jueves, 17 de octubre de 2024

Un romántico ilustrado

 

Javier Almuzara
Esperanza de vida
Renacimiento. Sevilla, 2024.

Entre las estrofas clásicas, el soneto ocupa un lugar especial. Es quizá la única que sigue plenamente vigente, la que menos se ha convertido en ejercicio retórico y arqueología. En la literatura española, ha tenido dos momentos de esplendor: el llamando Siglo de Oro, que ocupa más de un siglo (Garcilaso, Lope, Quevedo), y el siglo XX (los Machado, Miguel Hernández, Blas de Otero). El nuevo libro de Javier Almuzara, el más extenso de los suyos, el más plural, emocionante y divertido, nos demuestra que no ha perdido su capacidad de sorpresa en este ya bien avanzado siglo XXI.

            Más de un tercio de los poemas de Esperanza de vida son sonetos y muchos de ellos pueden incluirse en cualquier antología de los mejores de la lengua española. No todos están escritos a la manera clásica, petrarquista o shakesperiana. A Javier Almuzara le gusta jugar con los catorce versos e incluye varios de arte menor e incluso se atreve con uno en versos bisílabos. Pero, en buena parte, estas variantes no pasan de ejercicios lúdicos.

            Javier Almuzara, muy consciente de que no es posible ser sublime sin interrupción, a menudo nos hace sonreír. Hay mucho humor, y algo de auto ironía, en Esperanza de vida. Entre tanto poeta solemne, se agradece que el poeta baje de la tarima y trate de entretenernos en el “Patio de recreo”, como se titula una de las secciones. A veces se pasa un poco en el cambio de registro, para qué negarlo, y es capaz de incluir una variante de Quevedo, “¡Ah de la vida!”, que solo vale como eutrapelia de sobremesa: “¿Eh? / ¡Oh! / ¡Ah! / ¡Bah! / ¡Uf! / ¡Ay!”.

            Le perdonamos esa chiquillada, y alguna otra, a “este romántico ilustrado” –así se define en el primer poema del libro--  capaz de hablar de música y poesía, de amor y del asombro de estar vivo con un tono absolutamente personal, pero en el que resuena toda la mejor tradición literaria.

            Léanse sus sonetos “El secreto del éxito” y “Tesis y antítesis sobre la síntesis”, variaciones en torno al “Carpe diem” –hay otras--, para comprobar cómo consigue que suene a nuevo un tópico más que repetido. Y el lector atento se fijará en los pequeños detalles que acreditan la maestría. “Olvidé que la vida es corta” comienza el primero de esos sonetos, con un verso eneasílabo, también más corto que el resto en endecasílabos.

Muchos tonos tienen estos sonetos y en cada uno de ellos sabe dar Javier Almuzara, sin alzar la voz, su do de pecho. Tras el “Tango del desalojo”, en torno al tópico de que la vida entera cabe en un soneto, está Manuel Machado, pero no lo podría haber escrito Manuel Machado, ni ningún otro poeta que no fuera Javier Almuzara: “Sale uno de la infancia y juventud / a empujones, y mira de reojo, / temiéndose algún otro desalojo, / camino a la pensión del ataúd. / La vida, ese continuo decomiso, / te quita hasta las ganas de vivir. / Sabéis que no lo digo por decir. / Yo, que me imaginaba el paraíso / bajo la especie de una discoteca / y con toda la pista para mí, / solo oigo la canción del tararí / que te vi en un salón que se hipoteca. / ¿Dónde quedó aquel cuerpo de sarao? / Y encima me han quitado lo bailao”.

En una de las estrofas de “Gracias al amor”, su tono recuerda al de las cancioncillas de una ópera rococó, leemos: “Y hablando podría / pasar todo el día / Javier Almuzara / siempre que tratara / música o poesía”.

Qué espléndidos poemas sobre la magia de la música hay en un libro que comienza con una “Cantata del café”, que nos deja pronto “En la gloria de Vivaldi” y que, tras hacernos admirar su alquimia “que redime el dolor con armonía” (“Música, maestro”), nos hace descender de las alturas con “La música callada” de una greguería: “Tras el concierto / hay sesión reservada / para el silencio atento / de las butacas”.

Sobre la poesía como salvación de la vida, como forma de dar permanencia al río que pasa y no se detiene, hay muchos poemas. El que yo prefiero se titula “Intentarlo de nuevo”. Comienza describiendo una tarde cualquiera: “La escena es casi idéntica a ayer mismo / y sus protagonistas no han cambiado; / sin embargo, en la tarde reiterada, / no existe para nadie nada igual”. Describe luego la tarde en el parque con continuos rasgos de ingenio. “Se va la primavera por las ramas / dándole al pico interminablemente”. Y concluye con una alusión al propio poema: “El mundo, Sísifo feliz, remonta / su carga, ilusionado con la cima, / y yo vuelvo a buscar, sobre el papel, / la vida de verdad, definitiva”.  

En este libro de arte mayor, no faltan los  haikus, las tankas, las coplas populares en las que el autor parece borrarse, como si fueran verdaderamente populares: “Quiero ser el zarcillo / que te acaricia / y decirte al oído / cuatro malicias”. Sorprenden los que parecen fragmentos para el libreto de alguna ópera –Almuzara es autor de una adaptación de Fuenteovejuna--, como los monólogos de Fedra y de Ismene o los de Ana Ozores y Fermín de Pas (este último con el subtítulo de “Recitativo y aria”, por si hubiera alguna duda).

No todo es perfecto en el libro: a algún lector le parecerá que el poeta a veces se quiebra de sutil y puede que frunza el ceño ante un juego de palabras que convierte las “bulerías” en “dolerías”. No importa. Son más las cimas. Y termino señalando una: “Te debo una disculpa”, una elegía que es verdad emocionada y es literatura, la mejor literatura, la que solo está al alcance de un clásico contemporáneo. 


 

 

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19 comentarios:

  1. Javier Almuzara es uno de los 3 o 4 mejores poetas actuales en español, uno de los pocos que ha comprendido la importancia capital de la Forma en el arte en general y en la literatura en particular.

    Lástima que haya una carencia grave en su poesía: la de la inquietud metafísica. Su poesía carece de "vuelo transcendental", como decía no sé qué oriental. Ninguna aspiración mística en él (ni siquiera dudas unamunianas). ¿Imagina uno la poesía de san Juan de la Cruz, de fray Luis de León, de Quevedo, de Lope, etc, etc sin ella (o más cerca de nosotros la de Baudelaire, Emily Dickinson, Rilke o Blaga)? En su poesía se echa tanto más de menos cuanto que su forma es impecable. Una forma que aspira a la perfección con un fondo demasiado "terre à terre" es la conclusión a la que se llega cuando se le lee.

    Siendo como es un gran melómano, debería meditar los ejemplos de Bach o de Bruckner.

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  2. ¿Qué libros suyos has leído, Pablo Morales? No me parece que lo que dices se corresponda con la realidad, aunque a saber qué es lo que entiendes por "inquietud metafísica".

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    1. He leído muchos poemas de Javier Almuzara en internet, y como me gustaron, me compré su "Quede claro. Antología, 1989-2013". (Renacimiento, 2014).

      Sobre la ausencia en su poesía de inquietudes metafísicas, digamos de otra manera que Almuzara es un poeta "frío", distante, "desapasionado", que no va al fondo del desasosiego metafísico que produce la vida y que otros poetas más viscerales alcanzan a expresar - o poetas con más sensibilidad para lo metafísico, como Borges.

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  3. Amigo Pablo Morales, sospecho que eres mejor como corrector de erratas (¡perfecto!) que como crítico literario. Tu impresión de la poesía de Almuzara no puede ser más parcial y desajustada. Y no se justifica porque no conozca los libros que ha publicado en la última década

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    1. En cualquier caso mi opinión es mucho más imparcial que la tuya, que eres amigo de J.A. desde hace muchos años. Y tus juicios sobre los míos son por ello demasiado parciales. Tú juegas haciendo trampa. Deberías imitar a nuestro gran amigo Vicente Luis Mora y poner al final de cada una de tus críticas la línea:

      [Relación con el autor: gran amistad desde hace muchos años. Relación con el editor: gran amistad desde hace muchos años. ]

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  4. La afirmación "Para hablar de la poesía de un autor con conocimiento de causa es preciso tener conocimiento de causa" es una tautología. Su certeza no depende del grado de amistad o enemistad de quien la dice con ese autor.

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    1. Su certeza, no; pero lo que se dice y no se dice en público sobre ella, sí.

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  5. No entiendo muy bien lo que dice, aunque si que se trata de no dar el brazo a torcer. En cualquier caso, más fiable quien sabe de lo que habla que quien habla de oídas o con deficiente información. La amistad o la enemistad nublará el juicio quizá en su caso, pero no hay muchas pruebas de que lo haga en el mío.

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    1. No conociendo personalmente a Javier Almuzara difícilmente podrá nublar mi juicio mi amistad o mi enemistad hacia él.

      Es extraño que en lugar de rebatir directamente mis opiniones sobre la poesía de J.A. con ejemplos, como haría cualquier "discutidor" serio, se dedique usted a criticar los "alrededores" de dichas opiniones.

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  6. Lo que nubla --invalida-- su juicio sobre la poesía de Javier Almuzara es su falta de un conocimiento adecuado de esa poesía. Por eso yo no me tomo en serio sus opiniones y me burlo un poco sobre el sacar a colación si le conoce o no personalmente o si yo tengo o no tengo amistad con su editor. ¡Cómo si eso fuera de alguna importancia! Claro que a lo mejor en su caso sí lo es y su análisis de un libro no depende de su lectura del libro sino de que conozca o no al autor.
    En fin, que como corrector de erratas no tiene precio, Pero como todo lo demás...

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    1. Mucho juicio arbitrario, mucha burla, mucha ironía fácil, pero ninguna prueba.

      Debería decir usted a J.Almuzara y a A. Linares que el libro "Quede claro (Antología, 1989-2013)" es un libro inútil porque da una impresión falsa de la poesía del primero.

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    2. ¿Un libro inútil? Resume una primera etapa de la poesía de su autor. Desde entonces han pasado diez años y ha escrito más que en la década anterior. ¿Quiere pruebas? Compre (o pida prestado) los libros de Javier Almuzara y luego léalos: allí las encontrará fácilmente, están a la vista.

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    3. He leído en internet muchos poemas de Almuzara posteriores a 2013. Y a mí me gustan más los anteriores, porque en los posteriores se permite cosas, juegos, frivolidades o "virguerías" que no se hallan en los de su primera etapa.

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    4. El ingenio es una parte de su obra en la que no falta la emoción ni las inquietudes metafísicas. Si sigue leyendo, lo comprobará. Y gracias por la insistencia.

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    5. ¿Frío?, ¿distante?, ¿desapasionado?... No sé yo, ¿eh? Con permiso, dejo por aquí un botón de muestra de todo lo contrario. A ver qué le parece al amigo Pablo.

      ÁNGEL (1891-1937)

      El hondo padre de mi padre es hijo
      de mi imaginación. Hoy ni siquiera
      una foto recuerda cómo era.
      Quedó la sangre, y este parvo alijo:

      los libros de Argentina abren la cuenta
      —Gorki, Voltaire, Bakunin o Ghiraldo—,
      salvados de la quema, emblema y saldo
      de una vida tan breve como atenta;

      las gafas, la navaja, las tarjetas
      —Ángel García, albañil, Robledo—,
      las señas más modestas, y su credo
      en dos o tres anécdotas discretas:

      como el consejo, entonces temerario,
      orgullo de la grey, cívica hazaña
      del bravo abuelo en su medrosa España:
      “Lleve el niño a la escuela, no al rosario”.

      Hizo del pensamiento el mejor templo,
      donde está el bien común en los oficios
      y nadie exige necios sacrificios,
      sino dar con las obras alto ejemplo.

      Solo creía en la razón, no el rito,
      la virtud, no la gloria ni el consuelo
      de un impostado ayer y un vago cielo,
      prodigio postergado al infinito.

      Pero vivió un país de ideas ralas,
      coartada de rencores, tan mezquino
      que el fusil de algún hijo de vecino
      lo conminó al silencio por las malas.

      ¿Qué pensó? ¿Le dio tiempo a hacer balance?
      ¿Sintió el horror de que José, su hermano,
      fuese a morir con él, o en lo cercano
      se alejó el miedo al solitario trance?

      Los imagino firmes y abrazados
      —piadosa fantasía en nada yerra—.
      Uña y carne en la vida, bajo tierra
      sus huesos se confunden hermanados.

      He escrito este poema convencido
      de que la muerte, abuelo, es un engaño.
      Tú sigues siendo el mismo y yo te extraño
      a pesar de no haberte conocido.

      ___
      De 'Todos los versos son de despedida' (Renacimiento. Sevilla, 2021).

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    6. Conocía ese excelente poema, publicado en Zenda en 2021, y que ilustra bien lo que yo digo: poema descriptivo, forma impecable, tono borgiano, distancia típica de J.A. entre el "narrador" y el tema. A comparar con el poema de Juan Bonilla sobre su padre titulado "Borrador de un poema" para ilustrar lo que pienso:

      https://arrebatosaliricos.blogspot.com/2016/08/borrador-de-un-poema-maravilla-del.html

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    7. ¡Quién te ha visto y quién te ve, amigo Pablo! Casi no te reconozco, angelito mío. ¡No me digas que eso —para ti, ejem-ejem— es un poema y no "prosa cortada a rebanadas", ayayayay! Vivir para ver. En cualquier caso, el 'poema' (llamémoslo así, ¿por qué no?) de Bonilla es gran literatura: una pequeña obra maestra, si se quiere, del género de autoficción, y por ahí. Y hasta puede que tengas razón —aparte de la tuya, por supuesto— en que Almuzara, en su trabajo, no acostumbra a ser tan visceral y definitivo y 'sucio' (el suyo, de serlo, sería más bien un 'realismo limpio', por así decir) como el poeta jerezano en dicho texto (y para de contar, eh), pero es que al bueno de Javier no le hace falta alguna abrirse el vientre como un samurái (ese efectismo) y sacarse las tripas (falsamente) y ponerlas delante de los ojos para conmovernos y trascender. Cuestión de tripas, o de gustos, supongo. Y eso que le agradecemos. Un saludo.

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  7. Cambiando de tercio y hablando de amigos y conocidos, espero tu critica del último trapiello. ¿La harás? Lo estoy terminado de leer y...

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