Francisco G. Orejas
Un giro inesperado
Trea. Gijón, 2024.
Si
hubiera leído Francisco G. Orejas la “Breve divagación paradoxiana sobre la
novela” que Emilio Alarcos coloca al comienzo de uno de sus libros, se habría
ahorrado las elucubraciones que lastran Un giro inesperado, admirable
crónica familiar e investigación sobre la guerra civil. “¿Qué es la
novela? ¿En qué consiste una novela? ¿A qué producción escrita de más o menos
páginas llamamos novela?”, se pregunta Alarcos como se pregunta Orejas. La
respuesta, en el primer caso, no consiste en acumular citas y vaguedades
teóricas, sino en recurrir al sentido común: “Todos sabemos lo que es ‘novela’
como sabemos lo que es ‘tomate’, aunque seamos incapaces de definir la una y el
otro en términos literarios y, respectivamente, botánicos, conocemos de sobra
que estamos leyendo una novela o comiendo un tomate”.
Insiste el autor en que Un giro inesperado es una “falsa novela”. Y cualquier lector, a las pocas páginas,
puede comprender que se equivoca: no es una “falsa novela”, del mismo modo que
una manzana no es un “falso tomate”. Es exactamente lo que dice que no es: un
libro de historia, un ensayo, un trabajo académico que utiliza abundante
bibliografía y recurre a la consulta de hemerotecas y archivos.
El punto de partida no puede
resultar más sugerente. En un libro misceláneo de 2017, El calcetín de
Hegel, contó González Orejas la historia de un pariente –hermano de su
padre--, desaparecido en la guerra, y de cuya muerte se daban tres versiones
contrapuestas. “Mi tío Patricio murió tres veces”, comenzaba llamativamente ese
relato de no ficción. Solo murió una vez, como todo el mundo, pero muchos años
después y convertido en otra persona.
La verdadera historia de Patricio
González Quintanilla y la manera cómo el autor llegó a averiguarla (el mismo
esquema utilizado con frecuencia por Javier Cercas, y por tantos antes que él) constituye
el eje central de Un giro inesperado. Pero ese núcleo argumental se
enriquece con abundantes divagaciones sobre la guerra civil y el exilio
mexicano.
Al
hablar de la guerra, González Orejas –perteneciente a una familia de derrotados
y represaliados, como media España-- no pretende ser objetivo; más de una vez
incurre en el panfleto extemporáneo. Sobraría, por ejemplo, todo el capítulo
dedicado a “Teoría de las alcantarillas” o la indicación, basándose en una
afirmación de Juan Benet, de que Franco se sumó a la rebelión militar solo “por
afán de lucro”. (¿Seguro?). También parece un tanto simplista negar que la
llamada guerra civil fuera verdaderamente civil porque fue un enfrentamiento
entre el pueblo y el ejército.
Pero se trata de reparos menores. La
crónica familiar que es este libro se convierte en una rigurosa investigación,
abundante en datos inéditos o poco conocidos, sobre un periodo de la historia
de España que se resiste a ser simplemente historia y aún sigue marcando el
presente.
La peripecia biográfica de Patricio
González Quintanilla resulta verdaderamente novelesca, utilizando el término en
ese otro sentido que tiene en el título que Paquita Suárez Coalla dio a su
recopilación de testimonios de mujeres del campo asturianas: La mio vida ye
una novela. Aquí el término no delimita un género literario, sino que alude
a la acumulación de peripecias inverosímiles y melodramáticas propias del
folletín.
¿Por qué Patricio González
Quintanilla, que en México se metamorfoseó en arquitecto e ingeniero y acumuló
una considerable fortuna, fingió ser otra persona, no volvió a entrar en
contacto con la familia, padres y hermanos, que había dejado en España? Las
posibles represalias de la primera hora no tenían sentido años después, sobre
todo tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia. Francisco G.
Orejas no acierta a responder a esa pregunta, pero insinúa que algo tuvo que
ver su amistad con Santiago Garcés Arroyo, un antiguo panadero militante en las
Juventudes Socialistas Unificadas, que de ser escolta de Indalecio Prieto (y
estar involucrado en el asesinato de Calvo Sotelo) pasó a convertirse, a partir
de 1938, en el máximo responsable del temido Servicio de Información Militar.
Patricio González Quintanilla
participó muy activamente en la evacuación de los republicanos derrotados a
México y a él se debe la monumental y ejemplar Memoria de las actividades desarrolladas
por la delegación de Veracruz, que pasaría a llamarse Documento
Quintanilla, donde se recogen de forma detallada las actividades realizadas
tras la llegada de los barcos Sinaia, Ipanema y Mexique, “tres de
los llamados barcos de la libertad en los que arribó gran cantidad de
refugiados españoles”.
Quizá el origen de la fortuna de
González Quintanilla estuvo en los fondos de los refugiados españoles que él y
Garcés administraron, quizá por eso quiso desvincularse completamente de su
vida anterior. Es una hipótesis para explicar el inexplicable comportamiento
del enigmático personaje, que parece copiar –la realidad imita al arte-- a El
difunto Matías Pascal, de Pirandello.
Con la historia de González
Quintanilla se entremezcla la del resto de la familia del autor, del que este
libro –que no noveliza una peripecia tan novelera, que distingue los hechos
documentalmente probados de las hipótesis-- constituye además un anticipo de
sus memorias y un melancólico autorretrato.
una manzana nos un “falso tomate”... no es
Un giro de guion.... Un giro inesperado
insinúa que algo tuvo que ver su amistad [en el exilio] con Santiago Garcés Arroyo... [cuando se lee la frase se piensa que se trata de una amistad trabada en España]
El difundo Matías Pascal... difunto
el autor, del que este libro [...] constituye además un anticipo de sus memorias... ¿frase correcta? ¿De "las" memorias?
*
la “Breve divagación paradoxiana sobre la novela” que Emilio Alarcos coloca al comienzo de uno de sus libros...
Ese es el subtítulo de su discurso de entrada en la Academia en 1973 ("Anatomía de "La lucha por la vida"), que puede bajarse gratuitamente en internet en versión pdf:
https://www.rae.es/sites/default/files/Discurso_de_ingreso_Emilio_Alarcos_Llorach.pdf