Teffi
Memorias. De Moscú al mar Negro
Traducción de Alejandro Ariel
González
Libros del Asteroide. Barcelona,
2024.
Comenzamos
a leer Memorias. De Moscú al mar Negro, el primer libro de la escritora
rusa Nadezhda Teffi que se traduce al español, y nos sorprende la semejanza
temática y formal con una de las obras más famosas de Manuel Chaves Nogales El
maestro Juan Martínez que estaba allí. Ambas nos narran el largo viaje de
una compañía de artistas por la Rusia revolucionaria y en guerra civil, ambas
se publicaron inicialmente por entregas en una revista.
Chaves
Nogales se encontraba en París cuando, entre 1928 y 1930, en un periódico de la
emigración rusa, se publicaron las memorias de Teffi. Por esas fechas, estaba
preparando Lo que ha quedado del imperio de los zares, que al año
siguiente aparecería seriado en el nuevo diario Ahora, del que había sido
nombrado redactor jefe. Fue precisamente en 1930 cuando conoció al bailarín de
flamenco Juan Martínez y le oyó referir sus andanzas por el imperio ruso, donde
el año 1917 quedó atrapado por la revolución. A partir de lo que entonces le oyó, y con noticias de muchas otras fuentes, escribiría poco después su
fascinante novela de no ficción que tiene al bailarín por narrador y
protagonista.
Aunque dedica uno de los capítulos
de Lo que ha quedado del imperio de los zares a “Los viejos escritores
supervivientes”, no menciona Chaves Nogales a Teffi, una de las más conocidas
escritoras rusas del momento, heredera de Chejov, autora de bien humoradas
sátiras y de populares letras de canciones. No la menciona, pero es difícil que
no oyera hablar de su odisea –similar a la de tantos-- para llegar desde Moscú
hasta París e iniciar una nueva vida en otro mundo y en otra etapa de la
historia.
Teffi, como tantos otros
intelectuales, apoyó la revolución de 1905 y la de 1917 en sus primeros
momentos. La radicalización posterior la dejó fuera de juego: no estaba ni con
los bolcheviques ni con la reacción que quería volver al antiguo régimen.
Pero no se habla mucho de política,
aunque la historia se cuele por todas las rendijas, en estos recuerdos de un largo
viaje que parecía no iba a terminar nunca. Nada más lejos del panfleto que unas
crónicas escritas diez años después de los hechos, sin ninguna acritud, incluso
con rasgos de comicidad a pesar de la continua presencia del absurdo y la
barbarie. Sorprende, a las pocas líneas, el gusto por la caricatura
expresionista: “El comisario era terrible. No era un hombre, sino una nariz con
botas. Existen animales cefalópodos. Él era rinópodo. Una nariz enorme de la
que colgaban dos piernas. En una pierna, por lo visto, estaba el corazón; en la
otra, el aparato digestivo”.
La sátira de Teffi se extiende por
igual a los dos bandos. En el tren en el que parte de Moscú con destino a
Ucrania (la compañía teatral a la que se incorpora pretende actuar en Kiev y en
Odesa) coincide con tres señoras que conversan “a media voz, cuando no en un
susurro, sobre la preocupación más inmediata: quién y cómo se las había
ingeniado para pasar por la frontera sus diamantes y su dinero”. Entre las historias
que cuentan está la de la señora Fulk, que hizo un agujero en la cáscara de un
huevo, metió un diamante y luego lo coció, pero con tan mala suerte que, al
revisar el equipaje, un soldado se comió ese huevo y la señora Fulk se bajó del
tren y anduvo tres días tras él para ver si lo expulsaba de forma natural.
Abundante humor y ninguna
autocompasión hay en estas páginas que nos ayudan a entender la historia sin
maniqueísmos. La Ucrania a la que llega Teffi todavía se encuentra al margen de
la catástrofe revolucionaria: “Cuanto más nos acercamos a Kiev, más animadas
son las estaciones”. Son los años en que por primera vez parece posible la
independencia ucraniana. “Corrían rumores confusos sobre Petliura”, escribe.
Petliura, cuando Teffi redacta sus
recuerdos, era todavía un nombre famoso. Chaves Nogales en Lo que ha quedado
del imperio de los zares habla de él en el capítulo que titula “Un
Mussolini fracasado”. Entre 1919 y 1920, fue el primer presidente de la
república de Ucrania; tras unos inicios socialistas, se alineó con la extrema
derecha y alentó un feroz antisemitismo. En 1926, ya en el exilio, “un judío
ruso apostado en el cruce de la rue Racine con el bulevar Saint Michel lo mata
de un balazo”, según cuenta Chaves Nogales, quien conoció a su viuda y a su
hija, que vivían pobremente en París.
En el breve prólogo, señala Teffi su
propósito de ofrecernos una narración “sencilla y veraz” sobre su involuntario
viaje por toda Rusia. Quiere dejar de lado las figuras ilustres y heroicas de
la época para centrarse en personas sencillas y en “aventuras que le parecieron
entretenidas”. Y lo son, ciertamente. Inolvidable resulta la travesía del barco
carbonero Shilka por el mar Negro, desde Odesa hasta Novorosiísk, así como
tantos otros pasajes. Pero quizá lo más valioso es su recreación de una época
con todos los pequeños detalles exactos que iría borrando la inevitable
simplificación histórica posterior.
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