
ella: "Durante los años que llevo en esta ciudad he visitado muchas veces, por
motivos profesionales que nunca excluyeron el placer, la librería que Eliseo
Torres amontonó en el Bronx". Se trataba de "un caserón de ventanas cerradas y
atmósfera que evoca unas carceri piranesianas con las extrañas mazmorras
repletas de letra impresa, sus perspectivas de metros y metros de estanterías
hasta el techo, el olor ubicuo a papel viejo y el cálculo, que marea un poco,
de que allí se encierran cerca del millón de volúmenes". Millón de volúmenes que luego sería
adquirido por Abelardo Linares, precisamente el editor de Una cita con
Borges, uno de esos libros hechos de retazos --"marquetería mal ensamblada"
se titula, captatio benvolentiae, la nota inicial--, a los que siempre
gusta volver, porque entre sus ingredientes no faltan nunca ni la inteligencia ni el humor.
Primera noticia de la existencia de José María Conget.
ResponderEliminar"su estancia en Nueva York como directivo del Cervantes".
¿Para cuándo un artículo sobre "Mi vida con Alberti" de María Asunción Mateo, que ha generado una polémica en la que el pobre Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, ha quedado a la altura del betún?
1/ Nunca es tarde, si la noticia es buena.
ResponderEliminar2/ Quien queda a la altura del betún son otros (y sobre todo otra). Léase el Café Arcadia del domingo.